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Un sacerdote en primera línea con los refugiados en Grecia

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Getty Images

Louise Alméras - publicado el 28/05/16

Entrevista con el padre Maurice Joyeux, Director del Servicio Jesuita para los refugiados en el mar Egeo

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El padre Maurice Joyeux trabaja en primera línea desde el inicio de la crisis de refugiados que golpea al país. Este misionero curtido en situaciones de emergencia multiplica intervenciones en todos los frentes, en particular en la isla de Lesbos, después de haber pasado varios años en la India y en África, sobre todo en los campos de refugiados de Ruanda y Chad. Desde el año 2008 está instalado en Atenas.

Aleteia: Usted dio la voz de alarma el septiembre pasado (en una aparición en el semanario Le Point) en relación a la crisis de migrantes y de la situación “inhumanitaria” de sus condiciones de vida, y ha llamado en especial la atención sobre los negocios organizados en torno a esta tragedia. ¿Cómo explica usted la ausencia de un corredor humanitario y de protección por parte de las fuerzas europeas o internacionales?

Padre Maurice Joyeux: Creo que las autoridades europeas, mucho menos las griegas, no habían previsto la llegada de unas oleadas tan masivas. Se abrieron las puertas de la casa (sobre todo de la alemana) y la noticia se anunció por todas las redes sociales y los medios de comunicación internacionales, pero el camino para conseguirlo quedó en manos únicamente de los contrabandistas pasadores que, de hecho, se hacen pasar por personas que “ayudan” a los refugiados a conseguir su objetivo. Y se lo han hecho pagar muy caro a los refugiados. Nos ha faltado previsión y valentía política para proteger con prontitud a la población en tránsito, para asegurarles un registro policial legítimo, apoyarles logísticamente (alimentos, sanidad, higiene, agua, refugios provisionales…). Además, algunos países sacaron beneficio al cerrarse tan rápidamente.

El establecimiento de los campamentos parece diferente de lo que usted vio entre Chad y Sudán o en otros países. ¿Estamos ante una disminución o un debilitamiento de la responsabilidad de los líderes europeos? Las cifras inverosímiles de los medios de comunicación sobre los migrantes que salen de Grecia en los barcos y los que están en el lugar, ¿son representación de una negación de la realidad?

Los líderes europeos temen a la opinión pública, y es comprensible. Sin embargo, necesitamos líderes valientes y capaces como Angela Merkel, que se atreve a invitar al riesgo en el ejercicio de una solidaridad efectiva hacia los hombres y mujeres que huyen de la guerra o de cualquier forma de terrorismo, de violencias físicas y morales. Grecia y Europa no creían que tendrían que abrir campos como los de los países emergentes o los de las fronteras de algunos países africanos… Pero la aceleración de la globalización y de sus guerras tiene, de ahora en adelante, efectos dentro de nuestras propias fronteras y territorios. Es urgente que actuemos con inteligencia y les demos la bienvenida con gran respeto a estas personas en peligro que vienen como invitados, la inmensa mayoría de ellos en actitud respetuosa hacia nuestros países, y que imploran nuestra comprensión y nuestro apoyo.

Tras el acuerdo establecido con Turquía, ¿qué consecuencias ha podido observar del lado de la policía local y entre los migrantes? ¿A nivel ético y político? ¿Cuál es su punto de vista sobre este acuerdo?

[El acuerdo] Me parece complejo y poco respetuoso con las personas. Una mercadeo con la devolución de 72.000 personas a cambio de otras 72.000 distribuidas desde Turquía hacia diferentes países europeos… ¡Olvidamos la diversidad de historias y de rostros de los propios refugiados! Así que este acuerdo es, en parte, triste. A pesar de todo, sigue teniendo una dosis de valentía, puesto que afronta el riesgo de “negociar” con Turquía y sus autoridades que, con demasiada frecuencia, están en directo, cuando no al mando, de las poderosas redes mafiosas, los “pasadores”, que trafican con los pasajes hacia Grecia y Europa.

En este momento, el tráfico se ha detenido, pero la amenaza de su reactivación sigue ahí, ejercida, por desgracia, por el Gobierno turco. En resumen, los refugiados son también rehenes de las negociaciones de las políticas de alto o bajo nivel. Así funciona nuestra globalización, haciendo llamamientos al compromiso pero con un intenso resabio a transigencia… Pero ¿cómo actuar, cómo resolver los problemas de este exilio, de un éxodo bajo las bombas?

Se anunció una disminución del 90% en el número de inmigrantes llegados a Grecia entre marzo y abril. ¿Qué significa realmente esta cifra?

Es cierto y sigue siendo cierto hoy día. Es una demostración de la relación directa entre el Gobierno turco y las poderosas redes de pasadores, de su negociación con estos traficantes que cobraban hasta 2000 y 2500 euros por pasajero, al que ponían a atravesar el mar Egeo en uno de esos barcos hinchables mortales. ¡Ha bastado con que el Gobierno turco decidiera que todo se detuviera! Interesante, ¿verdad? ¡Pero no hay que olvidar que Turquía “acoge” a más de 2 millones de refugiados sirios en su territorio! La disponibilidad que mostramos a la hora de acoger a los refugiados en Europa parece bastante escasa en comparación…

Para usted, como jesuita, ¿cuál es su relación con los migrantes y cómo vive esta situación desde la perspectiva de la fe?

He sufrido mucho al ver de cerca a tanta gente sufriendo y siendo maltratada por todos nosotros. Me sentí avergonzado de los pasadores y chantajistas. Traté de ayudar junto a amigos para poner freno a un camino demencial; al principio, todo esto fue una experiencia muy física, agotadora, pero muy poco en comparación con el agotamiento de los refugiados durante su éxodo… Dejé que me llenaran el llanto, la oración, las dudas, la compasión, la búsqueda de la verdad…

La cuestión era, y sigue siendo, servir a la vida, dar testimonio de este espíritu de servicio al corazón de las gentes en el exilio. Acoger esta vida, estos talentos, estas diferencias, puede ser una oportunidad histórica y afortunada. Depende de nosotros. Nuestros valores, como se suele decir, no están en peligro, sino que están siendo puestos a prueba, exigen ser movilizados, ofrecidos, expuestos.

¿Dónde ve usted la esperanza en esta situación?

La esperanza está en el desafío de la diferencia y en la consciencia de las similitudes. Los refugiados comparten las mismas necesidades y los mismos deseos que todos los seres humanos. ¡El compromiso del prójimo existe! La vitalidad y la dignidad de estas personas, de las familias, la juventud de los niños que llegan a nuestro país apelando al despertar de nuestra conciencia, aguzando nuestra atención y nuestra curiosidad, nuestra implicación por un futuro que hay construir pacientemente para ellos.

En su entrevista con Point, usted destaca el gran número de refugiados económicos, procedentes de la clase media, personas de gran valor. ¿Cree que este éxodo masivo de poblaciones es sólo causado por Daesh? ¿No sería más bien la consecuencia de las políticas de defensa a dos velocidades, entre la de la UE y la ejercida por los Estados Unidos, que no respetan a los pueblos, ni la una ni la otra?

No lo creo. Simplemente, la guerra causa la huida de la muerte y de los riesgos físicos más graves. Las crisis que afectan al islam, como las crisis de orden económico surgidas de los conflictos de intereses entre poderes, fomentan estas hemorragias de sangre y de población obligada a huir.

Existen manipulaciones y estrategias manipuladoras que buscan provocar desequilibrios fuera de sus fronteras, a modo de venganza por las dominaciones sufridas o de lecciones que Europa u Occidente pretenden dar al mundo, con sus discursos o sus intervenciones militares. Hay que estar atento y saber discernir.

¿Qué desearía para el futuro de todas estas personas que intentan reconstruir sus vidas? ¿Los documentos necesarios para su instalación en Europa o los medios para participar en la reconstrucción de sus respectivos países? ¿Qué tiene que decir a la población francesa y europea sobre esta crisis y estas personas?

Lo que yo deseo es la paz. Que Siria y Oriente Medio encuentren rápidamente la paz. Desearía que hubiera más inteligencia y menos temores entre nosotros europeos, que tenemos, no obstante, unos recursos culturales y confesionales inmensos. Me gustaría ver que estos refugiados son mejor escuchados y recibidos, más respetados y amados.

Algunos podrán regresar a sus hogares y reconstruir, pero, primero y ante todo, ayudémosles aquí y ahora a plantar cara, a estar orgullosos de sí mismos y a compartir lo mejor que tienen con nosotros. Recurramos a nuestras propias raíces como europeos, profundicemos en nuestra esperanza y nuestra fe, así seremos más abiertos y más receptivos al encuentro y las transformaciones… El pozo de la samaritana fue para el mismo Jesús un lugar lleno de pruebas y encuentros imprevistos, pero también de alegría y de promesas de un futuro increíble.

Entrevista de Louise Alméras

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