La psicólogo Amy Cuddy, de Harvard, es una experta en ciencias del comportamiento, y se ha dedicado a investigar esos pequeños mecanismos que hacen que o bien nos enorgullezcamos de nuestros logros o nos decepcionemos de nuestros fracasos. Y ha llegado a la conclusión de que es el excesivo enfoque en los resultados, y no en el proceso, lo que genera la mayor cantidad de frustraciones.
De acuerdo a la nota publicada por Chris Weller en el Independent, plantearse metas poco realistas o simplemente planificar negligentemente es precisamente lo que conduce a abandonarlas. Concentrarse en metas finales (“quiero perder diez kilos”, “quiero conseguir ese trabajo soñado”, “quiero alcanzar la santidad”) hace que perdamos de vista los pequeños escalones que conducen a esa meta.
La recomendación de Cuddy es sencilla: la clave está en aprender a apreciar el proceso, desglosando la meta final en pequeñas metas, combinando nuestras metas a largo plazo con metas, por ejemplo, semanales. Si queremos ahorrar una cantidad determinada de dinero trimestralmente, podemos empezar por dividir esa suma semanalmente, y apartar ese dinero. Se trata de “picar” la meta final en pequeñas metas semanales, o incluso diarias, que son mucho más fáciles de cumplir. “Así es como pasas de ser una patata en un sofá a un maratonista”: en lugar de pensar en la distancia total del maratón, es preferible concentrarse en correr sólo un kilómetro, por hoy.
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