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La violencia y el sexo invaden lo audiovisual, ¿estrategia comercial?

Carlos Aguilera - publicado el 02/05/16

El caso de la Serie TV “The Magicians”.En esta “nueva” edad de oro de las series de TV (quizás la tercera), una serie nueva con dificultad llega a una segunda temporada y en los primeros diez capítulos se lo juega todo. Por ello, en el capítulo piloto tratan de poner todos los ingredientes posibles para evitar el fracaso. También en España se copian productos de fuera: Vis a Vis, por ejemplo, está inspirada en Orange is the new Black. En este caso nos centramos en el arranque que está teniendo la serie The Magicians: una especie de mezcla entre Harry Potter (mundo mágico) y la saga X-Men (mundo mutante) con unos adolescentes cargados de hormonas que no parecen tener ninguna autoridad clara a quién seguir.

The Magicians es una serie americana creada por Sera Gamble (Supernatural) y John McNamara (Lois y Clark). El protagonista es Quentin Coldwater que acude a un colegio especial de magia (Brakebills Collegue) para convertirse en un gran mago. Allí descubrirá a una serie de magos novatos y no tan novatos que pronto serán invadidos por una presencia maligna a la que llaman “La bestia”.

Ya en los primeros capítulos vemos cómo el nivel de sexo entre los jóvenes y la violencia explícita van a estar presentes en toda la serie. Por ello, el desarrollo verdadero de los personajes no se logra hasta bien entrada la serie y entre tanto artificio pirotécnico hormonal, la serie pierde entereza aunque logra recuperarse especialmente cuando llegan al mundo mágico de Fillory, un mundo literario que parece existir realmente. Aún así las tramas, subtramas y personajes están como deslabazados sin una autoridad a quien seguir (tipo Dumblendore, Gandalf o el profesor Xavier); de hecho, uno de los profesores del colegio se quita la vida ante el alumno indicándole el suicido como la única respuesta ante “La bestia”. Los adultos parecen como ausentes y sin consistencia. Y esto, confunde la jerarquía del Universo The Magicians, el cual se ve aún más distorsionado con la presencia de unos “dioses” primarios de la magia con dudosa intención y origen.

En definitiva, una especie de batiburrillo mágico que con intención de contentar al sector más “juvenil” carga de sexo y violencia las historias llevándoles a conflictos adultos con el riesgo de no poder afrontarlos. Parece ser que los mismos creadores se han dado cuenta de ello porque al final de algunos capítulos han creído oportuno poner anuncios para prevenir los suicidios.

Por eso cuando se crea una historia y unos personajes determinados por esta “pansexualización de la narración”, la estructura se ve afectada y resulta un producto huérfano de consistencia y lleno de subtramas melifluas que nos atrapan con dificultad y sin rumbo fijo.

Los productos audiovisuales han aumentado el nivel de violencia explícita (Kill Bill, La Pasión, Dexter, Hannibal o The Walking Dead) tanto en cine como en televisión y las escenas de sexo explícito (imagen explícita de miembros genitales) también cada vez son más frecuentes a la hora de mantener al espectador “despierto” (Juego de Tronos, Empire, The Magicians).

Hoy vivimos una especie de nuevo Mayo del 68 pero con otros matices: otra revolución popular, de origen sana, que está generando unas consecuencias sociales y familiares inesperadas en donde la autoridad se vuelve a ver aplastada por un movimiento cuyo objetivo final parece difuso.

Es cierto que la Iglesia quizás haya reaccionado tarde y mal a las inquietudes sexuales de su pueblo que ha tenido que salir de Ella para que otros se las expliquen… Pero hemos pasado de vivir atemorizados y contenidos a estar en una sociedad pansexualizada que de fondo se concibe determinada por sus instintos sexuales. Y esa es la batalla verdadera, la de la libertad.

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