Difunde el modelo de mujer individualista, emancipada, sin hijos, consagrada al trabajo…Shondaland es una productora creada por Shonda Rhimes, showrunner de series de gran éxito, como la imperecedera Anatomía de Grey (2005-) o la misma Scandal (2012-). Desde esta empresa se preparan series para el canal ABC, algunas de ellas creadas por Rhimes, como las ya mencionadas y Sin cita previa (2007-2013), y otras solo coproducidas por ella junto al canal ABC, como es el caso de la teleserie que nos ocupa hoy, The Catch (2016-), de la que se pueden ver los diez episodios de la primera temporada en Movistar Series.
Como buen producto de Shondaland, The Catch responde a los valores propios de la marca. La protagonista es una mujer moderna, Alice Vaughan. Emancipada, en los cuarenta, con una orientación de su vida absolutamente profesional, con un contrastado éxito como socia de una agencia de investigaciones privadas de altísimo standing cuyos pingües beneficios le permiten vivir en una preciosa casa con vistas en una colina de Los Ángeles, etc.
Otros valores básicos en la fábrica de sueños que es Shondaland son su lucha por los derechos de las minorías y de los afroamericanos. Las relaciones homosexuales y la bisexualidad son completamente normalizados en su tratamiento dramático chic.
En cuanto a la lucha contra la segregación racial, el mismo presidente Obama, en un discurso reciente a los graduados de la Howard University, dijo: “Cuando yo me graduaba, el héroe negro más importante en la televisión era Mr. T, y el rap y el hip-hop eran contracultura, antisistema. Ahora Shonda Rhimes es la ama de los Jueves por la noche, y Beyoncé hace funcionar el mundo”. Se refería a que la parrilla televisiva del primetime de los jueves en la ABC estaba íntegramente formado por teleseries originadas en ese país imaginario que es Shondaland, donde los derechos civiles son reivindicados incansablemente.
La cuota femenina afroamericana viene encarnada por la preciosa socia y amiga de Alice, en proceso de divorcio, Valerie Anderson (Rose Rollins), también a su vez una mujer emancipada y consagrada profesionalmente al ascetismo intramundano weberiano y al maníaco cultivo de la propia imagen. En este último particular sorprende cómo las dos investigadoras, siempre están perfectamente en forma, pintadas, vestidas, peinadas, y pese a la entrega laboral en la que sobreviven nunca tienen mala cara ni ojeras ni circunstancia alguna consigue afearlas.
En el caso de Alice Vaughan, interpretada con maestría por la misma Mireille Enos que ya consiguió bordar el papel de Sarah Linden en The Killing (2011-2014) en un registro diametralmente opuesto al presente de detective privada pija, merece especial mención la condición de inmutabilidad de sus pestañas postizas, a prueba de cualquier situación, por muy hogareña e inexplicable que esta sea.
El mundo rutilante que se retrata en esta serie tiene que ver con el lujo y el glamour de los estratos más adinerados de California. La trama gira en torno al enamoramiento entre dos personas, cada una a un lado distinto de la ley. La serie empieza cuando Alice está a punto de casarse con el que ha sido su novio durante un año y este la abandona tras intentar robarle a ella y a un poderoso cliente suyo.
La relación amorosa entre esos dos personajes prosigue a lo largo de toda la primera temporada y se va transformando en función de dos fuerzas motoras: por un lado, el deseo de Alice de traer a Ben, un estafador de altos vuelos al servicio de una poderosa organización criminal, de su lado de la ley; por el otro, la preocupación de Ben por la integridad física de Alice, que se mete cada vez más en la boca del lobo, porque hurga donde no debe y trabaja en pro de detener a una familia de psicópatas criminales ingleses integrada por Margot Bishop, Rhys y la especialmente inquietante madre de ambos, Sybil Griffits.
Dicho todo esto, lo que me parece más triste de todo es que Shonda Rhimes luche tanto por la igualdad de determinados colectivos marginados en la sociedad occidental y deje de lado a las mujeres que no desean adoptar el rol tradicionalmente masculino en la vida, consagrándose al trabajo y renunciando a tener familia.
Me parece justo que haya mujeres que opten por ese modelo del triunfo individualista. Lo que no me parece justo es que las mujeres que prefieren tener hijos no tengan modelos positivos de socialización en las pantallas, ni en Shondaland ni en ninguna otra parte, que permitan a la sociedad televidente reflexionar con respecto a sus actitudes de marginación de las mujeres que en sus vidas precisan de conciliación entre familia y trabajo, e incluso combatirlas y modificarlas.