Algunos médicos maltratan el cuello del útero durante el parto o cosen los puntos de la cesárea sin el suficiente cuidado
Hay una violencia escondida que a veces sólo conocen las mujeres que se han sentido despreciadas al acudir al centro de salud tras varios embarazos, o los médicos que cosen los puntos tras una cesárea sin el cuidado suficiente para que la matriz aguante un nuevo embarazo.
“Es una violencia que se impone, aunque públicamente se niega, y que pese a que es corriente, no suele aparecer en sumarios ni denunciarse, queda impune y eso hace que cada vez más personas la ejerzan”, denuncia a Aleteia el miembro del Consejo Pontificio de Salud José María Simón Castellví.
La llaman “violencia obstétrica” y la sufre esa mujer maltratada o discriminada por estar esperando un hijo (en su casa, en su trabajo, en el hospital,…), esa embarazada a la que le presionan para abortar o que no es atendida con la suficiente profesionalidad y ética,…
Una de las manifestaciones más sorprendentes de esta violencia es la que según Simón ejercen algunos médicos maltratando el cuello del útero con un tipo de pinzas afectando a las glándulas que producen el moco cervical rebajando su calidad y dificultando así un siguiente embarazo.
O cuando el médico liga las trompas de falopio de la mujer sin pedir su permiso o al hacer una cesárea, en lugar de coser a conciencia «pone cuatro puntos para salir del paso y pide a la mujer que no tenga hijos nunca más porque su matriz no aguantará, cuando sí lo haría si la hubiera cosido bien», afirma el expresidente de la Federación Internacional de Asociaciones de Médicos Católicos.
Para Simón, frente a la violencia obstétrica hay que ofrecer una «amabilidad obstétrica, que va desde cosas sencillas que todo el mundo puede hacer como sonreír o felicitar a las embarazadas, hasta ejercer bien la obstetricia».