La última película de Woody Allen es una inspirada y deliciosa historia de amor a dos bandas situada en el Hollywood clásico de los años 30 Me van a permitir que me quite el sombrero. Woody Allen es un genio. Pero no en el sentido de perfección absoluta y redondeada donde no hay lugar para una grieta que enturbie el conjunto. Allen es un genio en tanto lo que hace lo hace de una forma realmente magistral. Su peor película haría palidecer al más listillo de los llamados nuevos cineastas del cine independiente americano. Allen lleva siendo independiente durante cincuenta años y ahora no hay que lo mueva de donde está.
De hecho, la evidencia de que el director de Annie Hall sigue interesando a las nuevas generaciones es precisamente Cafe Society. La última película del prolífico cineasta supone la última apuesta de Amazon Studios, una empresa de producción, exhibición a través de internet y distribución de películas que ha brotado de la conocida tienda on-line Amazon.com.
La empresa, que nació en 2010, lo primero que hizo fue acercarse a neurótico más famoso de Nueva York y proponerle realizar una serie de televisión. Algo insólito entre otras razones porque Allen nunca ha tenido una opinión muy favorable sobre la mal llamada caja tonta. De hecho, el director de Manhattan dijo que no pero los de Amazon insistieron tanto y sobre todo, le ofrecieron tanto dinero que el propio Allen admitió que era ridículo decir que no. De esta forma nació Crisis en seis escenas, una serie de media docena de capítulos de media hora de duración y de improbable continuación sobre una familia de clase media en la América de los años 60 que se estrenaré en Estados Unidos a finales de septiembre.
También, fruto de esa asociación con Amazon Studios es Cafe Society, un largometraje cuya exhibición y distribución se ha modificado en relación a otras películas del director. La película se estrenó en Cannes donde obtuvo estupendas críticas y su llegada al resto del mundo se ha hecho, en contra de la norma, de forma escalonada, poco a poco, dejándola sentir y sobre todo, permitiendo que el boca a boca haga su efecto.
Con un presupuesto de treinta millones de dólares, muy poco para una cinta americana, Cafe Society ya ha recaudado diez millones y no se ha estrenado aún en mercados tan importantes como Estados Unidos, China o América Latina. Donde primero la dejaron caer fue en Francia, donde aprecian mucho al director y en efecto, allí amasó más de siete millones.
En lo que a la película se refiere lo cierto es que Cafe Society es una de las cintas más inspiradas y deliciosas de su director. Como afirmaba el compañero Juan Orellana vale la pena destacar la extraordinaria fotografía de una leyenda viva como Vittorio Storaro de hecho, de ahí nace uno de los atractivos más significativos del film, su mirada melancólica e idílica (y también un poco impostada, aunque eso Allen lo sabe desde el principio) del Hollywood clásico de los años 30, una de sus épocas preferidas.
Puede que en efecto, la historia de amor sobre la que descansa la trama no sea nada del otro mundo pero el director de Balas sobre Broadway nunca ha destacado por romances particularmente originales, más bien Woody Allen siempre ha sido un genio describiendo personajes delirantes y escribiendo historias verosímiles con diálogos chispeantes.
Por lo demás, Allen sigue enfadado con Dios, aunque este no es el centro de Cafe Society pero su pesimismo existencial no puede evitar asomar la cabeza en esta historia de amor a dos bandas en el viejo Hollywood clásico. No es una obra maestra, ni es la mejor película de Allen, pero probablemente Cafe Society sí que sea su mejor película de los últimos cinco años porque Midnight in Paris, también estaba realmente bien.