Las continuas violaciones a la tregua amenazan la paz en Siria. Una reflexión de Pascal Bedros, focolarino de Alepo, sobre el compromiso por la paz a la luz de la invitación de Chiara Lubich, del 2002, a vencer el Mal con el Bien.Me desperté a las 4 de la mañana por el ruido de los bombardeos y no logré dormir más. Trataba de no creer a mis oídos. ¡No es verdad, Señor! ¡Otra vez los bombardeos!¡Ahora que se esperaba que la situación empezara a mejorar, que la electricidad había regresado después de 5 meses y el agua después de 45 días! ¿Por qué? ¡Esta tregua tenía que durar y volverse definitiva! Era una súplica que subía desde lo más profundo al Señor de la Historia pidiéndole ayuda para que se consolide el cese al fuego proclamado sólo hace una semana en toda Siria.
Pero el ruido de los combates en el frente que divide la ciudad de Alepo en dos, crecía con fuertes explosiones que se escuchan muy bien de noche. Mientras esperaba que amaneciera y que volviera la calma trataba de rezar, y reflexioné: Ciertamente todos queremos la Paz, pero ¿creemos en ella verdaderamente, o pensamos que se puede comprar a buen precio? ¡Hay gente convencida de que el camino que hay que seguir es la guerra! Están dispuestos, no sólo a sacrificar su vida sino también la de los demás porque lo creen, y las potencias sacan provecho de esto que sucede, y por lo tanto, no quieren que se acabe la guerra, es más, atizan el fuego.
Y nosotros, la gente que cree en grandes ideales, en una vida civil y pacífica, de respeto entre las culturas y de solidaridad, ¿lo creemos realmente? ¿Qué precio estamos dispuestos a pagar? Verdaderamente la guerra en Siria no es poca cosa. ¿Quiénes pueden tener la fuerza para destruir un país que hace seis años crecía lleno de vida y de esperanzas, donde convivían musulmanes y cristianos de distintas confesiones y de muchos grupos étnicos en el respeto y en paz entre ellos? Seguramente no son simples individuos.
Vino a mi mente una respuesta que Chiara Lubich le dio en el 2002 a uno de nuestros amigos musulmanes que le preguntó con respecto a la esperanza de que el amor y la paz venzan sobre la guerra.
Ella le contestó –recordando los atentados del 11 de septiembre de 2001- que «el terrorismo es fruto de las fuerzas del Mal con la M mayúscula, contra el cual no bastan las fuerzas humanas […]. Se necesitan las fuerzas del Bien, con la B mayúscula […] las de quienes aman a Dios. Y entonces, ¿qué hay que hacer? ¡La oración! Nosotros debemos conjurarnos, todos nosotros de la fraternidad universal, unidos rezando para que verdaderamente sea derrotado el terrorismo. Nosotros lo podemos hacer.
Jesús dice que donde dos o tres están unidos en Su nombre, en su amor, todo se les concederá. Y nosotros somos muchos más que dos o tres […], tenemos que salir de aquí con esa idea; nosotros juntos nos unimos a rezar. Pero no basta. La causa principal del terrorismo es la intolerancia hacia un mundo medio pobre y medio rico. Ellos quisieran –y tienen razón- que hubiese un poco más de comunión de bienes […], un poco más de solidaridad. Tenemos que cambiar los corazones.
Sólo si nosotros hacemos una obra de fraternidad universal, lograremos convencernos y convencer de que es necesario poner juntos los bienes, y primero empezaremos como pueblo, pero después las ideas van entrando y suben hasta los Jefes de Estado. Debemos tener esta seguridad de que con Dios son posibles las cosas imposibles, de que con Dios –si empezamos por la fraternidad entre nosotros- llegaremos también a este grandioso objetivo de hacer de toda la humanidad realmente una familia. […]. Éste es nuestro objetivo».
No nos ilusionemos: la Paz depende de nosotros. No podemos esperar que los demás hagan algo.
¡Nosotros también somos responsables! Si creemos que realmente Dios puede vencer el Mal y que nos escucha, tenemos que rezar incesantemente al Padre con fe que nos ayude, de lo contrario pecamos de omisión.
Todos recordamos cómo hace dos años se detuvieron los bombardeos en Siria gracias a la influencia del ayuno y de la oración hechos por el Papa y tantas otras personalidades. ¡Y Dios nos escuchó! Y lo puede seguir haciendo. Hagámoslo entonces y siempre, para que venga el reino de la Paz, no sólo en Siria sino en toda la Tierra.
CFR: Chiara Lubich, Castel Gandolfo, 3 de noviembre de 2002, respuestas a los amigos musulmanes de los Focolares.
Artículo originalmente publicado por Focolare