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La ciudad que integra a las personas con problemas mentales

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John Burger - publicado el 06/07/16

Geel, en Bélgica, apoya a familias que se hacen cargo de ellas

Imagina esto: estás de barbacoa de verano sentado en el patio de tu casa y el hombre que tienes de huésped en tu casa empieza a abrazar a tu mujer y a darle besitos en la mejilla. Tus amigos están disfrutando de sus bebidas y sus hamburguesas y ninguno parece extrañado.

O esto otro: la persona que vive en la planta de arriba tiene problemas de sueño por la noche porque tiene miedo a que surjan leones de las paredes. Tú haces el trayecto hasta su habitación y ahuyentas ostensiblemente a los leones.

O tal vez tu huésped se encierra en el baño para poder pasar todo el tiempo que quiera —que es mucho— lavándose las manos.

Pues así son las cosas en Geel, Bélgica, una ciudad que, por inspiración de una santa católica, lleva siglos tratando de integrar en su vida diaria a personas con discapacidad mental.

National Public Radio visitó Geel recientemente para describir cómo es la vida en la ciudad estos días.

Pero mejor si empezamos poniéndonos en antecedentes; aquí hay un extracto de La vida de los santos, de Alban Butler, dedicado a la fiesta de santa Dimpna. El autor deletrea los nombres de la ciudad y de la santa con una forma más arcaica:

En la ciudad de Gheel, a cuarenta kilómetros de Amberes, se rinde homenaje a santa Dympna, cuyo cuerpo y el de san Gerebernus [están] enterrados en un antiguo sarcófago de mármol, donde fueron descubiertos […] en el siglo XIII.

Se produjo un interés generalizado en el descubrimiento porque la elevación de las reliquias de santa Dimpna vino acompañada, según se cuenta, de una restauración de la salud de varios epilépticos, lunáticos y personas bajo influencia maligna que visitaron el santuario de la santa.

Desde entonces se la ha considerado santa patrona de los dementes, y los habitantes de Geel siempre han destacado por su amable atención hacia los que padecen algún problema mental.

Tan pronto cerró el siglo XIII se construyó una clínica para acomodar a los enfermos de este tipo y, a día de hoy, la ciudad posee un hospital público para enfermos mentales de primera categoría que cuida y supervisa a los enfermos mentales.

La mayoría de estos pacientes viven sus vidas de forma satisfactoria y productiva como huéspedes internos en hogares de agricultores o de otros residentes locales, a quienes ayudan con sus tareas y con quienes comparten la vida familiar.

La crónica que realizó el reverendo Alban Butler en el siglo XVIII sigue siendo bastante válida hoy día, según constató NPR.

Bajo la atenta mirada del campanario de la iglesia medieval de Santa Dimpna, los habitantes de Geel continúan con su tradición de siete siglos de aceptar en sus hogares a personas con trastornos mentales y cuidar de ellos.

No es una forma de tratamiento ni una terapia. No se les llama pacientes, sino huéspedes o pensionistas, en el sentido de que trabajan a cambio de vivienda y alimento.

Van a Geel, se unen a una familia con quien compartir vida y cuidados y así se ayudan mutuamente.

Luc Ennekans es uno de estos aproximadamente 250 huéspedes de Geel hoy en día, un hombre de 51 años originario de la región de Flandes que vive con Toni Smit y Arthur Shouten.

Ennekans es un hombre amigable. De hecho, a él nos referíamos al principio cuando mencionábamos al que inunda a la señora Smit de afectos, le compra flores, la besa a menudo en la mejilla y camina con ella agarrado del brazo, con el beneplácito de Shouten.

Si fuera por Luc, me estaría abrazando y besando todo el día”, asegura Smit.

“Ni siquiera os podríais dar un abrazo si Luc está delante”, añadió Shouten.

Pero con los años, por la casa de esta pareja ya han pasado seis “pensionistas”, cada uno con sus propias particularidades, así que han aprendido a lidiar con las situaciones más extravagantes. En este caso, han animado a Luc a buscarse una novia.

Como muchos otros anfitriones en Geel, aceptan que así es el carácter de sus huéspedes. No es algo anormal o que tenga que cambiar. “Así es la vida, de lo más normal”, dice Shouten.

Esta aceptación de las diferencias mentales se ha convertido en una especie de tradición en Geel. Es la esencia del programa de huéspedes y algunos observadores opinan que también es la causa del éxito de este sistema.

Durante siglos, por todo el mundo se han probado muchos y diferentes experimentos para ofrecer atención humana a personas con enfermedades o discapacidades mentales. Geel es uno de los que han perdurado.

El que gestiona el programa de huéspedes es un hospital psiquiátrico público de Geel.

Después de que profesionales médicos realicen una evaluación, emparejan al huésped con una familia, que a su vez recibe un estipendio del Gobierno, además de formación y apoyo.

La hospitalización también es posible, en caso necesario, y las personas que previamente han manifestado comportamientos violentos no suelen ser admitidas en el programa.

Hay una serie de criterios importantes para entrar en el programa Geel. El programa selecciona por lo general a pacientes con graves enfermedades mentales o discapacidades cognitivas para quienes resulte muy difícil vivir de forma independiente.

En 2003, casi la mitad de los 516 huéspedes en la ciudad padecían algún trastorno cognitivo y cerca del 20% tenía un diagnóstico de esquizofrenia u otro trastorno psicótico, según investigaciones de Jackie Goldstein, profesor emérito de psicología en la Universidad Samford, EE.UU.

Algunos de los pensionistas también han manifestado frecuentemente otras condiciones, como trastornos del aprendizaje o autismo.

Visto que continuamos buscando respuestas para un mejor tratamiento de las enfermedades mentales, ¿podría replicarse este experimento en otras ciudades?

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