El papa Francisco (en julio del 2014) dio algunos puntos para esa “receta de la felicidad”
La felicidad está considerada como una de las cosas que el hombre, en general, dice querer. Es el deseo más profundo de la naturaleza humana aunque al ser tan profundo no es fácil encontrarlo y menos considerando la prontitud y la aceleración con que nos exigimos hacerlo. A medida que pasan los años y nos enredamos en las vueltas que nos hace dar la vida, la felicidad queda muchas veces archivada en nuestro corazón como un olvidado sueño de juventud. Siendo adultos incapaces de realizar este pedido tan humano que nos clama desde el íntimo ser también frustramos este mismo deseo en nuestros niños.
Madres, padres,maestros anhelamos que nuestro chicos vivan una buena vida felices y si bien, es difícil también es posible como nos lo han enseñado muchos pedagogos a lo largo de la historia que creyeron de vital importancia enseñar a vivir la vida con todo lo que esta nos brinda .
Darse el gusto de ser felices
En realidad, todos son llamados a ser felices, más en cualquier generación dada pocos son los elegidos, porque pocos se eligen a sí mismos. Cada uno tiene tiempo y oportunidad de aprender las lecciones necesarias para serlo. Aunque llama la atención que tantas cosas se ofrecen para ser aprendidas y la más importante queda desvalorizada.
Los que esperan pasivamente que la felicidad les llegue podrían, mientras tanto, sentirse deseosos de colaborar con tal propósito. Como primera meta convendría empezar practicando una cultura de las pequeñas respuestas de sentido. Las rutinas de las que es difícil zafar como el trabajo, la vida cotidiana, la familia, las responsabilidades, viéndolas desde otra perspectiva pueden ser el remedio decisivo que nos libren de la absoluta desesperación de pensarnos infelices. Los hombres no desesperan en la medida en que tienen algo que cumplir, que terminar: conseguir el sustento familiar, preparar el próximo examen, buscar una promoción en el trabajo, en fin, hacer planes.
Además, en esta búsqueda siempre habrá auxiliares si se los quiere encontrar. El maestro aparece solo cuando el alumno está dispuesto. En realidad, una manera de visualizarlos es pensar que cada vez que alguien se nos acerca con sus gestos y actitudes nos está dando una lección de qué es lo que queremos ser y qué no. Para eso se requiere estar abierto y atento a esos encuentros. Si solo vemos al otro como desdibujado o tan distinto a uno es probable que lo rechacemos y ni siquiera lo tengamos en cuenta.
El papa Francisco (en julio del 2014) dio algunos puntos para esa “receta de la felicidad”, que invitó a adoptar:
- Vivir y dejar vivir: “Anda adelante y deja que la gente vaya adelante’. Viví y dejá vivir, es el primer paso de la paz y la felicidad”.
- Darse a los demás. “Si uno se estanca, corre el riesgo de ser egoísta. Y el agua estancada es la primera que se corrompe”.
- Moverse respetuosamente. ” La capacidad de moverse con benevolencia y humildad”
- Jugar con los chicos.“El consumismo nos lleva a esa ansiedad de perder la cultura del ocio, leer, disfrutar del arte. Jugar con los chicos es clave de una cultura sana.”
- Compartir los domingos con la familia.
- Cuidar la naturaleza. “Es uno de los desafíos más grandes que tenemos”.
- Olvidarse rápido de lo negativo. “La necesidad de hablar mal del otro indica una baja autoestima, es decir: yo me siento tan abajo que en vez de subir, bajo al otro. Olvidarse rápido de lo negativo es sano”.
- Respetar al que piensa distinto. “Podemos inquietar al otro desde el testimonio, para que ambos progresen en esa comunicación Cada uno dialoga desde su identidad.
Un tiempo para enseñar a ser felices
Como se sabe, nadie da lo que no tiene. Padres y maestros acuciados por las prolongadas jornadas laborales, por el stress que les produce los vaivenes económicos; dedicados demasiado tiempo a comunicarse a través de las tecnologías en boga, se distraen de su tarea fundamental que es educar.
Es muy importante que dediquemos un tiempo a enseñar a los chicos a ser felices, es decir, a saber valorar lo que tienen, a las personas que los rodean, la amistad, a quererse, a perdonar, a soñar, a saber jugar, a aceptar que las cosas no siempre son como nosotros querríamos. De esta manera los estamos alfabetizando en habilidades que les serán útiles en el presente y cuando sean mayores y se enfrenten a situaciones difíciles.
Pero, atención!. Más que escucharnos los chicos nos observan. Somos un modelo para ellos y por lo tanto debemos actuar con coherencia. Mal podrían aprender esta materia si solo ven adultos con el gesto adusto, riñendo o distraídos.
Como cada uno es diferente a otro también son diversas las maneras de sentirse feliz. Existen tantos tipos de felicidad como personas. No hay dudas y asumir esto requiere mucho respeto.
Hay pistas para iniciar a los pequeños en esta tarea:
- Hacerles sentir queridos y demostrarles cariño que van de la mano con ser amables, hablarles bien, decirles que se los quiere y que ellos a la vez también puedan decírselo a los demás. Reconocerlos tal como son, con las cosas buenas y malas que todos tenemos porque no somos perfectos
- enseñarles a cultivar verdaderas amistades, compartiendo lo que se tiene y el tiempo para estar juntos
- aprender a quererse, a cuidarse, a no enfadarse consigo mismo, a respetar los propios ritmos
- a desarrollar habilidades o hobbies que pongan en prácticas sus destrezas. Y también a mostrarles actividades nuevas que a veces, no se sabe si gustan hasta conocerlas. Probarlas además puede ser muy divertido.
- Poder gozar de tiempo libre sin imposiciones de horario, sin hacer nada y descansar, haciendo con calma lo que tenemos entre manos y nos gusta.
El camino hacia esta exploración de la felicidad se allanará cuando logremos superar la tendencia hacia todo lo que es violento, destructivo, cuando mostremos un interés auténtico por el mundo y logremos un sentido de identidad basado en la experiencia sobre nosotros mismos como sujeto y agente de nuestras facultades. Tal vez no sean las grandes cosas las que nos colmen como decía Tomás Moro: “Dame, Señor, un poco de sol, algo de trabajo y un poco de alegría para ser feliz”.
Cecilia Barone
Artículo originalmente publicado por Familia Cristiana