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La paternidad, ese faro de expectativas y sueños

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Catholic Link - publicado el 20/06/16

Un video sobre el inconmensurable valor del padre

Escribo este artículo en el primer cumpleaños de mi papá en el cielo. Y no es presunción: mi papá murió un sábado a la mañana, con el Escapulario de Nuestra Señora del Carmen y con los últimos sacramentos administrados por su nieto sacerdote.

Por esta razón el video que me toca comentar hoy me llena especialmente el corazón: como hijo de mi padre veo el buen trabajo que hizo mi papá con sus doce hijos y sus más de 60 nietos. Y como padre de mis hijos, recién transitando el principio de la adolescencia, veo todo lo que me queda por hacer para ser un buen padre.

El video es desde todo punto de vista precioso. Tanto la figura de la madre como la del padre son determinantes en la formación de la personalidad de los hijos, pero nuestra cultura exalta y elogia casi exclusivamente la maternidad, como si la paternidad fuera prescindible, o como si los padres no necesitáramos un reconocimiento por nuestro rol en la formación de los hijos.

La contribución paterna a la educación de los niños es inconmensurable. En la difícil tarea de educar a los hijos, los padres tenemos un desafío muy difícil: debemos mostrar al mismo tiempo firmeza y ternura. Ser firmes sin ser rígidos, y ser tiernos sin ser blandos.

De nuestra firmeza, nuestros hijos obtendrán la seguridad y la firmeza de personalidad que necesitan para enfrentar al mundo.

En este cortometraje, ambientado simbólicamente en un faro con un muelle, el padre acompaña al niño en el crecimiento de su confianza, retratado bellísimamente por los barcos cada vez más grandes que utiliza el hijo.

El padre juega con el niño, pero al mismo tiempo le da a su hijo una confianza creciente, acorde a su edad y medios. Hay un momento precioso, donde el padre mira al hijo que ya ha crecido y lo sigue viendo como un niño.

En esa mirada es donde se ve la tensión interior del Padre: como dice un querido amigo, “la paternidad es un faro de expectativas, de sueños, de amor que siempre está en tensión hacia el futuro”.

Nuestros hijos son nuestro principal desvelo, nuestra principal ocupación y nuestra apuesta más importante hacia el futuro.

Preparamos a nuestros hijos e hijas para que sean independientes, fuertes, confiados, pero aun cuando confiamos en ellos, eso no significa que nuestro corazón sienta tal seguridad.

Son muchos los momentos en los que, como el padre de la película, necesitamos sentir la seguridad de que nuestros “niños” estarán bien y esta seguridad no está exenta de sufrimiento y soledad.

Otro toque maestro del cortometraje es la música. Por un lado la musicalización general, que genera un clima íntimo y maravilloso. Pero de acuerdo a lo que interpreté en la película, la música significa la transmisión de la sabiduría paterna.

El padre sienta al niño frente al piano y el niño quiere tocar caprichosamente, sin saber. El padre lo frena, toma sus manos y se las coloca sobre el teclado en forma correcta, hasta que el niño es capaz de seguirlo en las melodías.

Al encontrar a su padre anciano al regreso, el padre ha perdido la capacidad de expresarse con la música y mientras su hijo la interpreta, él quita las manos del teclado y las pone a un costado. Luego, el hijo transmite a su propio hijo la misma música, pero enriquecida por su propia experiencia.

El papa Francisco ha hecho una hermosa catequesis sobre la paternidad donde dice:

Toda familia tiene necesidad del padre. Hoy nos detenemos en el valor de su rol y quisiera comenzar por algunas expresiones que se encuentran en el Libro de los Proverbios, palabras que un padre dirige al propio hijo, y dice así: “Hijo mío, si tu corazón es sabio, también se alegrará mi corazón. Mis entrañas se regocijarán, cuando tus labios hablen con rectitud (Pr 23,15-16). […]Este padre no dice: “estoy orgulloso de ti porque eres igual a mí, porque repites las cosas que digo y que hago yo”. No, no le dice esto. Le dice algo mucho más importante, que podríamos interpretar así: “seré feliz cada vez que te sentiré actuar con rectitud. Esto es lo que he querido dejarte, para que se transforme en una cosa tuya: la actitud de escuchar y actuar, de hablar y juzgar con sabiduría y rectitud. Y para que tú pudieras ser así te he enseñado cosas que no sabías, te he corregido errores que no veías. Te he hecho sentir un afecto profundo y a la vez discreto, que quizás no has reconocido plenamente cuando eras joven e incierto. Te he dado un testimonio de rigor y de firmeza que a lo mejor no entendías, cuando hubieras querido solamente complicidad y protección. Yo mismo he debido, en primer lugar, ponerme a la prueba de la sabiduría del corazón y vigilar sobre los excesos del sentimiento y del resentimiento, para llevar el peso de las inevitables incomprensiones y encontrar las palabras justas para hacerme entender”. (Papa Francisco, Catequesis del 4 de febrero de 2015).

Para examinarnos, podríamos preguntarnos:

¿Cómo es mi relación con mis hijos? ¿Les transmito seguridad con firmeza y cariño? ¿Los apoyo en sus aciertos y los consuelo en sus fracasos? ¿Sé transmitirles mi sabiduría sin imponerles mis opiniones? ¿Sé ayudarlos a encontrar su propio rumbo?

Artículo originalmente publicado por Catholic Link

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