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Si tu cerebro no se emociona, no aprende

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Daniel Esparza - publicado el 21/07/16
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Un modelo pedagógico que considera al estudiante como un receptor pasivo es ineficaz

Las neurociencias, es harto sabido, están quizá atravesando por su mejor momento. La aplicación de los resultados obtenidos en este tipo de investigaciones a otras ramas del saber han hecho que incluso ciencias clásicas, milenarias, como la filosofía, acudan a ella en pos de respuestas.

La pedagogía no escapa a esta tendencia. En realidad, no tendría por qué. En un artículo de Ana Torres Menárguez para El País,  se cuenta cómo, en enero de 2010, un equipo de investigadores del MIT, en Boston, monitorearon con sensores electrodérmicos a un estudiante universitario de 19 años, con el fin de medir la actividad de su cerebro, las 24 horas, durante una semana entera. El experimento demostró que “la actividad cerebral del estudiante, al atender a una clase magistral, era casi la misma que cuando veía la televisión: prácticamente nula”.

Los científicos quieren probar, con este experimento, que el modelo pedagógico basado en una comprensión del alumno como un receptor pasivo de información impartida por un emisor unidireccional no funciona.

Según declaraciones recogidas por Ana Torres Menárguez, José Ramón Gamo, neuropsicólogo infantil y director del Master en Neurodidáctica de la Universidad Rey Juan Carlos, explica que “el cerebro necesita emocionarse para aprender”.

Esto explica el énfasis puesto en los últimos años en generar nuevas pedagogías, incluida la llamada “neurodidáctica”.

La neurodidáctica no es una metodología, sino un conjunto de conocimientos que la investigación científica ha aportado al campo de la neurociencia, específicamente en el área que atiende a la relación de la actividad cerebral con los procesos de aprendizaje.

“Antes solo se podía observar el comportamiento de los alumnos, pero ahora, gracias a las máquinas de neuroimagen podemos ver la actividad cerebral mientras realizan tareas”, añade Gamo.

Esta información, entonces, sirve a los profesores y pedagogos para decidir qué métodos pueden servir para una mejor y más adecuada educación del alumnado.

 

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