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El Papa: La Iglesia encarcelada en la ley esclaviza

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Radio Vaticano - publicado el 30/05/16 - actualizado el 07/03/23

En la misa Francisco invita a hacerse 3 preguntas relacionadas con la memoria y la esperanza

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En su camino de fe, la Iglesia (y todos los cristianos) tienen que tratar de no encerrarse en un sistema de normas. Hay que dejar espacio a la «memoria» de los dones recibidos de Dios, al dinamismo de la «profecía» y al horizonte de la «esperanza». El papa Francisco condensó en estas tres expresiones la homilía de la misa del 30 de mayo de 2016 celebrada en la Casa Santa Marta del Vaticano.

Francisco contrapuso la estructura de la ley que todo limita y el soplo liberador de la profecía que empuja más allá de los confines.

En la vida de fe, el exceso de confianza en la ley, advirtió el Papa, puede sofocar el valor de la memoria y del dinamismo del Espíritu.

En la cita evangélica de hoy, Jesús muestra este tema a los escribas y fariseos, que querían hacerle callar, con la parábola de los viñadores asesinos.

Contra el patrón -que para ellos ha plantado, confiándosela, una viña bien organizada-, los viñadores arrendatarios deciden sublevarse. Maltratan y matan a los siervos que el señor les envía para reclamar la cosecha que produce.

El drama culmina con el asesinato del único hijo del patrón. Ese acto, según los equivocados arrendatarios, les haría quedarse con toda la herencia.

Casuística vs. libertad

Asesinar a los siervos y al hijo -imagen de los profetas y de Jesucristo- muestra la «imagen de un pueblo encerrado en sí mismo que no se abre a las promesas de Dios, que no espera las promesas de Dios. Un pueblo sin memoria, sin profecía y sin esperanza«.

A los jefes del pueblo, en especial, les interesa levantar un muro de leyes, «un sistema jurídico cerrado» y nada más. El Papa advirtió:

«La memoria no interesa. La profecía: mejor que no vengan a los profetas. ¿Y la esperanza? Cada uno verá. Este es el sistema por el cual se legitiman: doctores de la ley, teólogos que siempre van por el camino de la casuística y que no permiten la libertad del Espíritu Santo.

No reconocen el don de Dios, el don del Espíritu Santo y enjaulan el Espíritu, porque no permiten la profecía en la esperanza».

«Este es el sistema religioso al que Jesús habla. Un sistema, como dice la primera lectura, de corrupción, de mundanidad y de concupiscencia’, así lo dice san Pedro en la Primera Lectura».




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La memoria nos hace libres

Y en el fondo, reconoció el Papa, «Jesús mismo fue tentado a perder la memoria de su misión, a no dejar el sitio a la profecía y preferir la seguridad en vez de la esperanza«, es decir la esencia de las tres tentaciones sufridas en el desierto. Por eso, dijo el Papa:

«A toda esta gente, Jesús -porque conocía en sí mismo la tentación- les exhorta: ‘Le dais la vuelta a medio mundo para tener a un prosélito y cuando lo conseguís, lo esclavizáis’. Este pueblo así organizado, esta Iglesia así estructurada ¡hace esclavos!«.

Y añadió: «Por esto se entiende cómo reacciona Pablo cuando habla de la esclavitud de la ley y de la libertad que te da la gracia.

Un pueblo es libre, una Iglesia es libre cuando tiene memoria, cuando deja sitio a los profetas, cuando no pierde la esperanza«.




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¿Corazón abierto o encarcelado?

La viña bien organizada, destacó el Papa, es «la imagen del pueblo de Dios, la imagen de la Iglesia y también la imagen de nuestra alma», que el Padre cuida siempre «con tanto amor y ternura».

Rebelarse contra Él, como los viñadores asesinos, es «perder la memoria del don» recibido de Dios.

En cambio, «para recordar y no equivocar el camino» es importante «volver siempre a las raíces». Finalmente, el Papa planteó:

«¿Yo recuerdo las maravillas que el Señor ha hecho en mi vida? ¿Recuerdo los dones del Señor? ¿Soy capaz de abrir el corazón a los profetas, es decir, al que me dice ‘esto así no, tienes que ir allá, sigue, arriesga…’? Eso hacen los profetas…».

«¿Estoy abierto a esto o tengo miedo y prefiero encerrarme en la jaula de la ley? -añadió-. Y al final, ¿tengo esperanza en las promesas de Dios, como tuvo nuestro Padre Abraham, que salió de su tierra sin saber a dónde iba, solo porque esperaba en Dios? Nos hará bien hacernos estas tres preguntas».


MAN

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