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Blood Father: El regreso de Mel Gibson

Ramón Monedero - publicado el 02/09/16

es una historia de violencia sobre un hombre que lo hará todo por proteger lo único que le queda de familia

Mel Gibson regresa a la gran pantalla y lo hace como mejor sabe, armado hasta los dientes y con el gatillo fácil. Eso sí, Blood Father está hecha desde la distancia de quien se crio y maduró viendo películas como Mad Max o Arma Letal. El film, dirigido por el francés Jean-François Richet es una violenta cinta de acción que no se sostiene tanto sobre sus tiroteos como sobre el dilema moral que el largometraje pretende plantear aunque solo lo consiga a medias.

La película arranca con una joven comprando balas en un supermercado y una goma de mascar. Sin embargo, no puede llevarse una botella de alcohol porque no presenta su carné de identidad. Sobre esta contradicción se erige el resto del largometraje, sobre una realidad inherente a la cultura americana indisoluble a otros conceptos tan universales como los de amistad pero sobre todo el de familia.

Blood Father nos cuenta la historia de Link (Mel Gibson), un ex convicto en libertad condicional que un día recibe una llamada de su hija adolescente en apuros. Al parecer la joven lleva el camino del padre y anda metida en un embrollo de drogas y violencia en la frontera con México. Link valora sobre todas las cosas la tranquilidad que le proporciona ganarse la vida en mitad del desierto haciendo tatuajes alejado de las drogas, la violencia y el alcohol, pero no lo dudará un instante si es de su hija de lo que estamos hablando.

Un día, la llamada de su hija pondrá su mundo patas arriba. La cuestión es que para proteger lo único que le queda de su familia, Link pisoteará la ley y hasta la ética. Con un arma cargada en el bolsillo no lo dudará un segundo si tiene que volarle la cabeza a un tipo que un día fue su amigo, si es su hija por lo que tiene que luchar.

Sin embargo, el problema de estas historias es que siempre son un poco maniqueas, un poco falsas. La realidad no es tan clara como se muestra en las películas. En Blood Father, Link, aunque con un pasado turbulento, se ha convertido en poco menos que un ángel alado. Por su parte, los narcos que persiguen a su hija tampoco tienen demasiados matices, son malos sin discusión, muy malos. Tampoco hay muchos matices aquí porque son villanos de libro, sin estrías ni grietas que los pudieran hacer parecer remotamente humanos.

Evidentemente, cuando enfrentas un estereotipo del bien contra otro estereotipo del mal el discurso moral o ético que podía plantear el film se resquebraja. No hay grandes mensajes en Blood Father más allá de cierta visión condescendiente con la frontera mexicana.

No obstante, si la película de Richet destaca mínimamente sobre el resto es por su asumido espíritu nostálgico heredado de los ochenta. Blood Father piensa más en aquellos años en los que un tiroteo desmadrado resultaba entretenido y no una truculenta tragedia dramáticamente real. La película de Richet es un cine casi autorreferencial y autoconsciente. Esto no significa que sea más buena, únicamente la convierte en una película más coherente, lo que no es poco.

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