La enfermedad y muerte de la joven violinista Carlotta Nobile contadas por su hermanoEra Domingo de Ramos de 2013. El papa Francisco hablaba a los jóvenes reunidos en la plaza de San Pedro para la Jornada Mundial de la Juventud: “Vosotros no os avergonzáis de la Cruz, al contrario, la abrazáis porque habéis comprendido que es en el don de uno mismo, en salir de sí mismo, donde está la verdadera alegría, y que con el amor de Dios, Él ha vencido al mal”.
Carlotta seguía la celebración por TV, en su casa de Benevento (Italia). Oyó las palabras del papa Francisco y en ese momento todo cobró sentido: la enfermedad, el dolor, la vida que a los 22 años ya tenía la palabra “fin”.
Violinista precoz de gran talento, concertista de fama a pesar de su juventud, carrera histórico-artística en La Sapienza y en la Luiss de Roma, cursos de historia de arte contemporaneo en la Universidad de Cambridge y en el Sotheby’s Institute de Nueva York, autora de dos libros, Carlotta Nobile hasta ese momento había vivido deprisa, casi con el viento en los rubios cabellos que le daban un aspecto casi escandinavo.
“Soy como un río –escribía en 2007– que para llegar al mar elige siempre el camino más tortuoso, el más largo. El más difícil. Quizás porque en el fondo creo que ganar con facilidad es como perder. Y que perder ante lo imposible es como haber vencido. Por el solo hecho de haberlo intentado. Mi vida ha sido siempre así. Un reto. Y pienso que será siempre así”.
De hecho, cuando se presenta el cáncer, Carlotta afronta la enfermedad como un reto que vencer.
En abril de 2012 abre una página Facebook, titulada “il Cancro e poi” (El cáncer, ¿y?) en la que postea pensamientos y reflexiones, que compartía con muchas personas que vivían su misma lucha, y a las que ofrecía apoyo y ayuda moral.
Y a su “segunda familia” social comunica ese “algo extraordinario” que le sucedió después de un ingreso hospitalario en Milán “y después de la noticia de las nuevas metástasis cerebrales, además de las del pulmón y el hígado”:
“He encontrado la fe y el abandono, que esta cruz de este terrible cáncer sea para mí una increíble OPORTUNIDAD DE CRECIMIENTO, aunque a veces los ‘cancerosos’ sabemos que es difícil convivir con ella. (…) Mi forma de vivir este cáncer (justo ahora, en el momento en que se muestra más agresivo conmigo!!!) se ha vuelto de una serenidad y de una confianza únicas… Y todo esto gracias a la FE y a este extraordinario papa Francisco (…) que dice que los jóvenes deben llevar la cruz con alegría”.
Todos los que rodeaban a Carlotta –sus padres, el queridísimo hermano Matteo, el novio Alessandro, los amigos– se convierten en testigos de la extraordinaria confianza, en el abandono consciente y sin condiciones a Dios, que se expresa en el Padrenuestro siempre en sus labios.
A su madre, profesora de violín que le transmitió la pasión por el instrumento, Carlotta le escribe SMS como estos:
“Mamá…el cáncer es lo mejor que me ha pasado…”.
“De verdad!!!”
“Me habría perdido mi mejor parte”
“Siento mucho no poderlo gritar a todos. Porque de verdad es de lo que más orgullosa estoy en mi vida”
“¡Mucho más que de todo lo demás que he hecho en 24 años, de todos mis esfuerzos!”.
¿Una santa? Más bien: “Un poco loca –como le responde afectuosamente la madre, inmersa en el peor dolor que un padre tenga que afrontar-. Maravillosa, pero… Capaz de demostrar que amaba la vida más allá de los límites… Hay una espiritualidad extraordinaria en todo esto…Increíble… Por eso se te ayudará”.
En Roma, Carlotta se dirige a la iglesia de san Giacomo al Corso, a cuyo párroco, Giuseppe Trappolini, cuenta su historia, la lucha con el melanoma y la alegría que sintió escuchando las palabras del papa Francisco.
El sacerdote decide contarle al Papa por carta la historia de Carlotta y Bergoglio. Con la espontaneidad que le distingue, le telefonea a la parroquia para darle las gracias y asegurar su oración por ella.
También Carlotta escribe al Papa, para comunicarle su confianza en la vida y en el encuentro con Dios: “Sé que el cáncer me ha curado el alma, deshaciendo todas mis marañas interiores y regalándome la Fe, la Confianza, el Abandono y una Serenidad inmensos justo en el momento de mayor gravedad de mi enfermedad”.
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¿Se puede ser santo en pocos meses? La santidad de los altares, el reconocimiento oficial de la Iglesia –como para santo Domingo Savio, santa Clelia Barbieri o el beato Pier Giorgio Frassati, todos santos jóvenes -,… sólo Dios lo sabe, afirma Trappolini.
Sin embargo, añade, “la santidad de Carlotta como persona que se ha encontrado con Dios en esta vida y en la otra, para mí es una certeza”.
“Tengo la certeza de que ha santificado los últimos meses de su vida de la forma más canónica que conocemos: una vida profunda de fe, de oración, de sufrimiento. Esta vida suya la unió a Cristo crucificado. Esto es la santidad. Yo pienso precisamente que la santidad es el encuentro con el Señor. Los tiempos son sólo nuestros”.
Carlotta Nobile murió el 16 de julio de 2013 a los 24 años. El deseado encuentro con el papa Francisco, que le había dado su disposición, no se pudo realizar.
Y Carlotta tampoco pudo participar en los tres conciertos organizados con la Associazione Donatori di Musica, con músicos que tocan en las unidades oncológicas de los hospitales para acompañar las terapias.
Tras su muerte se le han dedicado conciertos, muestras de arte, manifestaciones y reconocimientos a su memoria. En 2015 nació la ”Associazione Centro Studi Carlotta Nobile” con el objetivo de promover actividades e iniciativas “ligadas a sus investigaciones culturales, a sus pasiones y a su amor –inmenso– por la vida.”