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Batman v Superman – El amanecer de la Justicia: El superhéroe como herramienta de cambio social

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Tonio L. Alarcón - publicado el 24/03/16

Zack Snyder intenta conciliar dosis de gran espectáculo con una metáfora de la época descreída y desencantada que estamos viviendo

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Desde su mismísimo nacimiento, a finales de los años 30 del siglo pasado, Superman y Batman fueron concebidos como opuestos. Cuando Bob Kane y Bill Finger crearon a Bruce Wayne y a su alter ego, lo hicieron pensando en el personaje estrella de Action Comics: de ahí que, si uno era hercúleo y poderoso, el otro fuera humano e inteligente. Si uno vivía aventuras coloristas, espectaculares, el otro se movía por los bajos fondos, enfrentándose a gánsters y a criminales. Si uno era idealista, positivo, el otro era descreído, nihilista.

Estaban, pues, inevitablemente destinados a chocar, de ahí que en los cómics lo hayan hecho en infinidad de ocasiones. Y sin embargo, hasta Batman v Superman: El amanecer de la Justicia no habíamos tenido la oportunidad de verlos enfrentarse en la gran pantalla.

Toda una responsabilidad, pues, la que se ha echado el director Zack Snyder sobre los hombros. Sobre todo porque el largometraje también tiene la intención de servir de pistoletazo de salida para el llamado DC Extended Universe –hay nueve películas más previstas de aquí al 2020–, la respuesta de Warner al Marvel Cinematic Universe.

Y ese peso, esa trascendencia comercial como proyecto, se dejar notar sobre un producto final que alterna (muy) buenas ideas con otras, en cambio, en exceso conformistas –resulta evidente, por momentos, el deseo de contentar al fan: ahí está la forzadísima introducción de Wonder Woman (Gal Gadot), poco más que un anuncio de su propia película–, y que acaban lastrando lo que Batman v Superman tiene de visión personal sobre la mitología superheroica y, lo que es más importante, sobre sus posibilidades metafóricas.

No es casual que, salvo un flashback introductorio, la acción arranque narrándonos –en la que, seguramente, es una de las mejores secuencias del filme– el clímax de El Hombre de Acero desde el punto de vista de Bruce Wayne (Ben Affleck).

Snyder subraya los paralelismos con los atentados del 11-S para, al incidir en sus consecuencias, desembocar en un retrato de la sociedad estadounidense profundamente desencantado, deprimido, que se metaforiza en la figura de un Batman envejecido, cansado de luchar –lejanamente inspirado en el de Batman: El regreso del caballero oscuro… de hecho, parece más bien una mera variación del Christian Bale de El caballero oscuro: La leyenda renace–.

En la negrísima visión del mundo que dibuja Batman v Superman, una figura mesiánica como la de Superman (Henry Cavill) genera recelos, desconfianza, e instinto de protección –late de fondo esa paranoia, ese miedo al otro, que nos caracteriza como sociedad–, lo que genera un peligroso, pero muy suculento, paralelismo entre Wayne y el antagonista de la función, Lex Luthor (Jesse Eisenberg).

Todo lo cual está aderezado, por supuesto, por set pieces espectaculares y por exhibiciones de efectos especiales de última generación que, en demasiadas ocasiones –cfr. la batalla climática, quizás no tan confusa como la de El Hombre de Acero, pero también demasiado excesiva–, desvían la atención de lo importante del largometraje: la trascendencia del arco dramático de los personajes. Que no solamente lleva a la inevitable alianza entre Batman y Superman, y a insinuar la futura creación de la Liga de la Justicia, sino que provoca que la trayectoria personal de Kal-El se dirija, por encima de todo, hacia su transformación definitiva en una figura inspiradora, esperanzadora. En una herramienta de cambio real como símbolo, no por sus poderes ni por su (limitada) omnipotencia. Un mensaje de esperanza, de fe en el ser humano, que el director quiere lanzar más allá del envoltorio genérico del largometraje.

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