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La “industria de la pobreza”: Ayudas a los pobres que empeoran las cosas

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Zoe Romanovsky - publicado el 16/06/16

Entrevista al productor del exitoso documental "Poverty, Inc."

Un nuevo documental sobre la pobreza global está causando revuelo allá donde se muestra. Poverty, Inc. es un largometraje que ya se ha visto en más de 50 festivales de cine y 100 universidades, incluyendo Harvard, MIT y Cornell.

Entre otros honores, recientemente ha sido nombrado mejor documental en el Festival Internacional de Cine de Medio Ambiente en París, y ha recibido el respaldo de todo el espectro político, de economistas libertarios y de cineastas progresistas como Michael Moore.

Michael Matheson Miller es investigador docente del Instituto Acton, donde lleva cerca de diez años con diferentes responsabilidades.

También ha dirigido y producido la serie de DVD Poverty Cure, un programa que consta de seis partes, orientado a iglesias, escuelas y universidades para que examinen asuntos relacionados con la pobreza desde una perspectiva cristiana.

Miller, casado y con seis hijos, el mayor de ellos de 13 años (dentro de poco llegará otro), ha vivido y viajado en Europa, Asia, África y América latina, da clases por todo el mundo sobre Filosofía moral, Desarrollo económico y Teoría social, e Iniciativa empresarial.

Es un invitado habitual en la radio y ha publicado escritos en The Washington Times, The Detroit News, The LA Daily NewsReal Clear Politics. Antes de trabajar para Acton, pasó tres años en el Ave Maria College of the Americas en Nicaragua, donde era jefe del departamento de Filosofía y Teología.

La profunda fe de Miller en la dignidad de todo ser humano sustenta su pasión para reorientar la conversación sobre la pobreza y otros temas sociales complejos. Habló con Zoe Romanowsky, de Aleteia, sobre Poverty, Inc. y sobre cómo podemos empezar a pensar de otra forma cuando hablamos de caridad.

En gran parte de tu trabajo, intentas aportar soluciones innovadoras y efectivas a problemas del mundo real —la pobreza el mayor de ellos— de una forma que arraiga con el punto de vista católico sobre el ser humano y la sociedad. ¿Qué querías conseguir con esta película?

Una de las cosas que hemos intentado hacer es rearticular y redefinir el marco de referencia del debate sobre la pobreza.

Tendemos a tratar a las personas pobres como objetos —objetos de nuestra caridad, de nuestra piedad, de nuestra compasión— en vez de tratarlos como sujetos y protagonistas de sus propias historias.

Y cuando digo “sujetos”, no me refiero a los súbditos de un rey o una reina [en inglés, la palabra subject se usa tanto para ‘sujeto’ como para ‘súbdito’; N. del T.], sino en el sentido de sujeto gramatical, como otros “yo”.

Realizamos más de 200 entrevistas por todo el mundo para la película, y en ellas dejamos que las personas contaran sus historias y compartieran sus experiencias para que los espectadores pudieran entender mejor la “industria de la pobreza”.

Es una película seglar, para un público general, pero para aquellos que lo perciban, toda la fuerza conductora es en realidad la antropología filosófica de la Iglesia católica y, de forma más específica, la antropología filosófica de Juan Pablo II.

No tengo claro que cuando la gente piensa “católico” lo asocie a “innovador”. ¿Estás de acuerdo? ¿Por qué?

Tal vez no somos innovadores porque no es nuestro mayor objetivo; nuestra meta más alta es buscar la verdad y luego conformarnos a ella.

Aquino dice que la verdad es la conformación de la mente a la realidad. Es duro. Pero una cultura que se tome en serio la verdad buscará esa verdad, y al hacerlo, nos volvemos más filosóficos que ideológicos, lo que abre una multitud de posibilidades.

El catolicismo/cristianismo no es ideológico; es filosófico y, en este momento, mucha de nuestra labor consiste en “recuperar”.

De hecho, creo que mientras más continuemos recuperando, rescatando, y no luchando tantísimo por comprender y someter esa visión del mundo que histórica y tradicionalmente ha tenido el catolicismo, entonces seremos testigos del florecimiento de una creatividad que será más innovadora e interesante de lo que el obsoleto secularismo pueda ofrecer.

Es muy optimista.

Sí, y es algo sobre lo que todavía estoy reflexionando, pero piensa en todas las personas que hay hablando de “diseño” y “estilo de vida” y sobre cómo debemos “satisfacer las necesidades humanas”. Y ahí tiene que haber un espíritu emprendedor que cubra esas necesidades humanas.

Pero estamos operando bajo las restricciones de un limitado racionalismo reduccionista que nos llega de la Ilustración, algo de lo que ya habló el papa Benedicto en el discurso de Ratisbona, y aunque vivamos como humanos y sintamos como humanos, el marco intelectual en el que operamos es sumamente restrictivo.

Así que creo que esto limita la innovación y la reflexión a la hora de encontrar maneras de solucionar problemas.

Mucho del trabajo que estamos haciendo ahora mismo en esta generación, y en la que viene después, es en realidad recuperar lo esencial. Veremos esa prosperidad innovadora cuando estas semillas ya hayan sido plantadas y comiencen a florecer. Tal vez estoy siendo excesivamente optimista, pero no lo creo.

¿Qué aprendiste haciendo Poverty, Inc.?

Aprendí mucho.

Una de las cosas que aprendí fue que, aunque los humanos de todo el mundo somos muy diferentes, está escrito en nuestra naturaleza el tener un talento creativo. Es algo que quedó profundamente confirmado.

También aprendí cosas como la forma en que nuestros conceptos de los lugares son, a menudo, muy simplificados. Pensamos en lugares como África, Latinoamérica o Haití mismo, como lugares pobres y peligrosos y no pensamos en ellos como lugares llenos de variedad y diversidad.

En la película, una de las historias que contamos es sobre una empresa de paneles solares en Haití. La mayoría de nosotros no piensa en que se estén fabricando paneles solares en Haití.

Por supuesto, sí vemos las carencias de lo que nosotros damos por supuesto, como las carreteras asfaltadas y la electricidad, pero lo más importante es que las personas quedan excluidas.

Aprendí mucho a lo largo de las más de 100 entrevistas que hice personalmente para la película. Lo más fuerte, en cierto sentido, fue algo que ya sabía, pero cuando escuché cómo lo articulaba a Daniel Jean Louis —un haitiano dedicado al desarrollo empresarial que aparece en la película—, me di cuenta de que había algunos aspectos que yo no estaba viendo desde su perspectiva. Una cosa que dijo se me ha quedado grabada: Nadie quiere ser mendigo toda la vida.

¿Entonces, qué llamamiento a la acción hay aquí?

Es siempre difícil, porque no es necesariamente algo súper emocionante. Estamos llamados a la oración, al ayuno y a dar limosna. Deberíamos ser más generosos. Al mismo tiempo, la llamada a la acción no una cosa específica.

Lo primero es pensar seriamente en ello. Y depende en gran parte del lugar en el que estés, porque el trabajo con la pobreza requiere relaciones humanas.

¿Qué necesidades hay a tu alrededor? Quizás no tengamos que ir a ningún país extranjero. A menudo, la necesidad está en nuestro propio patio trasero.

Así que soy precavido a la hora de decir que hay que ayudar a esta organización o a esa otra. creo que hay unas cuantas organizaciones muy buenas haciendo una buena labor de desarrollo empresarial, que ayudan a las economías y a las comunidades. Así que, mejor encontrarlas y dejar de ayudar a grupos que sólo son parte del problema.

La forma en que Jesús habla de la pobreza es muy seria. Pero tenemos que hacer la diligencia debida. Ayudar a personas pobres es duro.

Sé que no es una respuesta muy satisfactoria. No estoy diciendo que no se ayude en situaciones de emergencia; lo que digo es que hemos aplicado este modelo de ayuda de emergencia como si fuera un modelo de desarrollo económico, y esto tiene que cambiar.

¿Cuál consideras que es tu misión personal?

Soy profesor e intento ayudar a la gente a que piense. Lo que me motiva más que nada e influye en mi trabajo es la dimensión subjetiva de la persona.

Aquí está la maravillosa y profunda contribución del pensamiento judío y cristiano. La persona no es un individuo radical, tampoco es un engranaje de la sociedad, sino un sujeto. Por eso son tan importantes para mí el papa san Juan Pablo II y el papa emérito Benedicto XVI.

C.S. Lewis tiene una frase encantadora que siempre cito: “No hay gente ordinaria. Usted nunca ha hablado con un simple mortal. Naciones, culturas, artes, civilizaciones: éstas sí son mortales y su vida no es más para nosotros que la de un mosquito. Sin embargo, son inmortales aquellos con los que bromeamos, trabajamos, nos casamos, aquellos que despreciamos y explotamos: horrores inmortales o esplendores eternos”.

Después de todo, esa es mi misión: promover y enseñar y animar a la gente a que piense sobre la dignidad de las personas como sujetos.

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