“Señor, quiero ser como usted”, afirma el pequeño Jojo a monsieur López, el maestro de la clase única de Saint-Étienne sur Usson, un pequeño pueblo de Auvernia, en el norte de Francia. Allí donde Cristo perdió la alpargata.
Es el último año del profesor Georges López antes de retirarse. Y sigue sosteniendo que “los niños siempre te corresponden”. Estamos en diciembre, y el curso avanzará hasta junio a ritmo de la docena de estudiantes de entre 4 y 11 años que asisten a la misma clase, y de su mascota, una tortuga.
Rodado en una escuela real entre 2001 y 2002, esta película es un documental dedicado a la educación a partir de la enseñanza.
Se ve a un profesor preparar y dar sus clases, atender a los niños e intentar dedicar responder a sus preguntas, elevarles la mirada, introducirles en la realidad de las cosas y en su significado, dedicarles su tiempo libre, toda una vida que es vocación.
Se ve a los niños aprender a escribir, a contar, a afrontar la enfermedad y el dolor, a decidir su futuro lejos de la escuela.
Se ve a las familias a acompañar a sus hijos y a admirar su trabajo, a no saber qué hacer o a convertir un problema matemático en un asunto familiar.
Las situaciones vitales se integran en el camino de aprendizaje que la figura del profesor hace lucir precisamente por su manera de estar ante las cosas. Sin discursos.
En la película de Nicholas Philibert no hace falta hablar de la subsidiariedad ni de teorías pedagógicas (ver la película analizándolas sería reducir la vida a un mero catálogo de etiquetas). Más que contar, la cinta muestra.
Las imágenes naturalistas (muy francesas, en este sentido) confieren un tono emotivo y solemne a lo cotidiano: el baile de los árboles en invierno, el color dorado de un campo en verano, la tranquilidad de un niño que aprende a dibujar o a escribir por primera vez mamá, la ayuda de la clase a la amiga que no sabe escribir un 7, etc.
Sin pretender ser una película idílica sobre métodos de enseñanza ni presentar un modelo bucólico de profesor, Ser y tener nos muestra la vida como educación, como camino guiado por un maestro.
En la hora y media de metraje, monsieur López hace evidente en pocas palabras que educar es poner a alguien en relación con la realidad y su significado. “¿Por qué?”, pregunta recurrentemente.
El mismo Philibert, licenciado en filosofía y agnóstico militante, exigió al equipo dar lo mejor de sí, lejos de ideas prefijadas o sentimentalismos.
Así, siendo fiel a lo que sucedía, la cinta muestra cómo el detalle por las cosas pequeñas y ciertas o el descubrimiento del infinito (increíble la escena con Jojo) colocan a los niños en una posición justa, salvadora.
Ser y tener, los dos verbos que se aprenden primero, son los verbos que conjugan la certeza de una compañía que se tiene y que ayuda a ser. Un hermoso canto a la cotidianidad hecha certeza, camino de vida.
Hoy celebramos a...