A un corazón duro que elige abrirse con “docilidad” a su Espíritu, Dios le da siempre la gracia y la “dignidad” de levantarse, realizando “si fuese necesario” un acto de humildad.
Papa Francisco lo ha afirmado durante la homilía de la Misa celebrada en Santa Marta, comentando la cita bíblica de la conversión de san Pablo.
Tener celo por las cosas sagradas no quiere decir tener un corazón abierto a Dios.
Papa Francisco pone el ejemplo de un hombre muy fiel a los principios de su fe, Pablo de Tarso, pero con el “corazón cerrado”, totalmente sordo a Cristo, incluso “de acuerdo” con la idea de exterminar a los seguidores llegando a autorizar encarcelar a los que vivían en Damasco.
La humillación deshace el corazón
Todo sucede en el camino que lo llevaba a este fin y la de Pablo se convierte en una historia, afirma el Papa, “de un hombre que deja que Dios le cambie el corazón”.
Pablo es cegado por una luz potente, escucha una voz que lo llama, cae, y se queda momentáneamente ciego.
“Saulo el fuerte, el seguro, estaba en el suelo”, comenta Francisco. En esa condición, destaca, “entiende la verdad, que no es un hombre como Dios quería, porque Dios nos ha creado a todos nosotros para estar en pie, con la cabeza alta”.
La voz del cielo no solo le pregunta “¿por qué me persigues?”, también invita a Pablo a que se levante:
“’Levántate y se te dirá. Debes aprender todavía. Y cuando comenzó a levantarse no podía porque se dio cuenta de su ceguera: en ese momento perdió la vista. ‘Y se dejó guiar’: El corazón comenzó a abrirse. Así, guiándolo con la mano, los hombres que estaban con él lo condujeron a Damasco y durante tres días estuvo ciego y no tomó comida ni bebida«.
«Este hombre que estaba en el suelo, entendió enseguida que debía aceptar esa humillación. El camino para abrir el corazón es la humillación. Cuando el Señor nos envía humillaciones o permite que nos lleguen humillaciones es por esta razón: para que el corazón se abra, se haga dócil, para que se convierta al Señor Jesús”.

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Protagonista, el Espíritu Santo
El corazón de Pablo se deshace. Cambia, en esos días de soledad y de ceguera, su vista interior. Después Dios envía a Ananías que le impone las manos y Saulo vuelve a ver.
Pero hay un aspecto en esa dinámica que, afirma el Papa, hay que tener bien presente:
“Recordemos que el protagonista de estas historias no son los doctores de la ley, ni Esteban, ni Felipe, ni el eunuco, ni Saulo… Es el Espíritu Santo. Protagonista de la Iglesia, el Espíritu Santo que guía al Pueblo de Dios.
Después le cayeron de los ojos como dos escamas y recuperó la vista. Se levantó y fue bautizado. La dureza del corazón de Pablo -Saulo, Pablo- se convierte en docilidad al Espíritu Santo”.
La dignidad de levantarse
“Es bello, concluye Francisco, ver cómo el Señor es capaz de cambiar los corazones” y hacer que “un corazón duro, testarudo se convierta en un corazón dócil al Espíritu”: “todos tenemos durezas en el corazón: todos nosotros. Si alguno de vosotros no tiene, que levante la mano, por favor. Todos nosotros».
«Pidamos al Señor que nos haga ver estas durezas que nos hacen caer. Que nos envíe la gracia y, también, si fuese necesario, las humillaciones para no quedarnos en el suelo y levantarnos, con la dignidad con la que Dios nos ha creado, es decir la gracia de un corazón abierto al Espíritu Santo”.
