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Antes de ti: el otro es un bien ¿no?

Josep Maria Sucarrats - publicado el 04/07/16

Un mix entre Intocable, La escafandra y la mariposa, Pretty Woman, Bridget Jones, la moda kitsch... y la eutanasia

En un paraje de ensueño, campiña inglesa con castillo en ruinas (¿metáfora o romanticismo?), tenemos a un príncipe y a una cenicienta. Esto es un cuento de hadas, pero no. Una Cenicienta sin zapato. Una comedia romántica, con tragedia edulcorada.

En una Europa cansada, devastada por el paro y la caída de toda seguridad, todo el mundo ha perdido algo: el trabajo, la esperanza, el humanismo, la fe, la movilidad física. Lo que sea. ¿Qué te ha pasado, Europa? No way out. O eso parece. Un imprevisto y aparece el amor.

Will Traynor (Sam Claflin, Los juegos del hambre) lo tiene todo de esa Europa del éxito: es guapo, inteligente, aventurero, asquerosamente rico, vive en un castillo inglés y tiene novias a raudales.

Louisa Clark (Emilia Clarke, Juego de tronos) lo tiene todo de esa Europa del fracaso: lleva una vida sin horizonte, es boba e inmadura, sale con un chico obsesionado por los ultramaratones, trabaja en una cafetería desdichada, no ha podido estudiar y mantiene a sus padres, abuelo y hermana con hijo.

Will es egoísta y sarcástico, el as de los banqueros jóvenes. Lou es la reina del kitsch, del patchwork, y del cutrerío british, un poco tonta pero sencilla de corazón.

Lou se queda en el paro y busca trabajo. Will sufre un accidente, queda tetrapléjico, y hastiado desea morir. Síntesis: Una Europa buena sin posibilidades y una Europa cínica sin vida.

Will ha prometido seis meses de moratoria a sus padres antes de trasladarse a Suiza para que la asociación Dignitas le aplique la eutanasia; sinónimos: suicidio asistido, o como se dice en la película “asesinato”.

Su madre contratará a Lou para que cuide del joven y le enseñe de nuevo a desear y a valorar la vida, y al final para hacerle cambiar de opinión y descubrirse nuevamente hombre.

Sumas dos historias así y nada vuelve a ser lo mismo. El mundo cambia.

Sin embargo, la cinta no quiere entrar en el debate sobre la eutanasia. De hecho, no hay juicio y los enfoques son claros desde el inicio: la familia culturalmente cristiana y la madre hiperprotectora lo consideran crimen o mal; el joven prepotente y hecho a sí mismo lo juzga un bien o derecho.

Los personajes son planos, figurantes de tópicos teatralizados con tendencia a la ñoñería y a la hipérbole.

Están todos los dualismos sin profundidad, alistados para provocar la típica comedia romántica de enredos, con banda sonora efectista. Solamente Lou rebasa esta concepción.

Más allá de eutanasia-sí-eutanasia-no, el quid es el siguiente: ¿qué hacer con el extraño, a quién no piensa como tú?, ¿cómo afrontar el drama de una persona que se desespera?

Porque Will prefiere su derecho al mundo entero, incluso al amor incondicional que le sorprende. Porque Will es el hijo pródigo que no quiere volver y que con su libertad construye su torre de Babel.

La película es franca: ni las ideologías ni las proposiciones sirven; no se puede acompañar a quien no desea ser acompañado.

Pero la excéntrica Lou es Daenerys de Juego de tronos, una especie de figura mesiánica capaz de dar vida a la verdad de la vida.

La actitud justa es la de los ocho monjes cistercienses del Atlas, explicada en De dioses y hombres (2010). Como descubre Lou al ver la película, los monjes no se marcharon ante la inminente violencia, sino que permanecieron y acompañaron hasta la muerte.

Y esto es lo interesante de esta cinta televisiva y sensiblona: hay que servir al hombre, en todas sus condiciones y debilidades, con paciencia y sin estrategias.


Mira cómo reaccionó esta niña con discapacidad a la película: Querido Hollywood, ¿por qué me quieres muerta?


Vale, sí: la película es ambigua, dulzona y le quita tragedia al mal. Pero lejos de lo tuyo y de lo mío, presenta a una Lou sirviendo al hombre que no entiende, y que deja de lamerse las heridas de la división para salir al encuentro último del extraño.

La película nos da una lección: a la gente no se la puede cambiar, solo amarla.

Quizá Will no cambie, pero se nos propone un método que puede unir a esas dos actitudes antitéticas, a esas dos Europas opuestas, a ese mundo atrincherado. Un método que permite caminar hacia la felicidad que nos descubre nuevamente hombres, más allá de esquemas a medida.

La cinta podría ser Bridget Jones, tener la amabilidad de Intocable o la valentía de La escafandra y la mariposa, o cumplir el sueño de Pretty Woman y ser un cuento de hadas. Pero no.

Todo el colorido y cartón piedra nos acercan más bien al drama de Million Dollar Baby, pero con un cambio de actitud muy importante en el personaje.

No hay ayuda en nada, sino cultura del encuentro. Y el mundo necesita urgentemente esto, la constante humanización. ¡Coraje!

Tags:
cine
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