Los santos, como bien sabemos, no eran perfectos. Cometieron errores durante su vida y, a menudo, llevaron vidas públicas de depravación antes de que sus corazones se convirtieran.
Buena noticia.
Porque nos da esperanzas de que incluso nuestros fríos corazones, tan distantes de Dios, pueden volverse hacia Él y recibir una nueva vida.
Los santos siempre nos parecen “demasiado santos” como para que los imitemos, pero en realidad se parecían más a nosotros de lo que creemos.
Luchaban por superar las mismas adicciones, caían en los mismos pecados y malos hábitos que hoy mismo nos pesan tanto.
Así que alegrémonos porque estos hombres y mujeres santos, que no fueron siempre así, pudieran superar por la gracia de Dios los grandes obstáculos de su vida para convertirse en deslumbrantes ejemplos de virtud.
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