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No sólo la tristeza indica depresión, la irritabilidad también

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A mente é maravilhosa - publicado el 20/06/16

No siempre la tristeza está presente en la depresión - conozca otros síntomas de esta enfermedad

No sólo la tristeza continua e intensa o, mejor dicho, el estado de ánimo sin esperanzas, desanimado o “en el fondo del pozo” es síntoma de depresión. De hecho, la tristeza como síntoma puede no manifestarse en una persona deprimida, siendo su prima hermana la irritabilidad.

Sí. Por más extraña que esta afirmación parezca, una persona deprimida puede no mostrarse triste, pero sí de forma irritada, inestable o frustrada. Las quejas somáticas, el mal humor, las perturbaciones, los dolores físicas, las montañas rusas emocionales, etc. Todo eso puede sustituir la tristeza como síntoma de un problema emocional como la depresión.

Por tanto, podríamos decir que las manifestaciones de rabia, como la insensibilidad, la irritabilidad, la agresividad, y el comportamiento “autoritario” son, a veces, gritos de auxilio para salir del pozo de oscuridad en el que la depresión sofoca.

La irritabilidad como criterio diagnóstico de depresión

Según criterios tanto del Manual Diagnóstico de los Transtornos mentales en la última versión (DSM-5) como de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10), un diagnóstico clínico de depresión puede ser realizado si la persona muestra, entre otras condiciones, irritabilidad en vez de tristeza.

Es decir, si una persona constantemente malhumorada muestra una ira persistente, una tendencia a responder a los acontecimentos con ataques de ira, insultando a los demás o con un sentimiento exagerado de frustración por cosas sin importancia, puede estar fundada en un estado de ánimo depresivo patológico.

En niños y adolescentes se puede manifestar un estado de humor irritable o inestable, más que un estado de ánimo triste y desanimado. Esto no debe confundirse con lo que se considera un patrón de “niño mimado”, con irritabilidad frente a las frustraciones.

Con todo, cabe resaltar que al igual que la tristeza por sí sola no es un criterio suficiente de depresión y necesita otras connotaciones para ser considerada patológica, lo mismo sucede con la irritabilidad.

Concretamente, para hacer un diagnóstico de depresión según los sistemas clasificatorios citados, estas dos condiciones por separado son necesarias, pero no suficientes. Por tanto, no se puede interpretar que basta estar triste o irritado para estar deprimido.

La tristeza y la irritabilidad, por si solas, son estados emocionales saludables, pues pretenden informarnos de que existe algo que nos incomoda y que está perjudicándonos. Sólo se transforman en patológicos cuando distorsionan nuestras vidas y deterioran demasiado nuestras esferas sociales y profesionales durante mucho tiempo.

En general, es preciso tener cuidado con la irritabilidad porque nos puede llevar a hacer cualquier cosa sin que consideremos las consecuencias negativas. Por tanto, un estado persistente lleno de esta inestabilidad característica puede llegar a ser devastador.

Perder la calma con facilidad, hacer comentarios desagradables, ser poco tolerante, demostrar impaciencia, sentir nervosismo, manifestar agitación, tener reacciones inadecuadas, que la gente empiece a apartarse de nosotros por ser desagradables, etc. Todo eso indica que algo no está bien en nuestra vida y que es necesario tomar medidas.

Por tanto, la ira o la irritabilidad que se manifiestan cuando padecemos de depresión es una forma de externalizar lo que se siente y no está siendo expresado. Podemos decir que la persona deprimida tiene la sensación de estar oprimida, de llevar a los hombros un cascarón que pesa toneladas.

Esto le hace sentirse hundida, vulnerable, con la impresión de que ese cascarón no la deja caminar, dificultando su vida y descompensando su ánimo. Esto causa la inestabilidad y la dificultad que esas personas tienen de realizar sus actividades en el día a día.

Por tanto, con la poca fuerza que ese tenebroso cascarón les permite tener, consiguen, como mucho, comer algo y dormir. Este es el peso de la angustia, que se traduce en una realidad asfixiante de tristeza o irritación dependiendo de la persona y, obviamente, del momento.

(via Mente Maravilhosa)

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