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Elvis&Nixon: un presidente y un rey… o Donald Trump

Josep Maria Sucarrats - publicado el 26/08/16

Comedia de desmitificación sin ensañamientos sobre el extraño encuentro de dos figuras públicas en decadencia

En la cuarta temporada de House of Cards, el presidente Frank Underwood dice que desearía ser Richard Nixon. Sueño cumplido, gracias a Kavin Spacey. El actor parece haberle encontrado el gusto al despacho oval. Si como Frank Underwood tardó una temporada en conquistarlo, ahora se aferra a la mesa presidencial disfrazado de Nixon.

Spacey parece haber querido aprovechar el tirón de House of Cards para darse espacio de nuevo en la comedia y eliminar un poco de esa seriedad psicótica de Underwood. Ahí están los dos productos que nos brinda en esta temporada: Elvis&Nixon, y Siete vidas. Si en la segunda parece más anclado a los gestos del presidente Underwood, en la primera consigue separarse de este y hacer de Nixon un guiñol torpe que acaba provocando ternura.

Estamos en diciembre de 1970, y en la cúspide de Estados Unidos persisten dos hombres que vienen de la nada. Una foto inmortaliza el encuentro entre ambos; es la imagen más solicitada de los archivos nacionales, más incluso que la del hombre en la Luna. Y ahí se ve el interés de la gente por las cosas… Se trata del presidente Nixon y del rey del rock, Elvis Presley, encajando sus manos en la Casa Blanca; la extraña pareja. Parecen contentos. «¿Quién demonios preparó esto?», pregunta Nixon en la cinta.

La película desmitifica sin ensañamientos dos mitos de Estados Unidos justo antes de estrellarse definitivamente, uno por causa de la droga, el otro por el famoso caso Watergate. El hecho que los protagonistas no se parezcan a los originales ayuda a no perderse en imágenes previas. Así, el film consigue ser una sátira política demócrata que llega incluso a la crítica política actual.¿Es Trump la síntesis imposible entre Elvis y Nixon? Maravilloso, por disparatado, es ese momento en que Nixon afirma que el conflicto de Siria e Iraq es culpa de los comunistas, léase demócratas.

Para escribir la fantasía de lo que pudieron decirse Nixon y Elvis en la entrevista, los guionistas aprovecharon todo el material disponible: las fotografías del encuentro; la carta de Elvis; el libro que Egil Krogh, ayudante de Nixon y fan de Elvis, escribió sobre la extraña reunión; así como Elvis and Me, libro escrito por Priscilla Presley tras el divorcio con el cantante. El resultado es casi un plagio, aunque mucho más digno, de Elvis Meets Nixon (1998), comedia alocada con Bob Gunton haciendo de presi, y Rick Peters haciendo de rey.

La película consigue generar un diálogo plausible entre las dos figuras, aunque haya que esperar a los 15 últimos minutos para asistir al deseado encuentro. Toda la película está traspasada de un doble lenguaje que convierte la cinta en un producto que no todo público puede digerir o comprender. La sombra del caso Watergate está en todas las palabras de Nixon y en toda la preparación de la cita (¡esa escena en el garaje!); la sombra de la droga está en todos los gestos de Elvis.

¿Qué pasó en esa cita? En la Navidad de 1970, Presley gasta más de 100 mil dólares en la compra de pistolas y de diez Mercedes-Benz. Culpable, toma un avión para ir a Washington. Durante el vuelo, y con una caligrafía de analfabeto o alcohólico, escribe una carta a Nixon en unos papeles cutres de American Airlines. Nada serio. Pero es tiempo de encrucijadas y The Beatles han tomado la escena; el rey del rock cree que su país le necesita. Por ello solicita al presidente que le conceda ser agente especial independiente de la CIA en la lucha por recuperar el país. Una caza de brujas sin brujas ni caza.

Nixon también tiene problemas: no tiene los genes de los Kennedy, Vietnam sigue, los Panteras Negras están en pie, los jóvenes consumen drogas, y Estados Unidos parece derivar hacia la izquierda. La reunión con Elvis es una ocasión perfecta para que el público deje de ver a Nixon como un viejo anticuado. Así que le concede la placa al artista. Un lavado de imagen para reflotar al presidente.

«Creen que soy un tipo genial?», pregunta Nixon. La cinta plantea con elegancia la necesidad de redención. En este sentido, es muy interesante la reflexión acerca de la invisibilidad de la persona tras el personaje. Un Elvis cosificado ha olvidado quién era ese chico de Memphis, y desea ser tratado como un hombre. Ciertamente, también Nixon ha sufrido este proceso. Desde Los Simpson a X-Men, pasando por Oliver Stone, Forrest Gump, Hoffman y Redford, el presidente del caso Watergate ha sido carne de cañón.

Por ello, es muy interesante el papel que la película da a Jerry Schilling, amigo del rockanrola. Jerry encarnará el futuro del país: un hombre que abandona las quimeras y hace lo que debe a favor de la amistad y un amor real con el que construir, su mujer. Es hora de dejar descansar a los mitos, y de vivir.

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