La solución no es vestir de salud el dolor de una vida enferma
A veces, quiero olvidar de repente todas las cosas malas de la vida. Como de un plumazo el pasado que hiere. Las ofensas que ofenden. El puñal que se me clava. El olvido que duele. La agresión nunca olvidada. Las palabras hirientes.
¿Cómo olvidar de golpe todo el dolor que llevo dentro? ¿Cómo sentir paz en mitad de la tormenta? El perdón. El bendito perdón que suplico.
¿Cómo poder cambiar la historia que he vivido? Invertir los caminos. Deshacer las pisadas. A veces quiero. A veces entiendo que no tiene sentido rescribir la historia. Lo escrito, escrito está.
Muchas veces he escuchado a personas quejándose de su suerte, queriendo cambiarlo todo. De repente.
Tal vez yo mismo sin razón he querido cambiar cosas de mi vida pasada. Corregir decisiones, borrar la mala suerte, reparar errores. Como queriendo restablecer un orden que nunca se había perdido en ese corazón de Dios que yo a veces no entiendo. ¿Por qué su lógica y la mía son tan distintas? No lo sé.
La vida no es lineal en su crecimiento. Ni justa. Ni paga a cada uno lo suyo, lo que merece, lo que le corresponde. Y entra en juego tal vez la mala suerte. Y veo vidas con tanto dolor. Parece injusto.
Y deseo cambiarlo todo, o una parte. Devolverle a los sueños la posibilidad de hacerse vida. Que no haya muerte ni dolor. Que no haya pérdidas ni lágrimas. Borrar los fracasos del alma. Para no sufrir. Para no sentir que la vida duele demasiado.
Una persona rezaba: “Te pido, Jesús, la fuerza para caminar siempre contigo. Para ver que la cruz no es el punto final de mi vida. Ni el dolor el extremo definitivo de una vida fracasada. No, Jesús. Después de la cruz viene la vida. Después de la muerte la resurrección. Después de las lágrimas la alegría. Después del dolor la paz infinita. ¡Cómo no voy a soñar con imposibles!”.
Pretender que desaparezca el dolor y el sufrimiento no es el camino. No es lo que de verdad quiero. Acabar con todo el sufrimiento, con las enfermedades que se nos clavan en el alma. No lo espero.
No pretendo lograr que mi madre recuerde todo lo que es, lo que hay que hacer, lo último que ha hecho. Aunque me duela que no pueda hacerlo. No espero que me pregunte cómo me encuentro y qué hago ahora. No importa tanto, para ser sincero.
Es verdad, lo reconozco, me gustaría escuchar otra vez palabras con sentido de su alma. En ríos caudalosos que expresaran lo que siente. Me gustaría saber cuándo su sí es cierto. Y su no responde a un pensamiento lógico.
Me gustaría sacar su alma de ese pozo en el que habita. Recuperar su mirada que reía tantas veces. Me gustaría su abrazo sentirlo nuevamente. Saber que es a mí a quien abraza. Que lo sabe y que lo siente. Me gustaría sacarla de allí donde está escondida. Recuperar su alma perdida, sus palabras cuerdas, su risa alegre. Lo sé, me gustaría.
Pero son sólo sueños que yo dibujo. Esperanzas que guardo. Pero lo acepto y lo beso. No es el camino borrar nada. Ni el olvido, ni querer cambiar el presente. Y por eso, mientras tanto, abrazo a esa madre que tengo que me quiere y punto. Que me toma la mano y la aprieta.
Me basta con retener su mirada azul algo perdida. Me bastan su sonrisa cuando reímos y sus palabras inconexas. Me basta su docilidad para aceptar cualquier plan con agrado. Me basta que se alegre cuando llego y me mire sonriendo.
Me basta con sentir que no se ha ido. Que permanece firme siempre a mi lado. Dispuesta a no dejarme. Dispuesta a no marcharse. Me bastan sus ojos azules, su sonrisa eterna. Me basta con sentirla cerca aun cuando ella parezca lejos. Me basta con saber que me siente aunque tal vez no comprenda.
Sólo importa el instante en que la abrazo, la acaricio y le digo que la quiero. Y ella me dice que también me quiere. Me basta con saber que puedo volver una y mil veces a encontrarme con ella.
Por eso, lo sé, la solución no es borrar de golpe lo que no me gusta de mi vida. Pintar de colores el gris de mis paisajes. Llenar de música los silencios del desierto. Vestir de salud el dolor de una vida enferma. Esperar un milagro que me saque de la muerte. Pedirlo, suplicarle y enfadarme con Dios si no me libra.
No es posible cambiar la vida que vivo con sus circunstancias. No lo pretendo. Sólo beso sonriendo todo lo que tengo.