Dile que desde que te encontraste con Él tu vida tiene otro color, que es tu Señor, el centro y la roca de todo lo que haces y sueñas, que es tu hogar, tu vida…Jesús recibe la alabanza de los sencillos, de los que sueñan, de los que creen. El otro día una frase me dio qué pensar: “No dejes nunca de creer”. Yo a veces dudo, desconfío, pierdo la esperanza. Hoy es el día de los que creen en los imposibles.
Me gusta bendecir a Dios. Alabar su nombre. ¡Cuántas veces en mi oración sólo le pido cosas! Me gusta alabar a Dios. Sin pretender nada más. Sólo por amor, por agradecimiento. Alabarlo gratis, sin pedirle nada.
Como Jesús lo hace conmigo. Me salva a cambio de nada, viene a mí a cambio de nada. Quiero darle gracias por mi vida, por su presencia en ella. Darle gracias porque siempre puedo volver a Él cuando pierdo la esperanza.
Me gustaría alabar a Dios en mi vida. Por mi historia. Por esa herida que para Él es bella, aunque yo la esconda porque me asusta, me duele.
Hoy, sencillamente, quiero alabar a Dios. quiero pedirle nada. Sólo darle gracias por tanto. Tan pocas veces lo hago.
Quiero decirle a Jesús que Él ha sido mi camino. Que desde que me encontré con Él mi vida tiene otro color. Otro sentido. Quiero decirle que es mi Señor. Mi Dios. El centro y la roca de todo lo que hago y sueño. Que es mi montaña. Mi hogar. Mi vida. Mi pozo.
¿Qué palabras de alabanza le digo a Jesús hoy? ¿Qué es Él para mí? Jesús lo acoge todo con alegría. Lo guarda dentro de su corazón.
La tierra alaba a Dios. El cielo contiene el aliento.
Una persona rezaba: “Te quiero Jesús. Te quiero aunque no sepa hacerlo. Aunque me olvide y sea inconstante. Enséñame tu mansedumbre. Tu obediencia. Tu forma de hacer las cosas unida a tu Padre. No huyes. No te vuelves. Sólo aceptas”.
Jesús disfruta al recibir amor, al ser querido.