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La hermana Lucía, de Fátima, hablaba sobre la importancia del rosario

tercer secreto

© P.M WYSOCKI / LUMIÈRE DU MONDE

La Virgen de Fatima

Aleteia Team - publicado el 07/06/16

“En estos tiempos de desorientación diabólica, no nos dejemos engañar por falsas doctrinas”

Coimbra, 4 de diciembre de 1970

Querida Maria Teresa:

Pax Christi.

Nuestra madre recibió su carta y le pide disculpas por no responder personalmente; pero no le es posible en este momento, pues está con muchas cosas que hacer a causa de la próxima fundación del nuevo Carmelo de Braga. Por ese motivo, me entregó la carta para que yo respondiera. Y es lo que hago.

Nuestra madre no puede darle el permiso que desea. Pero también no es necesario. Yo no debo ni puedo ponerme en evidencia. Debo permanecer en silencio, en oración y penitencia. Es la manera como mejor puedo y debo ayudar. Es necesario que todo el apostolado tenga, como base, este fundamento; y esta es la parte que el Señor escogió para mí; orar y sacrificarme por lo que luchan y trabajan en la viña del Señor y por la expansión de su Reino.

Es por este motivo que mi nombre no debe aparecer. En vez de eso, es mucho más eficaz que se sirva del nombre de Nuestra Señora, movimiento que sugiere el “cumplimiento” del mensaje, presentando como argumento la insistencia con que Nuestra Señora pidió y recomendó que se rece el Rosario todos los días, repitiendo lo mismo en todas las apariciones, como previniéndonos para que, en estos tiempos de desorientación diabólica, no nos dejemos engañar por falsas doctrinas, disminuyendo en la elevación de nuestra alma a Dios, por medio de la oración.

Por cierto, no es necesario rezar el Rosario durante la celebración del santo sacrificio de la misa: debe darse tiempo a la misa y tiempo para rezar el Rosario. Podemos y debemos participar en una sin dejar la otra. El Rosario es, para la mayoría de las almas que viven en el mundo, como el pan espiritual de cada día; y privarlas o quitarlas de esta oración, es reducir en el espíritu el aprecio y la buena fe con que se rezaba, o más aún; la parte espiritual es superior a la material. Es como si en la material privaran a las personas del pan necesario para la vida física.

Desgraciadamente, el pueblo, en su mayoría, en materia religiosa, es ignorante y se deja arrastrar por donde lo llevan. De ahí, la gran responsabilidad de quien tiene a su cargo conducirlo, y todos nosotros somos conductores unos de otros, porque todos tenemos el deber de ayudarnos mutuamente, y andar por el buen camino.

Además de esto, sería bueno que a la oración del Rosario se le de un sentido más real que el que se le ha dado, hasta este momento, de simple oración “mariana”. Todas las oraciones que rezamos en el Rosario son oraciones que forman parte de la sagrada liturgia y, más que una oración dirigida a María, es dirigida a Dios:

  • Nuestro Padre nos enseñó por Jesucristo: “Oren pues así: Padrenuestro, que estás en el cielo…”.
  • “Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo…” es el himno que cantaron los ángeles enviados por Dios para anunciar el nacimiento de su Verbo, Dios hecho hombre.
  • El Ave María, bien comprendida, no deja de ser una oración dirigida a Dios: “Ave Maria, gratia plena, Dominus tecum”: Yo te saludo María, porque el Señor está contigo. Estas palabras son, ciertamente, dictadas por el Padre al ángel, cuando lo envió a la tierra, para que con ellas saludara a María. Sí. El ángel le dijo a María que ella estaba llena de gracia no por ella, sino porque ella estaba en el Señor.
  • “Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús”: estas palabras, con las que Isabel saludó a María, fueron dichas por el Espíritu Santo, nos dice el evangelista: “Al oír Isabel el saludo de María,… quedó llena del Espíritu Santo. Elevando la voz, exclamó: Bendita eres entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre”. Sí. Porque ese fruto es Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre.

Así, este saludo es una alabanza a Dios: Bendita entre las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, y porque tú eres la madre de Dios hecho hombre, en ti adoramos a Dios como en el primer sagrario, en el que el Padre puso a su Verbo; como el primer altar; tu regazo; la primera custodia, tus brazos, frente a los cuales se arrodillan los ángeles, los pastores y los reyes, para adorar al Hijo de Dios hecho hombre. Y porque tú, María, eres el primer templo vivo de la Santísima Trinidad, donde vive el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios” (Lc 1,35). Y ya que eres un sagrario, una custodia, un templo vivo, morada permanente de la Santísima Trinidad, Madre de Dios y madre nuestra, “ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”.

¿Quién puede negar que esta es una oración y una alabanza dirigida a Dios? ¿Es más que dirigir a Dios nuestras alabanzas, adoraciones, súplicas, que arrodillarnos frente a los altares de madera, piedra o metal, o custodias doradas, insensibles, incapaces de rogar por nosotros?

Cierto es que san Pablo dijo que hay un solo mediador junto al Padre. Sí. Como Dios, sólo hay uno, que es Jesucristo. Pero el mismo apóstol pide que rueguen por él y recomienda que roguemos los unos por los otros. ¿Podría, entonces, el apóstol no creer que la oración de María no fuera tan agradable a Dios como la nuestra? Es la desorientación diabólica que invade el mundo y engaña a las almas. Es necesario hacerle frente, y para eso puede servir lo que digo aquí. Pero como cosa suya, sin decir mi nombre, como cosa que le sale por la pena. Y, en verdad, es suya porque en calidad de miembros que somos del cuerpo místico de Cristo, todo es nuestro, porque todo es de la Cabeza, Cristo Jesús.

Y me quedo en mi sitio, rezado por usted, por todos aquellos que trabajan con usted, para que sea una campaña que de mucha gloria a Dios, lleve mucha luz y gracia a las almas, paz a la santa Iglesia y al mundo ensangrentado por las guerras.

Tal vez también fuera bueno presentar la campaña, no sólo como cumplimiento del mensaje, sino también como campaña de oración y pertinencia por la paz del mundo, de la santa Iglesia y de Portugal en las provincias ultramarinas. Y que Portugal, que es tan devoto de la Eucaristía y de María, sea el primero en reconocer que la oración del Rosario no es solamente una oración mariana, sino también Eucaristía. Y, por eso, nada debe impedir que se pueda rezar frente al Santísimo Sacramento. Como prueba de ello está el que santo padre Pío XI que había concedido indulgencia plenaria a quien rezara el Rosario frente al Santísimo; y recientemente fue nuevamente concedida la misma indulgencia por su Santidad Pablo VI.

Es, pues, necesario rezar el Rosario, en las ciudades, pueblos y aldeas, calles, caminos, de viaje o en casa, en las iglesias y capillas. Es una oración accesible a todos, y que todos pueden y deben rezar. Hay muchos que diariamente no asisten a la oración litúrgica de la santa misa; si no rezan el Rosario, ¿qué oración hacen? Y, sin oración, ¿quién se salvará? “Velad y orad para que no entréis en tentación”.

Es necesario, pues, orar, y orar siempre. Es decir, que todas nuestras actividades y trabajos estén acompañados de un gran espíritu de oración, porque en la oración el alma se encuentra con Dios; y es en ese encuentro que se recibe gracia y fuerza, incluso cuando viene acompañada de distracciones. La oración lleva siempre a las almas a aumentar la fe, aunque no sea más que el recordatorio momentaneo de los misterios de nuestra redención, recordando el nacimiento, muerte y resurrección de nuestro Salvador; y Dios sabrá descontar y perdonar lo que toca a la debilidad, ignorancia y pobreza humanas.

En cuanto a la repetición de los Ave María, no se quiere hacer creer que es algo anticuado. Todas las cosas que existen y fueron creadas por Dios se mantienen y conservan por medio de la repetición, continuada siempre, de los mismos actos. Y además a nadie se le ocurre llamar anticuado al sol, la luna, las estrellas, las aves y plantas, etc, porque giran, viven, brotan siempre de la misma manera. Y son mucho más antiguos que la oración del Rosario. Para Dios, nada es antiguo. San Juan dijo que los bienaventurados, en el Cielo, cantan un cántico nuevo, repitiendo siempre; santo, santo, santo es el Señor, Dios de los ejércitos. Es nuevo porque, en la luz de Dios, todo aparece con un nuevo brillo.

Un gran abrazo siempre unidas en oración.

Hermana Lúcia

i.c.d

Extraído del ‘Pequeno tratado da vidente, sobre a natureza e recitação do Terço’, colección de estractos de cartas escritas por la hermana Lúcia entre 1969 y 1971.

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