La docilidad a la voz del Espíritu Santo que nos empuja a “quemar” la vida por el anuncio del Evangelio incluso a los sitios más lejanos: esta es la característica de fondo de todos los hombres y mujeres que eligen servir a la Iglesia yendo a la misión. El papa Francisco reflexionó sobre ella en la Misa matutina celebrada en la Casa Santa Marta el 10 de mayo de 2016.
Una llamada que “obliga”, un empuje irresistible a tomar la propia vida y darla a Cristo, es más, a “quemarla” por Él. Esto es lo que hay en el corazón de cada uno de los Apóstoles.
Era el fuego que quemaba el corazón de san Pablo, el mismo fuego que, constata el Papa, arde en “tantos jóvenes que han dejado su patria, su familia y se han ido lejos, a otros continentes, a anunciar a Jesucristo”.
“Obligados” por el Espíritu
La reflexión de Francisco se ha inspirado en la cita de los Hechos de los Apóstoles que cuentan la despedida de Pablo a la comunidad de Mileto.
Una escena conmovedora: Pablo sabe, y lo dice, que no verá más a esa comunidad, los presbíteros de Éfeso que ha mandado llamar ahora le rodean.
Es el momento de ir a Jerusalén y es allí donde el Espíritu lo conduce, el mismo Espíritu que es dueño absoluto de su vida, que siempre lo empujó al anuncio del Evangelio, afrontando sufrimientos y dolores.
"Creo que esta cita evoca a nuestros misioneros" de todas las épocas, dice el Papa: “Iban ‘obligados’ por el Espíritu Santo: es una vocación.
Y cuando, en aquellos lugares, vamos a los cementerios y vemos sus lápidas: muchos murieron jóvenes, siendo menores de 40 años. Porque no estaban preparados para las enfermedades de aquellos lugares.
Dieron la vida jóvenes: han ‘quemado’ la vida. Pienso que ellos, en esos últimos momentos, lejos de sus patrias, de sus familias, de sus seres queridos, habrán dicho: ‘Valía la pena por todo lo que he hecho!’”.
Misioneros, la gloria de la Iglesia
"El misionero va sin saber lo que le espera", insiste el Papa, que cita la despedida de la vida de san Francisco Javier narrada por José María Pemán, escritor y poeta español del siglo XX. Una página que evoca a la de san Pablo:
"Sólo sé, dijo el Apóstol en su discurso de despedida, que el Espíritu Santo, de ciudad en ciudad, me atestigua que me esperan cadenas y tribulaciones".
"El misionero sabe que no le será fácil la vida, pero continúa adelante", comenta Francisco, que se conmueve pensando en los apóstoles de hoy.
Jóvenes: “quemad” la vida por causas nobles
Una cualidad del misionero, por tanto, es la "docilidad", dice Francisco, y concluye con una oración:
Que a pesar de la “insatisfacción” que captura a “nuestros jóvenes de hoy”, la voz del Espíritu Santo “les obligue a ir más allá, a ‘quemar’ la vida por causas nobles.