Ya es hora de dejar de tolerar su presencia en nuestras vidasOlvídense de virus del zika o el ébola, el porno es la auténtica plaga que corroe nuestra sociedad. Es una epidemia de masas y una crisis sanitaria pública de gran extensión.
La gran mayoría de los hombres admiten verlo de forma regular. Abogados, médicos, sacerdotes, esposos, quien sea.
Y a pesar de los mejores esfuerzos por parte de los padres, todos los niños estarán expuestos al porno más pronto o más tarde. Tal y como han destacado algunos expertos, no es una cuestión de “si sucederá o no”, sino de “cuándo”.
Me hubiera encantado poder decir que los hombres católicos están menos expuestos que el resto de la sociedad, pero sería falso. Los católicos y, de forma más amplia, todos los cristianos consumen tanta pornografía como los no cristianos. Es trágico.
Podría haber continuado eludiendo la cuestión, pero todos sabemos que la pornografía es un auténtico problema. Así que, ¿qué podemos hacer? Deberíamos devolver al porno al lugar de donde salió: a la basura. Sin piedad.
Si la pornografía convive en nuestra vida, tenemos que poner un revólver contra su cabeza y apretar el gatillo. Dejemos de engañarnos, ya es hora de dejar de tolerar su presencia en nuestras vidas. Hay que ser implacable y pasar a la acción. Aquí tenéis una recopilación de las mejores razones por las que es necesario neutralizar el porno en nuestro día a día.
- El porno ofende a las mujeres de verdad
En la mayoría de ocasiones, tenemos la impresión de que el porno es algo inofensivo. Nos engañamos pensando que a las mujeres de esos videos les agrada lo que son y que participan en esa actividad por elección. Eso es meridianamente falso. Una mentira.
Son innumerables las actrices porno que han abandonado esta industria y han dado testimonio de sus problemas físicos y psicológicos, de la coerción que tuvieron que soportar. Innumerables las automutilaciones, las depresiones, los intentos de suicidio. Todas confiesan con vehemencia que ser una estrella del porno era una absoluta miseria, bien lejos de ser divertido.
- El porno mata el amor
Cuántos matrimonios se han roto a causa de la pornografía. Algunos hombres consiguen ocultar que consumen porno, otros lo ven abiertamente. En todos los casos, es algo que destruye la intimidad de una pareja. Ver porno es como clavar un cuchillo profundamente en el corazón del cónyuge. Le hace perder toda la confianza. El porno le transmite que ella nunca será tan buena, que no está capacitada para satisfacerte.
El porno transforma vuestros votos matrimoniales en una broma. Siembra las semillas de la amargura y el resentimiento. Provoca en tu compañera un profundo dolor emocional y espiritual. Hombre, si de verdad sientes amor en tu corazón hacia tu mujer, deja de ver porno.
- El porno os hace apreciar menos el sexo
Una encuesta reciente ha revelado que un número creciente de hombres prefiere la pornografía al sexo real. ¿Por qué? Porque es más sencillo. Con sólo un clic podéis acceder a una amplísima colección de mujeres de todo tipo, bien dispuestas, por decirlo de alguna forma, y que hacen cosas que ninguna esposa en su sano juicio haría jamás. Ni siquiera es necesario preocuparse de dar placer a otra persona, en el porno todo gira en torno a ti.
En comparación, el sexo auténtico podría parecer casi un trabajo pesado. En este sondeo reciente, muchos hombres señalan que incluso tienen dificultades para sentir cualquier cosa en sus relaciones sexuales con una mujer real. Dicho de forma clara: el porno arruina vuestra vida sexual.
- El porno desnaturaliza vuestra visión de la mujer
La forma más eficaz de distorsionar vuestra imagen de la mujer es ver pornografía. En el porno, las mujeres son objetos, marionetas. No tienen emociones ni necesidades particulares, en otras palabras, no tienen alma. Son únicamente un premio. Simplemente, no es posible observar a una mujer aguantando semejante violencia, ver cómo se la deshumaniza de la forma más horrible en innumerables pantallas, y luego pretender seguir conservando una visión saludable de la mujer. Es obviamente imposible.
Nota Bene: las mujeres son seres humanos auténticos con necesidades psicológicas, emocionales y espirituales auténticas, por si alguien lo duda. Tienen un alma que vivirá para siempre, merecen vuestro respeto, vuestra protección y no exclusivamente la lujuria a la que las condiciona el porno.
Hombres, ¿queréis de verdad ver a vuestra hermana en Cristo ser tratada como un producto de carnicería? Porque eso es exactamente lo que pasará si consumís porno. Dejaríais de ver a una mujer más allá de las meras apariencias y no percibiríais la imagen de Dios que habita en ella. Más bien al contrario, empezaréis a fantasear con todas como si no fueran más que vulgares muñecas hinchables. Es un error, una pesadilla, hacia donde el porno os conduce directamente.
- Y empeora con el tiempo
El porno se convierte rápidamente en algo muy adictivo, como el crack o las metanfetaminas. Y como toda drogadicción, empeora con el tiempo. Por supuesto, podéis consumir porno inocentemente, pero un día u otro comenzaréis a pedir más y lo necesitaréis cada vez más. Con el tiempo, os harán falta escenas cada vez más extremas para excitaros. Tal vez incluso un día veréis cosas que anteriormente os habrían horrorizado.
Imagino que habréis leído ya artículos sobre agresiones sexuales a niños. ¿Habéis visto lo fácil que es odiar a los agresores? Sin embargo, no comenzaron directamente así. Muy a menudo, se encuentra en el origen de estos crímenes un consumo excesivo de pornografía. Pero el agresor no pudo ni supo deshacerse del porno, igual que vosotros no podéis ni sabéis suprimirlo.
- El porno os roba la alegría de vivir
El porno os deja un regusto a culpabilidad y miserabilismo. No importa cuánto nos mintamos a nosotros mismos, en el fondo sabemos que la pornografía está mal. Cada vez que lo miramos, perturba nuestra conciencia. Incluso si nos confesamos sobre este tema de vez en cuando, el riesgo de sucumbir de nuevo nos desalienta y nos deprime y nos desespera.
Antes o después, el diablo nos empujará a abandonar por completo nuestra vida interior, simple y llanamente. “La lucha es en vano”, nos susurrará al oído, y añadirá: “Tira la toalla”. Pronto, seremos como Adán en el jardín del Edén, ignorantes de la presencia de Dios. Jesús no desea que dirijamos nuestra vida de esta forma. Él nos redimió con su sangre preciosa para traernos paz y alegría de vivir en abundancia, pero no en el miedo ni en la vergüenza. Si deseáis redescubrir la verdadera felicidad que procura la vida espiritual, eliminad el porno.
- El porno os convierte en esclavos
Antes de ser bautizados, éramos esclavos del Maligno. Dirigidos por nuestras pasiones y codicias, éramos manipulados para formar parte de un miserable rebaño. Pero Cristo nos redimió y, una vez bautizados, literalmente nos liberó de nuestra condición de esclavos para devolvernos a la libertad que otorga la presencia de Dios. Si te bautizas, mueres frente al pecado y vives frente al Señor. Vives en la libertad de Cristo, “ya no eres un esclavo, sino un hijo” (Gal 4:7).
El problema es que nos hacemos muy rápido dependientes de nuestros pecados y, de esta forma, entramos voluntariamente al servicio del demonio. Es como el hijo de un rey que baja al mercado de esclavos a hacer sus compras. Es perverso por definición.
Abrazad vuestra libertad como hijos de Dios, sacudíos del yugo que os inflige el diablo. Tirad el porno a la basura.
Sed implacables
Jesús era profundamente dulce, es un hecho, excepto con una cosa: el pecado. Cuando se enfrentaba al pecado, Jesús no mostraba ninguna piedad. ¿Su método? Cortar por lo sano, de una vez por todas. Nadie se codea con el pecado en el Cielo, nos dice Cristo, todo lo contrario, “los que usan la fuerza pretenden acabar con él” (Mt 11, 12).
¿Sois lo bastante radical con el pecado en vuestra vida cotidiana? Deberíais. Los que tienen cáncer no toleran su presencia, igual que los que sufren ébola o lepra se enfrentan a sus enfermedades. Así que, ¿por qué demonios toleráis el pecado?
Hombres, si reconocéis ser adictos al porno, no tratéis de negociar con la adicción. Eliminadlo de vuestra vida, disparadle a sangre fría. Demostrad quién es el jefe. Combatidle como si vuestra vida dependiera de ello porque, en muchos aspectos, de eso se trata en realidad.