En sintonía con el resto de su obra, el surcoreano Hong Sang-soo propone sendas variaciones de una misma relación románticaComo tantas obras anteriores de Hong Sang-soo, Ahora sí, antes no no puede interpretarse en los términos de un relato convencional, ni siquiera de aquellos que, inspirándose en La vida en un hilo, de Edgar Neville, dividen su estructura argumental en función de las diversas posibilidades existenciales de su protagonista.
Su escisión en dos bloques que reiteran una misma historia –una figura expresiva que el surcoreano ya empezó a explorar en su segundo trabajo, The Power of Kangwon Province, y en la que ha ido reincidiendo a lo largo de su carrera– no representa algo tan banal como unos universos paralelos en los que la relación entre sus dos protagonistas, el director de cine Ham Chun-su (Jung Jae-young) y la aspirante a pintora Yoon Hee-jung (Kim Min-hee), discurre por sendas distintas.
Lo que en realidad nos está ofreciendo el director es uno de sus habituales puzzles narrativos, que pone en pantalla variantes paralelas del mismo relato –o, si se prefiere, un borrador y una reescritura posterior del mismo–, y que deja abierta, a interpretación libre del espectador, cuál es la relación entre ambas.
Las películas de Hong hacen algo más que explicar una historia. Exploran las posibilidades a la hora de narrarla. Los pequeños detalles, los matices de puesta en escena –o de interpretación– que cambian el sentido de una secuencia, e incluso de una relación. A grandes rasgos, sí, Hong nos está explicando el encuentro fortuito, y la consecuente historia de (des)amor brevísima, rohmeriana, que se produce entre Chun-su y Hee-jung. Pero nos da la oportunidad de descubrir dos posibles visiones de dicho encuentro, y de la interacción entre sus protagonistas, que también son formas distintas de aproximarse a la comedia dramática.
En la primera de ellas, ambos personajes se comportan con mayor equilibrio y dignidad –representando también, de alguna manera, la visión prototípica del cine oriental: calmado, respetuoso… muy zen–, pero también con mayor falsedad, lo que acaba explotando en la secuencia del café con los amigos de Hee-jung.
En cambio, en la segunda, los protagonistas son más inseguros e inestables, lo que provoca que salten chispas entre ellos con mayor facilidad; sin embargo, la sinceridad a veces un tanto peripatética con la que hablan provoca que su relación también sea más auténtica, más emocional –y que el humor de la misma también sea mucho más directo, más abierto, como las interpretaciones de los propios actores–.
Esa reiteración no implica, eso sí, una repetición estricta de la planificación. Cierto que Hong y su director de fotografía, Park Hong-yeol, optan por mantener la colocación de la cámara en ciertas secuencias clave –la conversación en la cafetería, el flirteo en el restaurante de sushi, la climática reunión con los amigos de Hee-jung–, pero, en algún caso, añaden pequeños detalles, encuadres distintos, que cambian la intención e incluso la atmósfera.
En cambio, en otras, el surcoreano busca una angulación distinta, incluso una posición del encuadre totalmente alternativa, para romper el planteamiento dramático de la primera versión de la historia: no es baladí, sin ir más lejos, el cambio en la disposición de los actores durante el momento de la interpretación del cuadro por parte de Chun-su, ya que plantea un tipo de relación totalmente distinta entre ambos –en la primera versión, el director aparece al fondo del plano, con Hee-jung en escorzo, lo que le da mayor importancia dramática al hombre; en cambio, en la segunda, los personajes están equilibrados a ambos lados del encuadre, lo que los iguala–.
Se produce, pues, una retroalimentación entre ambas parte de Ahora sí, antes no que altera la percepción que tenemos de su historia de amor central, y que condiciona la visión que tenemos de sus personajes.