Un ejemplar ejercicio de suspense cocinado a fuego lento que se va enrareciendo conforme avanza el metraje sin necesidad de trucos de feriaLa invitación nos cuenta una historia muy sencilla, al menos en un primer vistazo. Un grupo de amigos recibe una invitación para reunirse tras un par de años sin saber nada de la pareja anfitriona. Nada más llegar el ambiente está enrarecido, algo no huele bien o quizá sea cosa de Will (Logan Marshall-Green), un hombre que no ha podido superar la muerte de su hijo.
Contra todo pronóstico La invitación viene dirigida por Karyn Kusama, una realizadora responsable de títulos tan poco prometedores como AEon Flux (2005) o Jennifer´s Body (2009). Y esto es importante porque probablemente el mayor hallazgo de La invitación resida precisamente en su puesta en escena, en cómo Kasuma mide los tiempos, sostiene el ambiente y asfixia al espectador prácticamente sin que uno se dé cuenta de nada.
La película se parece un poco a El regalo en tanto es una cinta que sin proponer nada estrictamente novedoso consigue generar la sensación de que se está viendo algo considerablemente distinto. Aunque el punto de partida pueda recordar más al de Coherence, una película en la que, como en La invitación, un grupo de amigo se reunía en una casa para cenar con inesperados resultados.
Lo interesante, no obstante, en La invitación, es comprobar cómo se va enrareciendo la película conforme avanza el metraje sin que prácticamente nada estrictamente sospechoso pase delante de la cámara, prácticamente… La reunión se va haciendo cada vez más extraña aunque no tanto como para pensar que estamos rodeados de locos. Al mismo tiempo el que más sospecha de los demás es probablemente el menos equilibrado, una mente ahogada en el recuerdo de su hijo que murió, según parece, cuando estaba bajo su cuidado. La invitación no da demasiadas explicaciones y eso la beneficia porque la hace más verosímil y al mismo tiempo más inquietante.
¿Las cosas no son lo que parecen o yo no veo las cosas como son? Este es el juego que propone La invitación sin prácticamente ningún truco de feria. Las cosas ocurren sin movimientos bruscos y la información se va dejando caer por goteo al tiempo que la cámara de Kasuma disecciona al personaje protagonista, quien cree ver lo que no hay o el único que ve lo que realmente hay.
Al final La invitación resulta un agradecido ejercicio de suspense muy por encima de lo que uno podría imaginar. Quizá no esté a la altura casi magistral a la que la han encumbrado algunos críticos pero sí que es sin duda un título interesante y en muchos sentidos un delicado y ejemplar ejercicio de suspense.