Con entrega y desvelos se olvidan de sus propias necesidades para suplir las nuestrasEn el mes de mayo celebramos a las madres, aquellas creaturas magníficas dotadas por el Dios con un amor que se entrega sin egoísmo; un amor que a imagen de Dios, busca siempre primero el bien de sus seres amados. Esas que por nueve meses nos cargan en su vientre soportando malestares y dolores con gozo y alegría. Esas valientes que enfrentan sin queja el dolor desgarrador de un parto donde se convierten en canal de la gracia de Dios para dar paso a una nueva vida.
Solo la unión divina entre Dios y nosotros sus hijos, sus creaturas, se puede comparar el lazo indisoluble que une a un hijo o una hija con su madre, pues fue en su seno que comenzó nuestra vida. Este lazo permite a las madres percibir con gran agudeza y de manera sobrenatural lo que es bueno y malo para nosotros, y podernos aconsejar sabiamente sobre nuestro caminar en este mundo. No menospreciemos nunca sus percepciones y consejos.
Demos gracias a Dios por el regalo de nuestras madres, que con entrega y desvelos se olvidan de sus propias necesidades para suplir las nuestras. Aquellas que aun después de nuestros errores y traspiés, están ahí con una mirada amorosa y misericordiosa, una palabra certera de consuelo y un hombro en el cual enjugar nuestras lágrimas. Aquellas cuyos brazos son para nosotros lugar de seguridad y paz.
El amor de una madre se magnifica en el profundo amor de nuestras abuelas. Esas que les enseñaron la maternidad a nuestras madres, que les inculcaron la fe para que las nuestras a su vez nos la inyectaran a nosotros. Esas que amanecen con el Rosario en las manos para interceder por nosotros, y que son pilares que mantienen la familia unida. Esas que cuando en la familia hay tempestades, dejan de disfrutar de la paz y quietud de sus años dorados para criarnos y cuidar de nosotros.
Recordemos que tener a nuestra madre es una de las más sublimes gracias que Dios nos regala en la vida. Amémoslas, busquémoslas, contémosles nuestras cosas, escuchemos sus consejos, y sobre todas las cosas, ¡digámosle cuanto las amamos! No olvidemos que para una madre, el regalo más grande es la atención, el amor y presencia y la felicidad de sus hijos.
Artículo originalmente publicado por Por tu matrimonio