Empieza la rabiosa segunda temporada de una serie fascinante que bien podría ser un peliculón… de 20 horas, claroY al fin cayó.
Que Pablo Escobar muere no es spoiler; es historia. Que muera en esta segunda temporada de Narcos era de esperar; sobre todo si se conoce la historia del narcotraficante colombiano, si se ha visto la primera temporada de la serie y saben que nos quedamos en su encarcelamiento en la Catedral (en ese conflicto a un año de su muerte), si saben la pólvora con la que trabaja esta serie extraordinaria, y si han visto las promos de Netflix para esta temporada. ¿Quién mató a Pablo Escobar? Tendremos más acción, más violencia, más venganza. Más camisas ochenteras y más de esas sudaderas imposibles de Escobar. Más Colombia, mucha más Colombia. Pero también más profundidad humana. Más drama.
Se acaba de estrenar, este 2 de septiembre, la segunda entrega de Narcos, con 10 episodios de muerte (nunca mejor dicho…). Terminamos la primera parte con el criminal acorralado en su Catedral, o prisión a medida, en la que vive como un rey, y en la que sigue dirigiendo el cotarro. Acaba de asesinar a dos colegas en el recinto, y los otros capos del narcotráfico empiezan a cansarse de los impuestos revolucionarios y de los caprichos arbitrarios del Rey. Además ha tomado al ministro de justicia como rehén, y un ejército acecha la prisión para acabar con él. Pero un rey no vive ni muere entre rejas. Hay que huir. El Patrón preferirá arriesgar su vida antes que caer en las manos de la DEA norte-americana, y ser expatriado. Mejor una tumba en Colombia que una prisión en Estados Unidos.
En esta temporada tendremos la caza del demonio. Todos los caminos llevan a Pablo Escobar, el poder absoluto de la droga y del crimen, y el sexto hombre más rico del mundo de su tiempo. El capo de capos va a tener todo un ejército de personajes cazándole los pies: miles de soldados, el Bloque de Búsqueda, los Pepes, y la maravillosa actriz Cristina Umaña, haciendo de Judy Moncada.
Si en la primera entrega, transcurrían 10 años, en esta temporada solo pasa uno. Imaginen el ritmo trepidante y dinámico que tiene el asunto. Este ciclo de diez capítulos será una persecución que irá del «Por fin libre» del capo hasta un «¡Al fin cayó!» del Bloque de búsqueda. Una auténtica cruzada hasta ese famoso tejado de Medellín. Desearíamos un final distinto. Pero no, no podemos cambiar los hechos. Si Escobar murió, Escobar tiene que morir.
El Rey ha muerto, ¡viva el Rey! Y aquí no podemos dejar de llorar, no por Escobar, sino por Escobar; no por el diablo, sino por el hombre; no por el narcotraficante de verdad, sino por ese criminal humanizado y triste que nos ha brindado la gran interpretación de Wagner Moura. ¡Qué papelón del actor brasileño sin los tópicos del mafioso! Era tan fácil ser Capone. Pero no; Moura nos brinda el drama humano que esconde un hombre que quiso ser rey, que se creyó su poder. «Las personas son así, una mezcla de cosas», afirma el actor. Y este es el interés de Narcos, serie con toques de documental, gracias a la experiencia en este campo de su director, José Padilha (Robocop, 2014; Tropa de élite, etc.). Nos va el morbo. Pero si nos interesa Escobar y su muerte es porque, en realidad, nos va mucho más descubrir al hombre que hay en ese diablo despiadado. ¿Qué hay de mí en él? ¿Puede un ser humano no ser humano en ningún aspecto?
Al fin cayó. Cierto. No pasa nada: sabíamos cómo iba a acabar. Pero Narcos no busca la sorpresa final, sino ahondar en los pasos de los personajes. Esta segunda temporada expone la creciente desmedida, brutalidad y salvajismo de Escobar; pero indaga sobre todo en su acorralamiento, soledad y tristeza, incluso en su amor. ¿De qué le sirve al hombre tenerlo todo si lo pierde todo? Amigos, poder, familia, dinero, socios…, todo cae. Estos son los capítulos del drama del Patrón: de diablo a hombre. Y es que Escobar tiene más de narcisista que de demonio; le perdió su propia egolatría y autoconfianza hiperbólica. Y un día después de sus 44 años, el capo muere en el tejado. ¿Quién mató a Pablo Escobar?
¿Acabará Narcos tras la muerte del capo? Sería difícil pensarlo. La autocrítica al papel de Estados Unidos en su ayuda a dictadores y narcotraficantes da para mucho, y engancha como en Mr. Robot. Si la entrega de 2015 se erigió en una de las mejores series del año, esta no va a ser menos. Miren las dos temporadas como una única película de 20 horas, y conmuévanse por el hombre; no van a ver solo su mal. ¿O es que todo el nihilismo de un ser humano le acaba por definir?