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San Junípero Serra o el triunfo sobre la apatía

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Jaime Septién - publicado el 09/07/16

Ojalá tuviéramos el celo por compartir el Evangelio del fraile mallorquín

El pasado 1 de julio se celebró en Estados Unidos la fecha instituida por el Papa Francisco para recordar la santidad del “Apóstol de las Californias”; el fraile mallorquín San Junípero Serra.

La canonización, sucedida en Washington con motivo de la visita de Francisco a ese país, fue antecedida por una gran cantidad de protestas de grupos anticatólicos y de nativos de California, que “acusaban” al fraile franciscano de haber usado métodos “violentos” para reducirlos a la fe católica.

Renuncia al éxito académico

Tras ser ordenado, Junípero se doctoró y recibió una cátedra universitaria; sin embargo, prefirió escuchar la llamada de Dios, rechazar el prestigio de una vida académica e irse a evangelizar el Nuevo Mundo, a mediados del siglo XVIII.

Primero llegó a México y fue enviado a evangelizar a los indígenas de la Sierra Gorda de Querétaro, en donde comenzó a fundar misiones, lo que completó (y lo catapultó a los altares) en la Alta California, entonces todavía territorio de la Nueva España.

El fraile dominico Justin Mary Bolger ha escrito sobre este tema en la revista Dominicana, (el blog de la provincia de San José) una reflexión en la que resalta que, más que el tema del éxito de san Junípero en la evangelización, el Papa Francisco –durante su homilía—abordó otro tema: el de la apatía.

“Primero, porque el hombre moderno está afectado por la apatía de una modo muy particular”, dice Bolger en su artículo, reproducido por la revista digital Catholic Exchange.

Para el fraile dominico la muestra la dan la literatura, la poesía y el cine contemporáneo, “llenos de ejemplos de las batallas de los hombres contra el aburrimiento”, lo que el Papa Francisco, durante su homilía, llamó “insensibilidad del corazón”.

“Hoy mismo, muchas personas –subraya el fraile dominico en su reflexión– están fuera de contacto con sus propios corazones; un desafortunado resultado lógico de esta situación es la apatía: si mi corazón es la guía de mi vida, pero yo no puedo sentir mi corazón, entonces pierdo la dirección y el propósito de vida”.

Más adelante, el padre Bolger señala que un corazón adormecido y sin timón disminuirá el deseo. “Y si falta de deseo, dejo de ocuparme. Tal entorpecimiento es lo que llamamos apatía”.

Bola de nieve

Desde luego, uno de los mayores obstáculos que enfrenta la evangelización (la nueva y la antigua) es, justamente, el obstáculo monumental de la apatía; el no preocuparse más por la vida espiritual (ni propia ni ajena) que es lo que, desde el medievo se conoce con la palabra acedia.

“¿Y qué es lo que pasa cuando una larga franja de cristianos pierden el cuidado de ocuparse de su vida espiritual?”, se pregunta el dominico: “De repente no tenemos misioneros como Junípero Serra”, contesta.

Y esto puede ser como una bola de nieve: más apatía genera que menos gente esté dispuesta a evangelizar, a difundir la Palabra de Dios, por lo que menos gente escuchará hablar de Dios y más apatía habrá sobre el tema de Dios en la vida de los hombres.

Un círculo vicioso que el émulo de San Junípero tiene que romper…

Durante su homilía, el Papa Francisco preguntó: “¿Qué podemos hacer para evitar que nuestro corazón crezca adormecido y llegue a estar anestesiado?” La respuesta del dominico Bolger, siguiendo al Papa es que la principal razón por la que éste habló de la apatía en la canonización de Junípero Serra fue –justamente—que la evangelización es un antídoto contra la apatía.

El papa recordó que Jesús dijo a sus discípulos, y nos lo sigue diciendo ahora: vayan y proclamen el Evangelio. “La alegría del Evangelio es algo que debe ser experimentado, algo que tiene que ser conocido y vivido solamente dándolo desde nosotros mismos, solamente dándonos nosotros mismos”, dijo entonces el Pontífice.

“Compartiendo la Palabra de Dios con los demás, experimentamos la alegría del Evangelio”, escribe el padre Bolger. Y adelanta: “Esta alegría puede hacer estallar un corazón insensible y despertarlo. Al salir de nosotros mismos y encontrar otros, comenzamos a disolver la apatía”.

San Junípero no tiene que ver nada, directamente, con la apatía. Él se preocupaba de la misión que el Señor y la Iglesia le habían confiado. “Tenía el celo por compartir el Evangelio, y para nosotros que peleamos con apatía, es un ejemplo de alguien que siguió su corazón, escuchó a Dios y en el proceso, se santificó”, termina diciendo en su artículo Justin Mary Bolger, O.P.

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