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Francisco: “Sofá-felicidad” es parálisis silenciosa que perjudica la juventud

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Ary Waldir Ramos Díaz - publicado el 30/07/16

¿Quieren que otros decidan su futuro? El Pontífice insta a los jóvenes a no estar “dormidos, embobados y atontados”. Su discurso completo aquí, indispensable también para docentes, catequistas, padres y educadores

“La «sofá-felicidad», «kanapa-szczęście», es probablemente la parálisis silenciosa que más nos puede perjudicar. ¡Que puede perjudicar más a la juventud!”, dijo el papa Francisco este sábado 30 de julio en la vigilia de oración con los jóvenes que tuvo lugar en el “Campus Misericordiae” de Cracovia.

En su penúltimo día del viaje apostólico a Polonia, en ocasión de la JMJ 2016, el Pontífice volvió a salirse de los esquemas con un discurso inspirador en que animó a los jóvenes a “no vegetar” – textualmente– “pasarla cómodamente, hacer de la vida un sofá que nos adormezca”.

El Papa habló ayer de jóvenes que “se jubilan a los veinte años”. Hoy habló de “los jóvenes dormidos, embobados y atontados, mientras otros —quizás los más vivos, pero no los más buenos— deciden el futuro por nosotros”.

Antes de la oración, el papa Francisco sacudió a la multitud atónita con sus palabras para movilizarla a dejar atrás el miedo que paraliza como el que probaron los apóstoles después de la muerte del maestro.

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Es muy triste pasar por la vida sin dejar una huella. Pero cuando optamos por la comodidad, por confundir felicidad con consumir, entonces el precio que pagamos es muy, pero que muy caro: perdemos la libertad”, sostuvo.

El Papa dirigiéndose a un millón y medio de jóvenes congregados para la vigilia de oración dijo: “Es cierto que la droga hace mal, pero hay muchas otras drogas socialmente aceptadas que nos terminan volviendo tanto o más esclavos. Unas y otras nos despojan de nuestro mayor bien: la libertad”. 

Una revolución pacífica la de Francisco contra un mundo convulso. “Nosotros no vamos a gritar ahora contra nadie, no vamos a pelear, no queremos destruir. No queremos insultar. Nosotros no queremos vencer el odio con más odio, vencer la violencia con más violencia, vencer el terror con más terror”, clamó.

La violencia no se vence con más violencia“, aseguró el Sucesor de Pedro tras escuchar el testimonio emocionado de Rand, una chica siria que participó en la vigilia de la JMJ.

“¡El terror no se vence con más terror!”, exhortó Francisco ante las políticas de extremos que solicitan a los ciudadanos coartar libertades individuales, aumentar los muros y responder a la violencia terrorista con más armas.

This handout released by Osservatore Romano shows Pope Francis confesseing a youth at the Divine Mercy Sanctuary on July 30, 2016 in Krakow-Lagiewniki as part of the World Youth Days (WYD). Pope Francis is in Poland for an international Catholic youth festival with a mission to encourage openness to migrants. HO / OSSERVATORE ROMANO / AFP
Osservatore Romano

Según el Papa, la solución para este mundo sumergido en una guerra a pedazos es seguir a Jesús que “es el Señor del riesgo, del siempre «más allá». Jesús no es el Señor del confort, de la seguridad y de la comodidad. Para seguir a Jesús, hay que tener una cuota de valentía, para seguir “caminos nunca soñados y menos pensados”.

Ir por los caminos siguiendo la «locura» de nuestro Dios que nos enseña a encontrarlo en el hambriento, en el sediento, en el desnudo, en el enfermo, en el amigo caído en desgracia, en el que está preso, en el prófugo y el emigrante”, añadió.

Por ello, pidió a los jóvenes dejar el sofá metáfora de comodidad e ir “por los caminos de nuestro Dios que nos invita a ser actores políticos, pensadores, movilizadores sociales”.

Asimismo, les invitó alzarse e inundar el mundo de “fraternidad”, “hermandad”, “comunión” y “familia”.

“Celebremos el venir de culturas diferentes”, solicitó rebatiendo implícitamente el racismo producto de una mala interpretación de lo que algunos quieren hacer pasar como una “guerra de religiones”.

“La vida de hoy nos dice que es mucho más fácil fijar la atención en lo que nos divide, en lo que nos separa. Pretenden hacernos creer que encerrarnos es la mejor manera para protegernos de lo que nos hace mal”, constató.

El Pontífice habló de libertad en un discurso motivador y dando un lugar protagónico en la suerte de la humanidad a los jóvenes.

Una responsabilidad latente para un juventud que no debe ‘ventanear’ sino ‘actuar’, parafraseando Francisco.

“Hoy los adultos necesitamos de ustedes, que nos enseñen a convivir en la diversidad, en el diálogo, en compartir la multiculturalidad, no como una amenaza sino, como una oportunidad para el futuro”, abundó.

Y dijo a los jóvenes vestidos de colores y que movían banderas de varias naciones del mundo: “tengan valentía para enseñarnos que es más fácil construir puentes que levantar muros. Tenemos necesidad de aprender esto”.

Por último, los invitó a ser “constructores de puentes” y soñadores de un mundo mejor, iniciando por dar la mano al vecino que se tiene a lado.

“Hoy Jesús, que es el camino, te llama a dejar tu huella en la historia” […]¿Te animas?¿Qué responden tus manos y tus pies al Señor, que es camino, verdad y vida? ¡Qué el Señor bendiga vuestros sueños!”, concluyó.



A continuación, el discurso del papa Francisco:

Queridos jóvenes,
Es bueno estar aquí con ustedes en esta Vigilia de oración.
Al terminar su valiente y conmovedor testimonio, Rand nos pedía algo. Nos decía: «Les pido encarecidamente que recen por mi amado país». Una historia marcada por la guerra, el dolor, la pérdida, que finaliza con un pedido: el de la oración. Qué mejor que empezar nuestra vigilia rezando. Venimos desde distintas partes del mundo, de continentes, países, lenguas, culturas, pueblos diferentes. Somos «hijos» de naciones, que quizá pueden estar enfrentadas luchando por diversos conflictos, o incluso estar en guerra.

Otros venimos de países que pueden estar en «paz», que no tienen conflictos bélicos, donde muchas de las cosas dolorosas que suceden en el mundo sólo son parte de las noticias y de la prensa. Pero seamos conscientes de una realidad: para nosotros, hoy y aquí, provenientes de distintas partes del mundo, el dolor, la guerra que viven muchos jóvenes, deja de ser anónima, deja de ser una noticia de prensa, tiene nombre, tiene rostro, tiene historia, tiene cercanía.

Hoy la guerra en Siria, es el dolor y el sufrimiento de tantas personas, de tantos jóvenes como el valiente Rand, que está aquí entre nosotros pidiéndonos que recemos por su amado país. Existen situaciones que nos pueden resultar lejanas hasta que, de alguna manera, las tocamos. Hay realidades que no comprendemos porque sólo las vemos a través de una pantalla (del celular o de la computadora). Pero cuando tomamos contacto con la vida, con esas vidas concretas no ya mediatizadas por las pantallas, entonces nos pasa algo importante, sentimos la invitación a involucrarnos: «No más ciudades olvidadas», como dice Rand: ya nunca puede haber hermanos «rodeados de muerte y homicidios» sintiendo que nadie los va a ayudar.

Queridos amigos, los invito a que juntos recemos por el sufrimiento de tantas víctimas fruto de la guerra, que recemos por tantas familias de la amada Siria y de otras partes del mundo, para que de una vez por todas podamos comprender que nada justifica la sangre de un hermano, que nada es más valioso que la persona que tenemos al lado. Y en este pedido de oración también quiero agradecerles a Natalia y a Miguel, porque ustedes también nos han compartido sus batallas, sus guerras interiores. Nos han mostrado sus luchas y cómo hicieron para superarlas. Ustedes son signo vivo de lo que la misericordia quiere hacer en nosotros.

Nosotros no vamos a gritar ahora contra nadie, no vamos a pelear, no queremos destruir. No queremos insultar. Nosotros no queremos vencer el odio con más odio, vencer la violencia con más violencia, vencer el terror con más terror.

Nosotros hoy estamos aquí, porque el Señor nos ha convocado. Y nuestra respuesta a este mundo en guerra tiene un nombre: se llama fraternidad, se llama hermandad, se llama comunión, se llama familia. Celebremos el venir de culturas diferentes y nos unimos para rezar. Que nuestra mejor palabra, que nuestro mejor discurso, sea unirnos en oración.

Hagamos un rato de silencio y recemos; pongamos ante el Señor los testimonios de estos amigos, identifiquémonos con aquellos para quienes «la familia es un concepto inexistente, y la casa sólo un lugar donde dormir y comer», o con quienes viven con el miedo de creer que sus errores y pecados los han dejado definitivamente afuera.

Pongamos también las «guerras» de ustedes, las luchas que cada uno trae consigo, dentro de su corazón, en presencia de nuestro Dios. Por esto, les invito a alzarse y tomarse de la mano para ser una familia y estar en fraternidad. ¡Todos!

[Silencio]

Mientras rezábamos, me venía la imagen de los Apóstoles el día de Pentecostés. Una escena que nos puede ayudar a comprender todo lo que Dios sueña hacer en nuestra vida, en nosotros y con nosotros.

Aquel día, los discípulos estaban encerrados por miedo. Se sentían amenazados por un entorno que los perseguía, que los arrinconaba en una pequeña habitación, obligándolos a permanecer quietos y paralizados.

El temor se había apoderado de ellos. En ese contexto, pasó algo espectacular, algo grandioso. Vino el Espíritu Santo y unas lenguas como de fuego se posaron sobre cada uno, impulsándolos a una aventura que jamás habrían soñado. Así las cosas cambian.

Hemos escuchado tres testimonios, hemos tocado, con nuestros corazones, sus historias, sus vidas. Hemos visto cómo ellos, al igual que los discípulos, han vivido momentos similares, han pasado momentos donde se llenaron de miedo, donde parecía que todo se derrumbaba.

El miedo y la angustia que nace de saber que al salir de casa uno puede no volver a ver a los seres queridos, el miedo a no sentirse valorado ni querido, el miedo a no tener otra oportunidad. Ellos nos compartieron la misma experiencia que tuvieron los discípulos, han experimentado el miedo que sólo conduce a un lugar: al encierro. Y cuando el miedo se acovacha en el encierro siempre va acompañado por su «hermana gemela»: la parálisis, sentirnos paralizados. Sentir que en este mundo, en nuestras ciudades, en nuestras comunidades, no hay ya espacio para crecer, para soñar, para crear, para mirar horizontes, en definitiva para vivir, es de los peores males que se nos puede meter en la vida.

La parálisis nos va haciendo perder el encanto de disfrutar del encuentro, de la amistad; el encanto de soñar juntos, de caminar con otros. Nos aleja de los demás, nos impide estrechar la mano. ¿Cómo hemos visto? Todos arrinconados en esas pequeñas habitaciones de cristal.

Pero en la vida hay otra parálisis todavía más peligrosa y muchas veces difícil de identificar; y que nos cuesta mucho descubrir. Me gusta llamarla la parálisis que nace cuando se confunde «felicidad» con un «sofá/kanapa (canapé)». Sí, creer que para ser feliz necesitamos un buen sofá/canapé.

Un sofá que nos ayude a estar cómodos, tranquilos, bien seguros. Un sofá —como los que hay ahora modernos con masajes adormecedores incluidos— que nos garantiza horas de tranquilidad para trasladarnos al mundo de los videojuegos y pasar horas frente a la computadora.

Un sofá contra todo tipo de dolores y temores. Un sofá que nos haga quedarnos en casa encerrados, sin fatigarnos ni preocuparnos. La «sofá-felicidad», «kanapa-szczęście», es probablemente la parálisis silenciosa que más nos puede perjudicar. ¡Qué puede perjudicar más a la juventud!.

Y ¿Por qué sucede esto Padre? Porque poco a poco, sin darnos cuenta, nos vamos quedando dormidos, nos vamos quedando embobados y atontados. La otra vez, hablaba de los jóvenes que se pensionan a veinte años, hoy hablo de los jóvenes dormidos, embobados y atontados, mientras otros —quizás los más vivos, pero no los más buenos— deciden el futuro por nosotros.

Es cierto, para muchos es más fácil y beneficioso tener a jóvenes embobados y atontados que confunden felicidad con un sofá; para muchos eso les resulta más conveniente que tener jóvenes despiertos, inquietos respondiendo al sueño de Dios y a todas las aspiraciones del corazón.

Les pregunto: ¿Quieren ser jóvenes dormidos, embobados y atontados? ¿Quieren que otros decidan el futuro por ustedes? ¿Quieren ser libres, lucidos y luchar por vuestro futuro? …No los escucho convencidos ¿Eh? ¿Quieren ser libres, lucidos y luchar por vuestro futuro? [Sí, aplausos al unísono)

Pero la verdad es otra: queridos jóvenes, no vinimos a este mundo a «vegetar», a pasarla cómodamente, a hacer de la vida un sofá que nos adormezca; al contrario, hemos venido a otra cosa, a dejar una huella. Es muy triste pasar por la vida sin dejar una huella. Pero cuando optamos por la comodidad, por confundir felicidad con consumir, entonces el precio que pagamos es muy, pero que muy caro: perdemos la libertad.

No somos libres para dejar una huella. Este es el precio. Hay tanta gente que no quiere que los jóvenes sean libres, hay tanta gente que no les quiere, que los quiere dormidos, atontados, jamás libres. ¡Esto no! Debemos defender nuestra libertad.

Ahí está precisamente una gran parálisis, cuando comenzamos a pensar que felicidad es sinónimo de comodidad, que ser feliz es andar por la vida dormido o narcotizado, que la única manera de ser feliz es ir como atontado.

Es cierto que la droga hace mal, pero hay muchas otras drogas socialmente aceptadas que nos terminan volviendo tanto o más esclavos. Unas y otras nos despojan de nuestro mayor bien: la libertad.

Amigos, Jesús es el Señor del riesgo, del siempre «más allá». Jesús no es el Señor del confort, de la seguridad y de la comodidad. Para seguir a Jesús, hay que tener una cuota de valentía, hay que animarse a cambiar el sofá por un par de zapatos que te ayuden a caminar por caminos nunca soñados y menos pensados, por caminos que abran nuevos horizontes, capaces de contagiar alegría, esa alegría que nace del amor de Dios, la alegría que deja en tu corazón cada gesto, cada actitud de misericordia.

Ir por los caminos siguiendo la «locura» de nuestro Dios que nos enseña a encontrarlo en el hambriento, en el sediento, en el desnudo, en el enfermo, en el amigo caído en desgracia, en el que está preso, en el prófugo y el emigrante, en el vecino que está solo. Ir por los caminos de nuestro Dios que nos invita a ser actores políticos, pensadores, movilizadores sociales.

Que nos incita a pensar una economía más solidaria. En todos los ámbitos en los que ustedes se encuentren, ese amor de Dios nos invita llevar la buena nueva, haciendo de la propia vida un homenaje a él y a los demás. ¡Esto significa ser valientes y libres!

Podrán decirme: «Padre pero eso no es para todos, sólo es para algunos elegidos». Sí, y estos elegidos son todos aquellos que estén dispuestos a compartir su vida con los demás. De la misma manera que el Espíritu Santo transformó el corazón de los discípulos el día de Pentecostés (eran paralizados), lo hizo también con nuestros amigos que compartieron sus testimonios.

Uso tus palabras, Miguel, vos nos decías que el día que en la Facenda te encomendaron la responsabilidad de ayudar a que la casa funcionara mejor, ahí comenzaste a entender que Dios pedía algo de ti. Así comenzó la transformaciónEse es el secreto, queridos amigos, que todos estamos llamados a experimentar. Dios espera algo de ti, Dios quiere algo de ti, Dios te espera a ti. Dios viene a romper nuestras clausuras, viene a abrir las puertas de nuestras vidas, de nuestras visiones, de nuestras miradas. Dios viene a abrir todo aquello que te encierra. Te está invitando a soñar, te quiere hacer ver que el mundo con vos puede ser distinto. Eso sí, si vos no ponés lo mejor de vos, el mundo no será distinto.Es un desafío.

El tiempo que hoy estamos viviendo, no necesita jóvenes-sofá, młody-kanapa, sino jóvenes con zapatos; mejor aún, con los botines puestos. Sólo acepta jugadores titulares en la cancha, no hay espacio para suplentes. El mundo de hoy les pide que sean protagonistas de la historia porque la vida es linda siempre y cuando querramos vivirla, siempre y cuando querramos dejar una huella. La historia hoy nos pide que defendamos nuestra dignidad y no dejemos que sean otros los que decidan nuestro futuro.

El Señor, al igual que en Pentecostés, quiere realizar uno de los mayores milagros que podamos experimentar: hacer que tus manos, mis manos, nuestras manos se transformen en signos de reconciliación, de comunión, de creación. Él quiere tus manos para seguir construyendo el mundo de hoy. Él quiere construirlo con vos. ¿Y tú que respondes?

Me dirás, Padre, pero yo soy muy limitado, soy pecador, ¿qué puedo hacer? Cuando el Señor nos llama no piensa en lo que somos, en lo que éramos, en lo que hemos hecho o de dejado de hacer. Al contrario: él, en ese momento que nos llama, está mirando todo lo que podríamos dar, todo el amor que somos capaces de contagiar.

Su apuesta siempre es al futuro, al mañana. Jesús te proyecta al horizonte, jamás al museo. Por eso, amigos, hoy Jesús te invita, te llama a dejar tu huella en la vida, una huella que marque la historia, que marque tu historia y la historia de tantos.La vida de hoy nos dice que es mucho más fácil fijar la atención en lo que nos divide, en lo que nos separa. Pretenden hacernos creer que encerrarnos es la mejor manera para protegernos de lo que nos hace mal.

Hoy los adultos necesitamos de ustedes, que nos enseñen a convivir en la diversidad, en el diálogo, en compartir la multiculturalidad, no como una amenaza sino, como una oportunidad para el futuro: tengan valentía para enseñarnos que es más fácil construir puentes que levantar muros. Tenemos necesidad de aprender esto. Y todos juntos pidamos que nos exijan transitar por los caminos de la fraternidad. Qué sean ustedes nuestro.

Construir puentes: ¿Saben cuál es el primer puente a construir? Un puente que podemos realizarlo aquí y ahora: estrecharnos la mano, darnos la mano. Anímense, hagan ahora, aquí, ese puente primordial, y dénse la mano.

Es el gran puente fraterno, y ojalá aprendan a hacerlo los grandes de este mundo… pero no para la fotografía, sino para seguir construyendo puentes más y más grandes. Que éste puente humano sea semilla de tantos otros; será una huella.

Hoy Jesús, que es el camino, te llama a dejar tu huella en la historia. Él, que es la vida, te invita a dejar una huella que llene de vida tu historia y la de tantos otros. Él, que es la verdad, te invita a desandar los caminos del desencuentro, la división y el sinsentido. ¿Te animas?¿Qué responden tus manos y tus pies al Señor, que es camino, verdad y vida? ¡Qué el Señor bendiga vuestros sueños!

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