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¿Estás preparado para la muerte y lo que viene después?

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 24/08/16
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Atención, menos cargas y más entrega con la mirada en DiosJesús me pide que esté atento y dispuesto a ponerme en camino en cualquier momento. Dispuesto a servir siempre. Tal vez por eso me gusta caminar con poco equipaje por el camino. A veces no lo consigo y me pesa demasiado la espalda. Y me confundo.

Quisiera tener un corazón dispuesto siempre a caminar. Estar atento a dar la vida en cualquier momento. Siempre pensando en los demás, siempre pensando en Dios.

Quiero anhelar la patria del cielo. Pero viviendo en presente. Aceptando el presente como lugar para servir, para amar.

Quiero estar atento a la vida. ¿Quién me necesita? ¿A quién puedo servir? Si voy demasiado cargado no tengo agilidad para ponerme en acción. Si me centro en lo que no tengo, en lo que deseo, no soy capaz de mirar más allá de lo que me ocupa.

Sólo si soy libre, sólo si tengo mi anclaje en Dios, puedo vivir descentrado, volcado en aquellos que necesitan mi misericordia.

A veces me agobia tener que estar preparado. Me agobia pensar si estaré en el lugar equivocado cuando llegue. Me agobia esa exigencia al que más le ha dado. Tal vez porque creo que he recibido mucho. Al que más se le ha dado, más se le exigirá. Yo he recibido tanto… Me agobia.

Pero ese agobio es algo mío. No va a ser así. Mi miedo está clavado en la cruz para siempre. Jesús me ama sin condiciones. Vuelvo a ese “no temas” de Jesús y me calmo.

Velar no es una exigencia de perfección. No consiste en estar perfecto en el momento incierto en que yo muera. Dios no improvisa y se dedica a aparecer en el momento en el que yo haya caído para juzgarme. Esa es mi proyección humana.

Dios camina a mi lado, me va abriendo el corazón, sólo necesita mi pequeñez. Le quiero dar mis miedos a Él. Jesús me salvó para siempre. Cada día sale a mi encuentro y me da mil oportunidades, una y otra vez, sin cansarse. Y así será hasta el último aliento de mi vida en la tierra. Creo en eso.

Con cada uno tiene una historia de amor única y preciosa, hasta la muerte. Él está a mi lado, y en el momento de mi muerte, también estará. Animándome, diciéndome al oído que me ama, que me espera para vivir en plenitud, con los brazos abiertos.

Y tendrá en la mano para mí el tesoro inagotable para que el fui creado, el que responde a los anhelos más hondos de mi ser. Sueño con ese abrazo que no sé cómo será.

Yo sólo tengo que caminar abriendo el alma, cayendo y levantándome, confiado. Jesús va a mi lado. Ese es mi tesoro.

Y sólo me pide que no deje pasar la vida, que ame, que no me guarde, que no me duerma. Quiere que me entregue. Eso es velar. Estar atento. No dormido. Con las sandalias puestas. Jesús va conmigo. Me anima a no acomodarme. No quiero jubilarme antes de tiempo.

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