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Batman (1989): Un clásico melancólico

Ramón Monedero - publicado el 21/03/16

Una de las primeras películas de superhéroes que trataba al personaje central como parte del problema

Batman fue una película pintoresca desde su concepción. Producida por Jon Peters y Peter Gurber, ambos habían conseguido para la Warner Bros. algunos de los éxitos más sonados de la década de los 80 como Un hombre lobo americano en Londres, Flashdance, Las brujas de Eastwick, El chip prodigioso, Gorilas en la niebla o Rain Man.

La idea de llevar a Batman a la gran pantalla empezó a cocinarse en 1986 cuando el único recuerdo anterior que había sobre el personaje (además de los comics) era la mítica serie de televisión de los 60 protagonizada por Adam West. La Warner Bros. ya había explotado a conciencia los derechos de Superman con la tibia acogida de Superman III y la absoluta indiferencia ante Supergirl. Esto provocó que se declinara la opción de una cuarta entrega a la conocida productora experta en subproductos de serie B Cannon Films, de ahí los resultados de Superman IV. En busca de la paz.

Parecía por tanto un buen momento para comenzar la paciente y sin duda fructífera explotación del otro icono de la cultura popular en manos de la Warner, Batman. Tim Burton era por aquel entonces un director en alza que únicamente había dirigido dos largometrajes, Las aventuras de Pee-Wee Herman y Bitelchús, ambas para Warner Bros. y el chico había caído simpático, sobre todo después del éxito de la última. Eran dos comedias bastante delirantes, pero estaba claro que en la cabeza de Burton había todo un universo por explotar, sobre todo si uno conocía sus anteriores trabajos como cortometrajista.

Burton manejó diversas opciones para interpretar al hombre murciélago entre ellas, Kevin Costner, Charlie Sheen, Mel Gibson o Bill Murray (¡!) pero finalmente se inclinó por su amigo Michael Keaton, lo que generó una tremenda controversia. Por aquel entonces Keaton solo era conocido por hacer comedias y nadie lo veía interpretando al caballero oscuro (¿se imaginan a Murray?).

Sin embargo Tim Burton se salió con la suya, tal vez la única decisión que se respetó durante la producción y filmación de la película (junto con la elección de Danny Elfman para la banda sonora). Jack Nicholson prácticamente se dirigía a él mismo y las horas del día que él consideraba, y los productores Peters y Guber tomaban las decisiones importantes de la película a espaldas de Burton. Cuenta la leyenda que Tim Burton se movía por el rodaje de Batman como un zombi sin saber a dónde ir y qué hacer.

El film se convirtió en el primer fenómeno social de una nueva época. Después de la Batmamanía llegaría la Dinosauriomanía y otras tantas manías. La campaña de publicidad fue una de las más abrumadoras del momento. No había esquina en el planeta Tierra en donde no hubiera un símbolo de Batman. Y como era de esperar, porque no podía haber sido de otro modo, la película fue un éxito de masas.

Es curioso mirar a esta película casi treinta años después de su estreno. Es una película de la era de los efectos físicos sin trucajes por ordenador. Batman es un personaje que se mueve con cables de una azotea a otra y que casi no podía moverse dentro del traje. Puede que, precisamente por esto, el film siga desprendiendo cierto aroma burtoniano aunque esté escondido entre fotograma y fotograma.

Batman fue una de las primeras películas de superhéroes que trataba al personaje central como una verdadera anomalía social, señalándolo a él como parte del problema. Pero además a Burton se le adivinaba una especial simpatía por Joker, otro “tipo raro” aunque este con un punto psicótico.

Aun así, la verdadera explosión burtoniana acerca del personaje vendría con Batman Vuelve, una película mucho más recargada, barroca y personal. Fue un fracaso al lado de la cinta anterior. El verdadero Burton no interesaba al gran público hasta que no se convirtió en el sospechoso manufacturador de éxitos repletos de efectos digitales de los que él mismo renegaba años atrás. El niño raro de Tim Burton tuvo que dejar de ser tan raro o al menos, seguir siendo raro pero por lo menos algo más vistoso. Batman era vistosa para su momento aunque hoy nos resulte puro vintage. Tal vez por esto hay más encanto melancólico en aquella cinta que peso específico estrictamente cinematográfico.

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cine
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