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Doris Engelhard: monja y maestra cervecera en la Abadía de Mallersdorf.

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Daniel Esparza - publicado el 08/08/16
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La Abadía, que ha producido su propia cerveza desde el siglo XII, cuenta con 490 hermanas, pero sólo Doris continúa con el antiguo oficio.

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Desde siempre, monasterios y abadías han hecho su propia cerveza. La razón no es difícil de entender: considerando los riesgos de beber agua empozada y sucia (la mayoría de los riachuelos eran utilizados como cloacas) la cerveza siempre fue una alternativa mucho más sana. De hecho, en el siglo VI, una cerveza podía fácilmente ser parte del desayuno de un niño, de una madre amamantando, de los enfermos y los ancianos, o de cualquier hijo de vecina, sin ir muy lejos.

Así, cuando la cerveza tuvo que pasar de ser una bebida hecha en casa (generalmente por la madre de la familia) a ser producida en cantidades más grandes, el oficio de “maestro cervecero” comenzó a ser ejercido por monjes y monjas en las abadías, que proveían no sólo a la comunidad monástica, sino a peregrinos, huéspedes y vecinos de las villas cercanas con la bebida.

Doris Engelhard es una monja, heredera de esta tradición. Probablemente, la última de una estirpe. De niña, en 1961, llegó a Mallersdorf como una estudiante, en una escuela administrada por la abadía: su madre estaba enferma, y las monjas se encargaron de educarla y criarla. Para el año de 1969 ya había aprendido, además, a hacer cerveza, bajo la tutela de otra hermana, que había estado a cargo del oficio desde 1931.  Ese mismo año, (1969) Doris hizo sus votos, tomó el hábito de religiosa y se unió a la comunidad monástica de la abadía, donde ha vivido desde entonces, encargada de producir, anualmente, ochenta mil galones de cerveza.

En una entrevista concedida a The Atlantic, la hermana Doris comenta: “hay 490 hermanas en la abadía. Algunas son maestras en escuelas, trabajan en orfanatos, en asilos. También hay cocineras, criadoras de cerdos, panaderas. Hacemos todo nosotras mismas”, siguiendo la regla de San Benito, que establece que los monasterios deben ser siempre autosustentables. “A mi me encanta mi trabajo, y amo el olor cuando estoy haciendo cerveza. Me encanta trabajar con cosas vivas: la levadura, la cebada, y la gente que disfruta la cerveza que hago (…) la cerveza, en realidad, es la más pura de todas las bebidas alcohólicas, y es realmente muy saludable, siempre y cuando no se la beba inconscientemente”.

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