Audiencia General: el Pontífice insiste en que el sacramento de la reconciliación “hace actual la fuerza del perdón”
Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
https://youtu.be/S_zDMtxEukM
“No debemos temer nuestras miserias, cada uno de nosotros tiene las suyas”, dijo el papa Francisco durante la tradicional audiencia general este miércoles 6 de abril en la Plaza de San Pedro.
En pleno año jubilar, el Pontífice invitó a pedir la gracia de experimentar el poder del Evangelio de la Misericordia que “transforma, que hace entrar en el corazón de Dios, que nos hace capaces de perdonar y mirar el mundo con más bondad”.
Jesús y la misericordia fue el tema de la catequesis del papa Francisco. “Si acogemos el Evangelio del crucifijo resucitado, toda nuestra vida es plasmada por la fuerza de su amor que renueva”.
¿Cómo enseña Jesús la misericordia? El Hijo de Dios se pone en la fila de los pecadores y pide perdón por ellos antes de morir en la cruz. “Todo el Evangelio es una muestra de ese amor puro, gratuito y absoluto que llega a culmen con el sacrificio de la cruz”, dijo.
Por ende, “no debemos temer reconocernos pecadores, pues ha llevado nuestro pecado sobre su cruz y, cuando nos confesamos arrepentidos, tenemos la certeza de su perdón”, explicó.
Jesús por los últimos
En medio de medidas extraordinarias de seguridad y ante la presencia de miles de peregrinos, Francisco apuntó que “Jesús es la misericordia” y la ha comunicado “encontrándose con las multitudes, anunciando el Evangelio, curando a los enfermos, acercándose a los últimos, perdonando a los pecadores”.
Después de la catequesis sobre la misericordia en el Antiguo Testamento, el Pontífice indicó a Jesús que “hace visible un amor abierto a todos; nadie está excluido”, y es “sin limites”, “puro, gratuito, un amor que alcanza su cúspide en el sacrificio de la cruz”.
Así, destacó que el “Evangelio es el verdadero Evangelio de la Misericordia”.
Jesús se pone en la fila de los pecadores
El bautismo de Juan a Jesús en el Jordán fue una demostración de humildad. Él podía presentarse “en el esplendor del tiempo y podía hacerlo. No se ha hecho anunciar por himnos de trompetas, ¡podía hacerlo!, ni tampoco se presentó como un juez y ¡podía hacerlo!”.
El Obispo de Roma remarcó la vida reservada de Jesús hasta los treinta años, una vida “escondida en Nazaret”. “Se dirigió al río Jordán junto a los pecadores, no tuvo vergüenza, estaba allí con todos para hacerse bautizar”.
Por ende, Jesús, desde el inicio de su ministerio, se hizo cargo de la condición humana, “movido por la solidaridad y por la compasión”.
Jesús liberador
En la predicación, el Papa señaló que Jesús en la sinagoga de Nazaret identificándose en la profecía de Isaías dice ser enviado por el “espíritu del Señor” para “anunciar a los pobres la buena noticia”, “a proclamar a los prisioneros la liberación y a los ciegos la vista”.
Después del Bautismo, Jesús viene a “dar la libertad a los oprimidos y proclamar el año de Gracia del Señor”.
El programa de Dios: amor y perdón
“Un programa inicial” fue lo que Jesús trajo después del bautismo, un programa para llevar a “todos el amor de Dios que salva. Jesús no ha traído el odio, la enemistad; nos ha traído el amor, un amor grande, un amor abierto para todos nosotros. Un amor que salva”.
“Jesús es el inicio del tiempo de la misericordia para toda la humanidad”, constató Francisco.
El gesto del bautismo fue una sorpresa para todos, hasta para Juan Bautista. El Papa dijo que en cambio Dios ya lo había previsto: “El Padre confirma el camino que el hijo ha empezado como Mesías”.
“El corazón de Jesús late al unísono con el corazón del Padre, del Espíritu, mostrando que la salvación es fruto de la misericordia de Dios”, añadió.
La misericordia en la cruz
En este sentido, invitó a admirar el misterio de la misericordia en la cruz. “Mientras está para morir, inocente, por nosotros pecadores, Él antes de expirar dice: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
De esta manera, explicó que fue en la cruz cuando Jesús presentó ante el Padre los pecados del mundo. “Los pecados de todos, mis pecados, los tuyos”, reiteró.
Todos los pecados son cancelados. “Nada, ni nadie queda excluido de esta oración sacrificial de Jesús”.
Así, invitó a recordar siempre de que “todos somos pecadores”. Esto significa que “no debemos temer ni confesarnos ser pecadores”. “Pero ¿cuántas veces, nosotros decimos: ‘ese es un pecador, esa es un pecador’?”. Y luego preguntó: “¿Y tú?”.
La reconciliación
El Papa insistió en que el sacramento de la reconciliación “hace actual la fuerza del perdón que proviene de la cruz” y renueva en nuestra vida la gracia de la misericordia de Dios.
“No debemos temer nuestras miserias, cada uno de nosotros tiene las suyas. La potencia del amor del crucifijo no conoce obstáculos. Y no se acaba nunca. Y esta misericordia cancela nuestras miserias”, agregó.
“Si acogemos el Evangelio del crucifijo resucitado toda nuestra vida es plasmada por la fuerza de su amor que renueva”, concluyó.