Cuando eres capaz de ayudar a los pobres de las misiones, e incapaz de sentir amor por los que tienes cercaMuchos nos sorprendemos al ver como satanás nos impulsa a cuidar de otras personas. Sin embargo, podemos ver rápidamente que él está tratando de alejarnos de practicar la caridad diariamente con la gente que nos rodea con la práctica de actos imaginarios de caridad que no cultivan una vida virtuosa.
Lo que él hace es muy astuto y en la superficie parece algo bueno.
Screwtape enmarca la situación así:
“Hagas lo que hagas, va a existir bondad así como malicia en tu alma paciente. La cosa más grande es dirigir la maldad a los que te rodean a diario y lanzar la bondad a círculos más distantes, a gente que no conoce. De esta manera la maldad se vuelve palpable y la bondad un concepto imaginario. No hay ningún bien en inflamar su odio por los alemanes (durante la segunda guerra mundial) si, al mismo tiempo, un hábito pernicioso de caridad crece entre él y su madre, su empleador y el hombre que se cruce en el tren”. (28, énfasis añadido)
Lo que describe Screwtape es un escenario muy familiar.
Cada año (típicamente uno o dos domingos al año) escuchamos de un sacerdote misionero acerca de tierras lejanas, (usualmente en Sudamérica, África o India) que describe la terrible situación de su pueblo. La situación es precaria y la necesidad está ahí. Es una acción muy bella colaborar con ellos, y debemos hacer lo que podamos para usar nuestras riquezas para su beneficio. Al mismo tiempo, muy a menudo damos donaciones generosas de lo que nos sobra a la gente que lo necesita, pero todavía guardamos resentimientos contra el vecino que nunca recoge su basura. Tenemos mucha compasión por la gente de África que viven sin agua potable, pero fallamos al no sostener el mantenimiento de comedores de caridad locales.
Se pone peor cuando damos miles de dólares a un orfanato distante, pero no colaboramos con nuestros parientes que tratan de adoptar un bebe.
Mientras que las misiones son maravillosas y debemos colaborar con ellas (personalmente yo colaboro con el trabajo “Sin unión” (Unbound) como una persona que puede colaborar con una persona específica y ha respondido a través de los años; siempre sabes quien recibe tu dinero y que impacto ha causado en ellos), casi nunca escuchamos las dificultades de nuestros vecinos que sufren o acerca de todos los hombres y mujeres en nuestra comunidad que no tienen empleo y no tienen dinero suficiente para sostener a su familia. Nuestra caridad parece “imaginaria” como la llama Screwtape; no tiene sustancia. Para usar terminología moderna, es “caridad en la Nube.”
La iglesia nos da un antídoto para nuestra caridad que le falta realidad. Es llamada “Las obras corporales de la Misericordia.” Estas acciones virtuosas tienen sustancia y nos ayudan a llevar una vida virtuosa y caritativa. Nos ayuda a ver a Jesús no solo en las imágenes que vemos en la iglesia, sino también en la gente real que vemos cada día.
Estas son las siete obras corporales de la misericordia:
- Dar de comer al hambriento.
- Dar de beber al sediento.
- Vestir al desnudo.
- Dar posada al necesitado.
- Visitar al enfermo.
- Socorrer a los presos (rescatar al cautivo)
- Enterrar a los muertos.
Estas son probablemente algunas de las cosas más humillantes que una persona puede hacer. Muy pocos de nosotros nos tomamos el tiempo de alimentar a otros en los comedores de caridad locales o visitamos un hogar de ancianos. Y de por sí, estas son las personas que necesitan nuestra atención.
Alguno de los momentos más profundos de mi vida llegó cuando de hecho ayudé a alimentar a alguien, visitarlos o simplemente ayudarlos. Estos son literalmente nuestro prójimo. Estos actos de misericordia definen quienes serán los que lleguen al Reino de los Cielos:
“Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver”.
Los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?”
Y el Rey les responderá: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”. (Mateo 25, 34-40)
Si queremos mayor incentivo, escuchemos las palabras de La Madre Teresa:
“No nos conformemos con solo dar dinero. El dinero no es suficiente, el dinero se puede obtener, pero ellos necesitan el amor de su corazón. Entonces, entreguen su amor a donde vayan.
Insistamos más y más en reunir fondos de amor, de caridad, de entendimiento, de paz. El dinero vendrá si buscamos primero el reino de Dios- el resto vendrá por añadidura.
Toquemos al moribundo, al pobre, al que se encuentra solo, al abandonado, de acuerdo con las gracias recibidas y no nos avergoncemos o retrasemos el trabajo humilde”.
Conclusión
Si damos un paso pequeño practicando la caridad con esos que nos encontramos día a día seremos capaces de cambiar el mundo entero, una familia, un vecindario a la vez.