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Papa Francisco: Soberbia y orgullo, muros ante la misericordia

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Ary Waldir Ramos Díaz - publicado el 13/04/16

Audiencia general: “Iglesia no es una comunidad de perfectos, sino de discípulos en camino”, fariseos muy religiosos no conocen la misericordia

“Todos somos pecadores y necesitamos la misericordia de Dios (…), una vez he escuchado: no hay santo sin pasado, ni pecador sin futuro”, dijo el Papa Francisco este miércoles 13 de abril durante la audiencia general ante 30.000 fieles y peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro.

Ser cristianos no nos hace impecables“, afirmó y exhortó a los seguidores de Jesús a no creerse mejores que los demás. La predicación se basó en la lectura evangélica:”Misericordia quiero, y no sacrificio” (Mt 9, 9.10b-13).

“La vida cristiana es, pues, una escuela de humildad que se abre a la gracia, en la que se aprende a ver a nuestros hermanos a la luz del amor y de la misericordia del Padre”, constató.

En su predicación luego de la narración evangélica de la llamada de Mateo, discípulo que fuera un publicano (un recaudador de impuestos en nombre del imperio romano), el Papa se refirió a los fariseos que no comparten la mesa con publicanos y pecadores y no conocen la misericordia de Dios.

La Iglesia no es una comunidad de perfectos

“Es suficiente responder a la invitación con el corazón humilde y sincero, la Iglesia no es una comunidad de perfectos, sino de discípulos en camino que siguen al Señor porque se reconocen pecadores y necesitados de su perdón”.

El papa Francisco habló de la vida cristiana que se abre a la gracia, algo incompresible para aquellos que se creen justos o mejores que los demás.

Soberbia y orgullo no permiten” a las personas reconocer que necesitan de la “salvación”. “Todo lo contrario –prosiguió–: impiden reconocer el rostro misericordioso de Dios y actuar con misericordia”.

“La soberbia y el orgullo son un muro que impide la relación con Dios”, insistió.

“Todavía, la misión de Jesús es esta: venir a buscar a cada uno de nosotros para sanar nuestras heridas y llamarnos a seguirlo con amor. Lo dice claramente: “no son los sanos los que necesitan del médico, sino los enfermos’. Jesús se presenta como un buen médico”, agregó.

Jesús el buen médico

El Pontífice, que en otras ocasiones ha presentado a la Iglesia como un “hospital de campaña”, así volvió a mostrar a Jesús como un “buen médico” de los enfermos del alma a través de signos “evidentes”. “Él libera del miedo, de la muerte, del demonio”.

Dejando a un lado las hojas preparadas, subrayó: “Delante de Jesús ningún pecador es excluido… ninguno”, reiteró.

El Papa habló de la esperanza en un Dios que sana todas las heridas y males. “El poder sanador de Dios no conoce enfermedades que no puedan ser curadas. Y esto nos debe dar confianza para abrir el corazón al Señor y que venga a curarnos”.

Citó a Isaías para indicar a los discípulos de Jesús que están llamados a recordar lo que los fariseos habían olvidado. “Todos están invitados al banquete de Dios”, incluso los pecadores.

Los fariseos rechazan compartir con los publicanos. “Jesús les recuerda que ellos (los pecadores) son comensales de Dios”.

Las medicinas o remedios del médico divino son: “la palabra de Dios” y la “Eucaristía”.

La Palabra

Con el primer remedio, “la palabra de Dios”, señaló que es “como un diálogo entre amigos”. Luego remarcó: “Jesús no tenía miedo de dialogar con los pecadores, los publicanos, las prostitutas. No tenía miedo. Amaba a todos”.

“La Palabra penetra en nosotros y como un bisturí obra en profundidad para liberarnos del mal que se anida en nuestra vida”, dijo el Papa.

“A veces, esta Palabra es dolorosa, porque incide sobre las hipocresías, desenmascara las falsas excusas, desnuda las verdades escondidas”, constató.

“Al mismo tiempo, ilumina; purifica, da fuerza, esperanza, es un reconstituyente precioso en nuestro camino de fe”, añadió.

La Eucaristía

Sucesivamente, explicó que la Eucaristía es como “un potente remedio” que “nos nutre de la vida de Jesús” de su “sangre” y de su “cuerpo”.

El Papa – cita al profeta Isaías – para recalcar la misericordia que solicita Dios. “La lealtad de un corazón que reconoce sus propios pecados, que se revisa y vuelve a ser fiel a la alianza con Dios. No sacrificios”.

Entretanto, sostuvo mirando al público presente: “sin un corazón arrepentido, toda acción religiosa es ineficaz” .

De esta manera, aplicó la enseñanza de Jesús a las relaciones humanas: “Esos fariseos eran muy religiosos en la forma, pero no estaban dispuestos a compartir la mesa con los publicanos y los pecadores […]”.

Los fariseos no creían en la medicina de la misericordia. “No reconocían la posibilidad de […] una curación y no ponían en primer lugar la misericordia; a pesar de ser fieles custodios de la ley demostraban no conocer el corazón de Dios”.

El regalo de la misericordia

Con una parábola moderna sobre la misericordia de Dios explicó: “Es como si te regalaran un paquete con un dulce regalo dentro, y tú, en cambio de ir a buscar el regalo miras sólo el papel en el cual está envuelto, solamente las apariencias, las formas…(en cambio de ver el) núcleo de la gracia que te viene donada”, dijo.

“Todos necesitamos de la misericordia de Dios”, concluyó.

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