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Experimenter. La historia de Stanley Milgram

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Ramón Monedero - publicado el 26/08/16
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Explorando los rincones oscuros que todo ser humano lleva dentroEl ser humano se compone de muchos rincones oscuros. Hay cosas de nosotros mismos que no alcanzamos a comprender tal vez por qué nos daría miedo conocerlas o simplemente porque nos sonrojarían.

A principios de la década de los sesenta, cuando el arquitecto del genocidio nazi, Adolf Eichmann fue juzgado y condenado en Jerusalén, un profesor de la Universidad de Yale se preguntó hasta qué punto el oficial alemán tenía razón cuando dijo que “solo obedecía órdenes”.

Stanley Milgram, un judío residente en Estados Unidos diseñó un curioso experimento a raíz de lo dicho por Eichmann. Situar a un hombre, el “maestro”, en un cuarto pegado a otro habitáculo en el que había otro individuo encerrado, el “estudiante”. El “maestro” debía hacer una serie de preguntas y si el “estudiante” fallaba le daría una pequeña descarga eléctrica.

El problema es que conforme se iban acumulando los errores la potencia de las descargas iría aumentando. Primero se escucharían gritos del “estudiante”, después suplicas para detener el experimento y finalmente el silencio.

El objetivo era, ¿seguiría un hombre corriente y moliente propinando descargas a otro individuo aun cuando su estado de salud fuera ciertamente sospechoso únicamente porque alguien se lo ordenara? La aterradora respuesta fue que la mayoría sí lo hizo.

Este experimento sobre la autoridad de la obediencia es el punto de partida de esta magnífica película de Michael Almereyda, Experimenter. La historia de Stanley Milgram. No se crean, vaya por delante que este no es el típico biopic que deja de lado la chicha para centrarse en los dramas personales de su autor. No, aquí hemos venido a hablar de lo que hemos venido a hablar y sin que sirva de precedente, el núcleo del relato de Almereyda se centrará en los estudios sobre la obediencia de Milgram.

Salvando algún que otro –y comprensible- apunte biográfico, Experimenter no engaña a nadie y nos habla sobre el discutido estudio que llevó a que se cuestionaran los métodos de Milgram hasta llegar a calificarlo de sádico y poco científico. Quizá todo esto se debió a que en suma, lo que Milgram evidenció es que en general, hay muchos borregos y también muchos prejuicios pululando por ahí fuera, y que nos dejamos llevar sin demasiadas explicaciones por la autoridad a veces, venga de donde venga.

Para plasmar tan controvertido paisaje Almereyda ha confeccionado una película fascinante y con doble fondo poniendo en muchos casos en evidencia lo artificioso de lo que estamos viendo. Ya sea con vistosas metáforas visuales (un elefante adulto andando por detrás de Milgram por los pasillo de la universidad mientras éste le habla a la cámara) o evidenciando lo tramposo del cine con falsos fondos o rompiendo la propia ficción de la película, Experimenter se revela como de lo mejorcito que hemos podido ver este verano.

No se suelen hacer películas como esta, ni se suelen ver relatos como este, pero sobre todo no se suelen llegar a conclusiones como estas: en el ser humano siguen habiendo recovecos de los que uno no se puede fiar.

 

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