Una saga que revive la parábola del hijo pródigo – aunque falta el Padre que le espera al finalLlega la nueva y esperada entrega de la saga Jason Bourne, el viaje de un autómata asesino amnésico por reencontrarse consigo mismo.
Mientras se gana la vida como luchador, Jason Bourne (Matt Damon) es sorprendido por Nicky Parsons (Julia Stiles), que le ofrece nuevas informaciones sobre su pasado. Aunque al principio se resiste, acaba volviendo a Estados Unidos para continuar la investigación, y se convierte en el objetivo del ex-jefe Robert Dewey (Tommy Lee Jones), que teme otra fuga de datos. Dentro de la CIA, mientras tanto, la novata Heather Lee (Alicia Vikander) cree que intentar reclutar a Bourne para la agencia sería la mejor solución.
Matt Damon vuelve a la franquicia “Jason Bourne” después de que el último film no tuviera mucho éxito en taquilla (“Bourne: el legado”, con Jeremy Renner como protagonista). Con mucha acción y lucha, volvemos al tipo de película de espionaje que estábamos acostumbrados a ver en las anteriores producciones, ¡y vale la pena!
Lo que podemos destacar del film es que, cuanto más va recordando Jason Bourne de su pasado, más fuerte se hace su decisión de no volver a ser la máquina asesina en la que le habían transformado (a pesar de tiene que emplear la legítima defensa durante todas las entregas). Ese tipo de decisión siempre tiene su precio, que viene de varias formas, y en el caso de Jason es la soledad.
Hay datos de la saga muy interesantes para una reflexión: en la primera, Identidad Desconocida/La identidad de Bourne, el momento en que la conciencia “avisa” al protagonista es cuando se ve obligado a disparar a una niña pequeña – cosa que no hace, y que constituye el detonante de su “despertar”; en la segunda, La supremacía Bourne/ El mito de Bourne, es el doloroso camino del arrepentimiento por haber matado al matrimonio Nesky, para llegar a la descarnada petición de perdón a la hija huérfana de éstos, que cierra la película.
En la tercera, Bourne: El ultimátum, un pequeño detalle: no es casualidad que, cuando le entregan la chapa con su nombre verdadero, se vea que pone que es católico. Aparcar su conciencia y sus valores (interesante la escena cuando le dicen que tiene que matar a una persona, y él se resiste preguntado que qué ha hecho) es lo que ha hecho de él un monstruo.
Aprender a vivir con su pasado aceptando quien ha sido y su responsabilidad en el proceso, sin ceder a la tentación de volver atrás, es la gran lección que se desprende de la saga Bourne, y que se explora en la nueva entrega. La pregunta es, ¿es posible llevar una carga tan grande, sin un auxilio espiritual? Pero esa es una pregunta a la que Bourne no ofrece respuesta, tampoco en esta nueva entrega. La tendrás que encontrar tu, lector.