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Los profundos dones espirituales ocultos dentro de “El Principito”

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Michael Rennier - publicado el 13/08/16
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No importa en qué desierto metafórico nos encontremos en el transcurso de nuestra vida, siempre hay un pozo oculto que la riega y la hace florecer

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Cuando mi esposa me dio la excelente noticia de que esperábamos un bebé, nuestra primera hija, salí inmediatamente a la calle lleno de principiante entusiasmo paternal a comprar una edición de coleccionista de El Principito. Esta célebre obra de Antoine de Saint-Exupéry es uno de mis libros favoritos y estaba deseoso de empezar a leérselo a mi pequeña.

Aunque mi compra se produjo con bastantes años de antelación, en los años siguientes lo leímos al menos veinte veces de principio a fin. Así que podéis imaginar mi alegría cuando escuché que Netflix acaba de estrenar una muy esperada película de El Principito en versión animada; estoy contando los días hasta que nuestra familia pueda verla junta. Mientras tanto, el libro, con su profundo mensaje espiritual y sus fantásticas y originales ilustraciones, sigue despertando todas nuestras atenciones.

 

El Principito es un libro profundamente espiritual

El Principito es sin duda un libro infantil, pero trata algunos temas de adultos bastante serios. No hay nada edulcorado: un accidente aéreo, los peligros de la inanición en el desierto y una serpiente venenosa que (ATENCIÓN: SPOILER), al final, causa la muerte del Principito.

El mismo Principito destaca durante la historia que añora su hogar y que “es tan misterioso el país de las lágrimas” de este mundo. Cuando lo leí a mis hijos, anticipaba que ellos tendrían que esforzarse por entender algunos de los momentos más emotivos, en especial la muerte del Principito, pero me sorprendió ver que lo aceptaron con mucha calma.

No es que la televisión y los videojuegos los hayan desensibilizado ante la muerte y la violencia; de veras creo que se sentían tristes al final del libro, pero de una forma más contemplativa de lo que yo esperaba. Así que pasamos un rato hablando y reflexionando sobre eso juntos, y me di cuenta de que el libro en sí ofrece un antídoto para el dolor dentro del texto: escondido en el corazón de El Principito hay una profunda reflexión espiritual que les ayudó estar en paz con el final.

“No importa en qué desierto metafórico nos encontremos en el transcurso de nuestra vida, siempre hay un pozo oculto que la riega y la hace florecer”.

En la historia, el narrador hace un aterrizaje forzoso en el desierto con su aeroplano y al poco se encuentra con el Principito. Los dos hablan y tratan de arreglar el avión, pero el Principito parece poco preocupado sobre morir en el desierto. No es que sea un suicida; es que tiene un secreto: hasta en el desierto hay agua. “Lo que más embellece al desierto”, dice el Principito, “es el pozo que oculta en algún sitio…”.

No importa en qué desierto metafórico nos encontremos en el transcurso de nuestra vida, siempre hay un pozo oculto que la riega y la hace florecer. Para encontrarlo, debemos aprender a ver más allá de las cuestiones materiales y de nuestra situación inmediata e ir directamente al corazón de la vida.

 El Principito no ignora la realidad de que la vida puede ser menos que perfecta algunas veces. Los desiertos áridos son bien reales y hay ocasiones en las que tenemos que atravesarlos, a menudo de forma inesperada. Pero el autor recuerda a sus lectores que lo que vemos con nuestros ojos físicos no revela la imagen completa.

El Principito dice: “Sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos”. En otras palabras, siempre podemos extraer más de la vida si tan sólo nos tomamos el tiempo de mirar con nuestros corazones. Lo que se revela así es a menudo mucho más importante que las distracciones del mundo visible.

“Si te gusta una flor que habita en una estrella, es muy dulce mirar al cielo por la noche. Todas las estrellas han florecido”

Para el Principito, lo que ve con su corazón es su querida rosa (y para Saint-Exupéry, la flor representaba a su esposa en la vida real). No puede ver su rosa físicamente porque está muy lejos, creciendo en su planeta natal, perdido en la vastedad del cielo nocturno. Pero como sabe que su rosa está ahí fuera en algún lugar y debido a su inquebrantable amor por su rosa, todas las estrellas del cielo parecen sonreírle alegremente. Según él mismo explica: “Si te gusta una flor que habita en una estrella, es muy dulce mirar al cielo por la noche. Todas las estrellas han florecido”.

Yo, como padre, quiero proteger a mis hijos desesperadamente y ahorrarles cualquier peligro (ya sean serpientes o simplemente un día malo en el colegio). Pero llegará un momento en que crezcan. Quizás sus corazones se romperán después de un romance o se enfrentarán al reto de sus carreras o se encontrarán en el torbellino emocional de algún desastre imprevisto.

No puedo protegerles de todo y me duele mucho admitirlo. Pero lo que sí puedo hacer es ayudarles a ver que en todo desierto hay un pozo de agua, y que oculta en todo cielo ennegrecido hay una rosa, y que cuanto más nos amemos los unos a los otros más fuertes seremos, aunque el amor sea invisible al ojo humano.

El amor es el regalo más preciado que recibimos de Dios. Con amor, no hay adversidad, contratiempo ni dificultad que pueda arrebatarnos la belleza y la alegría de vivir, aunque en algunos momentos experimentemos la tristeza y sintamos que nos hemos estrellado en un desierto. Por encima de cualquier circunstancia, la vida es hermosa porque en el universo hay un amor tan poderoso que vencerá a todo mal.

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