«Voy con humildad y con mucho amor por esta tierra. Acójanme como un hermano». Habla desde Trento el padre Francesco Patton, a pocos minutos de la difusión de la noticia de su nombramiento como nuevo Custodio de la Tierra Santa. Un fraile que hasta ahora era el ministro provincial de Trento para los Frailes Menores, además de presidente de la Conferencia de los Ministros provinciales de Italia y Albania; pero nunca había desempeñado ningún papel en los países del Medio Oriente en los que tiene presencia la Custodia. Un llamado a Jerusalén, pues, bastante sorpresivo para el mismo nuevo Custodio, que tiene 52 años, original de la diócesis de Trento.
Padre Patton, ¿con cuál espíritu se prepara para iniciar su nuevo ministerio como Custodio de la Tierra Santa?
Es un nombramiento que acojo con gran trepidación. sé que será una tarea difícil y muy delicada; antes de expresar verdaderas impresiones, necesito tiempo. Yo mismo debo ponerme en contacto con el ministro general para afinar con precisión los contenidos de este servicio.
Usted hasta ahora era el ministro provincial en Italia. ¿Cuál ha sido durante estos años su relación con la Tierra Santa?
Mi relación ha pasado a través de la figura de dos frailes trentinos que vivieron allá y a los que conocía muy bien. El padre Pietro Kaswalder, biblista y arqueólogo, que falleció hace apenas dos años; y el padre Virgilio Ravanelli, también fraile de nuestra provincia, que fue llamado a Jerusalén en 1973 por el padre Bellarmino Bagatti, y después fue durante muchos años profesor en el Studium Biblicum Franciscanum. De ellos aprendí qué es la pasión por la Tierra Santa. Una tierra que cada franciscano lleva en el corazón desde que Francisco la visitó en 1219 para vivir la realidad del encuentro. Desde entonces, la presencia franciscana ha sido constante en Jerusalén, pero también en los países en los que actualmente tiene presencia la Custodia: Siria, Jordania, Egipto, Líbano, Rodas y Chipre. Pero, más allá de nosotros los frailes, para cada cristiano la Tierra Santa es un lugar fundamental: es el lugar de la encarnación, nuestra fe nació allí.
¿Cuándo visitó por primera vez la Tierra Santa?
Fue en 1997, justamente en ocasión de los setenta años del padre Ravanelli. Recuerdo que tuve la fortuna de poder quedarme y rezar largo y con calma en los Lugares Santos, y por esto fue una experiencia muy bella. En particular, me quedó impresa la fascinación de tres lugares. Sobre todo, obviamente, el Sepulcro vacío, que es importante para nuestra fe justamente porque está vacío. Luego el Cenáculo, el lugar del Pentecostés en el que nació nuestra Iglesia. Y al final, el Tabor, el lugar de la transfiguración. Son lugares muy queridos y los recordé justamente en este día.
¿Qué le gustaría decir a todas las personas que en el mundo se interesan por la Tierra Santa, tan herida por demasiados conflictos y violencia?
Justamente, como siempre hace Papa Francisco, pido a la gente, antes que nada, la oración, mucha, por la Tierra Santa. Sin ella es muy difícil aportar cambios dentro de una situación tan difícil. Y luego, pido que cada uno tenga en su corazón a la Tierra Santa en la medida de sus responsabilidades: desde el gesto simple, pero importantísimo, de quien hace un peregrinaje, hasta quien cuida sus instituciones culturales. Hasta el ámbito de los que tienen responsabilidades públicas en la construcción de la paz. Cada uno puede hacer su parte.