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Infierno verde: Civilización versus naturaleza

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Ramón Monedero - publicado el 01/04/16
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Un grupo de jóvenes cae en mitad de la selva peruana para ser retenidos por una tribu de caníbales: no apta para todos los estómagos

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Hace unos meses tuve la oportunidad de hablar en estas mismas páginas de otra película de Eli Roth, Knock, Knock.

Curiosamente, aunque aquella película se produjo en 2015 su estreno en buena parte del planeta sigue siendo una incógnita. Probablemente le termine pasando lo que a Infierno verde, que tres años después de haber sido rodada ha conseguido estrenarse en España.

No en vano, vale la pena admitirlo, esta última cinta tenía más razones para encontrar determinados obstáculos a la hora de encontrar un circuito comercial. Sin ser la película más sangrienta de la historia estamos, en efecto, ante una cinta gore. Ahora bien.

Históricamente el cine gore ha fundamentado su propia existencia en el exceso. Es decir, las películas gore no tenían otro sentido que su propia sobreabundancia visceral. El cine gore existe porque es excesivo, punto.

No obstante, a veces podemos encontrarnos con películas que aunque contienen escenas de desmedida crudeza su propia razón de ser tiene algún sentido más que simplemente escandalizar.

Eli Roth, director de Cabin Fever y Hostel es un experto en esto de revolver los estómagos dejando caer ciertos discursos en segundo plano. Sus películas suelen ser tachadas de basura insufrible aun cuando muchos ni las han visto.

Sin embargo, sin dejar de admitir que Roth es un cineasta difícil y que sus películas no tienen por qué gustar a todo el mundo, yo soy de los que sostiene que bajo su pueril apariencia de director gore y excesivo se esconde un mensaje, una intención, un cineasta.

Infierno verde, que es la película que acaba de llegar a los cines españoles no es quizá el mejor ejemplo para enumerar las virtudes de Eli Roth.

Y no porque sea una película particularmente mala sino porque el contenido moral que solía acompañar a todas sus películas aquí queda un tanto desdibujado entre su mensaje ecologista.

Aun así, Roth sabe cómo incomodar al espectador –y no solo con la sangre- cuando sitúa a un grupo de jóvenes con escasas convicciones éticas o morales (se engañan y traicionan entre ellos) en el corazón mismo de la naturaleza más salvaje, tanto como cuando un león devora a una gacela.

La única esperanza de estos jóvenes acorralados por una tribu de caníbales es que lleguen las excavadoras que están talando los mismos árboles que ellos habían venido a salvar.

Al final, Infierno verde se convierte en una brutal metáfora sobre la civilización y la naturaleza en sus extremos más opuestos. La civilización que devasta bosques enteros y la naturaleza que desciende a la antropofagia.

Tanto uno como otros son monstruos, la civilización y la naturaleza, en el fondo, víctimas de su propia naturaleza.

El hombre debe de ser abiertamente inepto cuando está aniquilando su propio planeta sin descanso de modo que culparlo a él quizá no sea el camino.

Pero es que los caníbales no son lo que son porque quieran ser malos o crueles, es que como el tigre en su vejez, no conocen otra forma de subsistencia, de manera que tampoco tendría mucho sentido condenarlos a ellos.

Infierno verde no es una película fácil y desde luego es muy complicada de recomendar. Los que no puedan soportar determinados niveles de violencia que ni se acerquen a ella.

No es tan excesiva como se ha dicho por ahí pero sí que es cierto que tiene dos o tres escenas verdaderamente crueles. Aun así, como decíamos al principio, la razón de Infierno verde no reside en estas escenas.

Los momentos más salvajes sirven para encandilar a determinado tipo de público y para hacerle un guiño a un pseudoclásico del cine gore titulado Holocausto caníbal. Esta sí, sin paliativos, realmente mala.

En cualquier caso, esta historia de un grupo de ecologistas que viajan al corazón de la jungla para protestar por la tala de árboles y que de vuelta se estrellan en mitad de ninguna parte tiene más puntos de interés que escenas de sangre.

El problema es que la intensidad de la sangre es considerablemente mayor que la de sus puntos de interés.

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