Homilía de hoy en Casa Santa MartaEl transeunte muerto de frío en Roma, las hermanas de Madre Teresa asesinadas en Yemen, las personas que se enferman en la “Tierra de los fuegos”. En la Misa matutina en Casa Santa Marta, el papa Francisco recuerda algunos hechos dramáticos de los últimos tiempos. Ante estos “valles oscuros” de nuestro tiempo, afirma, la única respuesta es confiar en Dios. Incluso cuando no entendemos, como ante la enfermedad rara de un niño, dijo, confiémonos en las manos del Señor que nunca deja a su pueblo.
Susanna, una mujer justa, es “ensuciada” por el “mal deseo” de dos jueces, pero prefiere confiarse a Dios y elige morir inocente antes que hacer lo que querían estos hombres.
Francisco se basa en la primera lectura, tomada del libro de Daniel, para subrayar que, incluso cuando nos encontramos recorriendo un “valle oscuro”, no debemos temer ningún mal.
Cuántos valles oscuros, ¿dónde estás, Señor?
El Señor, dice el Papa, siempre camina con nosotros, nos quiere y no nos abandona. De aquí, Francisco vuelve la mirada a tantos “valles oscuros” de nuestro tiempo.
“Cuando hoy miramos a tantos valles oscuros, tantas desgracias, tanta gente que muere de hambre, de guerra, tantos niños discapacitados, tantos … tantos que ahora tú preguntas a los padres: ‘¿Pero qué enfermedad tiene?’ – ‘Nadie lo sabe: se llama enfermedad rara’. Es la que nosotros hacemos con nuestras cosas: pensemos en los tumores en la Tierra de los fuegos … Cuando ves todo esto, pero ¿dónde está el Señor, dónde estás? ¿Tú caminas conmigo?”.
“Este era el sentimiento de Susana. También el nuestro. Ves a estas cuatro hermanas asesinadas: ¡servían por amor, y fueron asesinadas por odio! Cuando ves que se cierran las puertas a los refugiados y se les deja fuera, al aire libre, con el frío… Pero, Señor, ¿dónde estás Tú?”.
¿Por qué sufre un niño? No sé por qué, pero confío en Dios
“¿Cómo puedo confiar en Ti –prosigue el Papa– si veo todas estas cosas? Y cuando las cosas me pasan a mí, cada uno de nosotros puede decir: ¿pero cómo me confío a Ti?”.
“A esta pregunta sólo hay una respuesta”, dice Francisco: “No se puede explicar, yo no soy capaz”.
“¿Por qué sufre un niño? No lo sé: es un misterio, para mí. Sólo me da algo de luz –no a la mente, sino al alma– Jesús en Getsemaní: ‘Padre, este cáliz no. Pero que se haga tu voluntad’. Se confía a la voluntad del Padre.
Jesús sabe que no acaba todo, con la muerte o con la angustia, y la última palabra desde la Cruz: ‘¡Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu!’, y muere así.
Confiarse a Dios, que camina conmigo, que camina con mi pueblo, que camina con la Iglesia: esto es un acto de fe. Yo me confío. No lo sé: no sé por qué sucede esto, pero yo me confío. Tú sabrás por qué”.
El mal no es definitivo, el Señor está siempre con nosotros
Y esta, dice, “es la enseñanza de Jesús: al que se confía al que es Pastor, nada le falta”. Aunque camine por valle oscuro, añade, “sabe que el mal es un mal del momento, pero el mal definitivo no existirá porque ‘porque Tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado me consuelan’”.
Esta, subraya, “es una gracia” que debemos pedir: “Señor, enséñame a confiarme a Tus manos, a confiarme a Tu guía, incluso en los momentos malos, en los momentos oscuros, en el momento de la muerte”.
“Nos hará bien, hoy, pensar en nuestra vida, en los problemas que tenemos, y pedir la gracia de confiarnos a las manos de Dios. Pensemos en tanta gente que ni siquiera tiene una última caricia en el momento de morir. Hace tres días murió uno aquí, en la calle, un sin techo: murió de frío. En plena Roma, una ciudad con todas las posibilidades para ayudar. ¿Por qué, Señor? Ni siquiera una caricia … Pero yo me confío, porque Tú no me defraudas”.
“Señor, no te entiendo -concluye, esta es una bella oración- Pero sin comprender, me confío a tus manos”.
Artículo originalmente publicado por Radio Vaticano en italiano y traducido por Aleteia