La serie televisiva política de referencia en los últimos años ha sido sin duda “House of Cards”, donde tomando como protagonista un personaje que inicialmente es jefe de la mayoría en el Congreso va escalando puestos trepando sobre cadáveres (políticos y de los otros) hasta llegar a ocupar el despacho oval sin que realmente los ciudadanos hayan votado nunca por él.
Adaptado de la miniserie británica “The House of Cards” que a su vez adaptaba la trilogía de novelas homónima del exmiembro del parlamento Michael Dobbs, el Frank Underwood encarnado extraordinariamente por el actor Kevin Spacey supone el reverso tenebroso del idealista e idealizado Josiah Bartlett encarnado por Martin Sheen en “El ala oeste de la Casa Blanca”. Una versión casi camelotiana y por tanto kennediana de la forma de afrontar los entresijos de la alta política.
Sumado a “Boss”, la serie de apenas dos temporadas que seguís los avatares de Kelsey Grammer (“Frasier”) como tiránico alcalde de Chicago, el olor a podrido de las cloacas de la política se filtraba en la ficción televisiva hasta que el espectador no podía por menos de terminar asustado y en el mejor de los casos pensando “y en la realidad seguro que es aún peor”.
En esas estábamos, cargándonos de cinismo y descreimiento sobre la virtud de la res publica y la gobernanza cuando desde la fría Dinamarca surgió “Borgen”, una serie que a lo largo de únicamente tres temporadas ha desgranado una visión alternativa a las más recientes “House of Cards” y “Boss” pero sin olvidar equilibrar el posible toque utópico de “El ala oeste de la Casa Blanca” con dosis de un realismo controlado.
“Borgen” nos sitúa en el punto de partida de un partido moderado que tras unos complicados resultados electorales ve como inesperadamente su líder termina convertida en primera ministra de Dinamarca. A partir de ahí seguiremos la evolución de tan imprevisto cambio en la vida de la propia mandataria así como en su familia (empezando por su marido, que debe sacrificar su carrera profesional para atender a la familia y para no incurrir en incompatibilidades con el cargo de su mujer), en su más cercano círculo de colaboradores (el mentor de toda la vida, el atormentado jefe de prensa), en los miembros de otros partidos con los que gobierna en coalición así como en la oposición pero muy especialmente tendrá un importante peso lo que sucede con los medios de comunicación y algunos de sus más destacados comunicadores.
De ese equilibrio múltiple sale una visión no tan oscura sino más multicolor y en el fondo más positiva, donde abunda el contraste y la compensación entre los problemas de similar fondo que en muchos capítulos vemos cómo afrontan distintos personajes al tiempo que en otros se nos muestra lo importante que resulta para los protagonistas alcanzar puntos de equilibrio vitales: personales, familiares, profesionales, ideológicos, éticos…
Podría decirse que en comparación con un “House of Cards” que es casi género negro en “Borgen” encontramos un naturalismo algo idealizado pero bastante más plausible y por tanto los conflictos (y cómo los afrontan, y cómo los resuelven) los personajes se nos antoja menos procedente del campo de la fantasía.
A lo largo de las próximas semanas dedicaremos un artículo a cada temporada de “Borgen” a fin de analizar con detalle y perspectiva el entramado de dilemas morales y el trasfondo de las soluciones que en lo humano y lo político se derivan de las convicciones de los principales protagonistas como muestra de algunos de los conflictos que en la vida personal y en la vida política también afrontamos en el mundo real.
Hoy celebramos a...