Una imagen de hermandad olímpica entre dos atletas sudamericanos Atrás habían quedado los ecos de la admirable actitud de deportividad y fe en los Juegos Olímpicos de Río que tuvo la estadounidense Abbey D’Agostino para con la neozelandesa Nikki Hamblin, cuando la última prueba del atletismo, la maratón, tenía reservada algo que también generaría conmoción.
Todo sucedió al final. El maratonista argentino Federico Bruno durante la carrera se empezó a quedar sin aliento, con calambres, decepcionado y a punto del abandono.
Sin embargo, en determinado momento, a su lado, apareció el atleta paraguayo Derlys Ayala, quien al verlo atravesar por una situación de extremo padecimiento lejos de seguir en busca de una mejor marca personal decidió hacer un pararte, mirarlo, apoyarlo y darle aliento.
¡Grande @DerlysAyala! Alentó al argentino Federico Bruno, p/ que pese a su lesión, termine la carrera🎥@ParaguayTVHD pic.twitter.com/aMwe0imHxL
— Versus (@SomosVersusPY) August 21, 2016
Ayala siguió, pero Bruno también. Una vez finalizada la carrera Ayala recibió a Bruno, que llegó corriendo con dificultad y de costado, en la meta con la bandera de su país.
“Agradezco al paraguayo (Derlys Ayala), que en tres kilómetros frenó y me hizo el aguante. Yo le decía que se fuera, que él estaba bien, pero él me dijo que no, que íbamos a llegar juntos”, declaró posteriormente Bruno, según recoge La Nación de Paraguay.
En las redes sociales también hubo repercusiones, tal cual ésta que reproduce también ese medio. “Como argentino, como entrerriano, como concordiense que soy, muchas gracias de corazón por acompañar a Fede Bruno. Seguramente no se dio lo que esperaban, pero sigan tranquilos, son grandes los dos. Un fuerte abrazo”, se podía leer.
Las miradas más frías y competitivas vieron el gesto de Ayala con cierto resentimiento y cuestionaron que el atleta haya tomado esa actitud en detrimento de la representación de su país, que de alguna manera tuvo apoyo a nivel presupuestal de parte del estado.
Pero el grueso del público vio otra cosa y no hizo más que aplaudir. En definitiva, el sueño olímpico estaba cumplido y la meta también alcanzada.
La medalla dorada de la maratón fue para el keniata Eliud Kipchoge que llegó victorioso luego de hacer 42 kilómetros en un poco más de dos horas. Los JJOO de Río ya son historia. En la retina quedará grabada por siempre esta imagen que conmovió la opinión pública y que se transformó en un verdadero símbolo de auténtica hermandad olímpica entre atletas latinoamericanos.