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The Good Wife: Hillary for President

Jorge Martínez Lucena - publicado el 17/06/16

Una serie casi biopic sobre el perfil de la candidata demócrata a la Casa Blanca

El 2016 será recordado muy probablemente por ser el año en que, por primera vez en la historia de los Estados Unidos de América, una mujer llegó a la Presidencia: Hillary Clinton (sobre todo si tenemos en cuenta a su contrincante). Curiosamente, también este mismo año ha terminado The Good Wife (CBS: 2009-2016), tras 7 intensas temporadas, una teleserie mucho más vinculada a la antaño primera dama y después Secretaria de Estado del mismísimo Obama, de lo que podemos llegar a imaginar.

De primeras, uno tendería a asociar a Hillary Clinton con otras teleseries como la escandinava Borgen (2010-), por aquello de que la presidenta es una mujer, o con la norteamericana Madam Secretary (2014-), aunque Téa Leoni resulta una versión demasiado tuneada de Secretaria de Estado como para confundirla con la presidenciable demócrata.

Sin embargo, en The Good Wife se puede rastrear una preparación del camino de Hillary Clinton por la vía de convertirla en un estereotipo, en un modelo de la mujer conscientemente emancipada: aquella que sabe lo difícil que es para la mujer romper su techo de cristal y llegar a las más altas cimas del poder.

La televisión y la política siempre han ido de la mano. En un principio, los media no dejaban de ser una puntual aunque afilada herramienta de captación de votos en las campañas electorales. También eran el vehículo de una propaganda naif, capaz de embelesar a las audiencias y de coquetear con la idea de conformar mentalidades.

Llegado un determinado momento, los papeles se invirtieron y la política paso a convertirse en una especie de instrumento de los media, deviniendo estos constructores oligopólicos de esa nueva realidad que se ha quedado en reality y que se ha fusionado con el espectáculo, difuminando la frontera entre la ficción y la realidad.

Esto también se ha ido viendo en la tercera edad de oro de la televisión. El Jed Bartlet de El ala oeste de la Casa Blanca (1999-2006), de Aaron Sorkin, educó al público en cómo debía ser un presidente perfecto. Algo que el mismo creador no ha dejado de hacer en The Newsroom (2012-2014), donde Will McAvoy siguió arengándonos, como una especie de pastor mediático, sobre el bien y el mal, desde su informativo prime-time. La corrupción y la pulsión de transparencia de nuestras sociedades en crisis han sido exorcizadas por series como The Wire (2002-2008), Boss (2011-2012) o la española Crematorio (2011).

En nuestro país incluso hemos visto cómo alguno de los nuevos líderes políticos (Pablo Iglesias) se fraguaba en los platós televisivos. En Estados Unidos, hemos podido asistir estupefactos al hecho de que Obama se haya hecho fotografías con el psicopático presidente Frank Underwood, de House of Cards (2013-), no por parecerse a él, entendemos, sino para ser considerado por los ciudadanos más real y à la page, y así ganar en popularidad.

Lo mismo ha sucedido con Hillary Clinton, que se ha hecho retratar precisamente con Alicia Florrick, la protagonista de The Good Wife. Con ello no solo ha querido pasar del mundo abstracto y aburrido de la política al rutilante escenario de las ficciones, donde palpita lo humano de un modo mucho más evidente y verdadero que en las discusiones sobre presupuestos y en los plenos parlamentarios, sino que también ha querido buscar en esa fotografía colgada y diseminada en las redes sociales una mayor identificación con este personaje de ficción.

Alicia Florrick, pese a su brillante licenciatura en derecho en Georgetown, decidió convertirse en ama de casa tan pronto como se convirtió en la señora de Peter Florrick, hombre de prometedora carrera política, y tuvo dos hijos suyos. The Good Wife empieza cuando se destapa en los medios la infidelidad con prostitutas de su marido, entonces Fiscal del Estado, y Alicia tiene que volver a trabajar para rehacer su vida.

Pese a que no rompe definitivamente su matrimonio y apoya a Peter en su posterior camino hacia el cargo de Gobernador del Estado, ella va conquistando espacios de “independencia”, primero laborales y más adelante sentimentales, que la van convirtiendo en una mujer peregrina, empeñada en un camino racional de liberación que culminará cuando, en el capítulo 17 de la 5ª temporada, tras constatar por enésima vez las infidelidades de su marido, le diga: “No te procupes. No me voy a divorciar de ti. Eres demasiado valioso para mí profesionalmente hablando, como yo lo soy para ti. Pero no nos vamos a ver nunca más”.

En ese preciso instante se cierra un círculo que se empezó a trazar en el piloto de la serie, cuando su entonces futura jefa le dijo, justo antes de contratarla: “Cuando yo estaba empezando me dieron un buen consejo: los hombres pueden ser vagos, las mujeres no… Y creo que eso es doblemente válido para ti. No solo porque te reincorporas al trabajo mucho más tarde sino porque llevas un peso excesivo.” En ese momento señala una fotografía en la que aparece Hillary Clinton y acaba afirmando: “Pero, eh, si ella puede hacerlo, tú también”.

La profecía llega a su cumplimiento. Alicia Florrick le abre de nuevo a Hillary Clinton las puertas de la Casa Blanca. Por eso ya puede retirarse a los cuarteles de invierno y dejar que suceda lo que tiene que suceder.

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