Los peregrinos que han ido a Polonia son la esperanza del mundoLlegan y llegan a Varsovia desde hace unos días. Conocen sus parroquias temporales, y sobre todo, a las personas que las componen. Ayer jueves por la noche los peregrinos de la JMJ se reunieron en Varsovia en la plaza de Pilsudski, creando un colorido mosaico de todo el mundo. El concierto “Fe, Esperanza, Amor ” fue el comienzo oficial de los llamados “Días en las diócesis”.
Mientras caminaba hacia esta multitud, ante mis ojos imaginé la siguiente escena: una gran cruz blanca que recuerda la primera peregrinación de Juan Pablo II a Polonia en 1979, la iglesia Luterana de la Santa Trinidad con una hermosa y característica cúpula, y, en la distancia, el Palacio de Cultura y Ciencia, un símbolo de la era comunista.
Fe, ecumenismo, historia. Si no fuera por Jesús, no se celebraría la JMJ. Si no fuera por Él, en la plaza de Pilsudski no se hubieran reunido la tarde de ayer varios miles de personas, con cruces alrededor de sus cuellos, con rosarios en las muñecas, con hábitos y sotanas, manifestando su fe sin complejos.
Estas personas vienen de otros mundos, de otras culturas. Llevan en su corazón muy a menudo huellas de la dolorosa historia de sus países, y sin embargo, a pesar de estas diferencias, pueden crear una gran y alegre familia.
Aquí, en este lugar, es donde el papa Juan Pablo II pronunció las famosas palabras: “Que descienda tu Espíritu y renueve la faz de la tierra, de esta tierra”.
Tenía la sensación de que esta oración de alguna manera “se derramaba” sobre la colorida multitud que estaba bailando.
Pero ya no se trata de la tierra polaca, sino de todo el mundo, desgarrado por tantas desgracias.
La apertura recíproca y la cordialidad de estos jóvenes es una prueba irrefutable de que el cristianismo es una forma muy viable de hermandad, de unidad y de paz, y que en realidad ellos son la esperanza del mundo.