Claves para manejarlos y enriquecerse“Los primos tienen Nintendo, pero yo creo que mi hijo, aunque tiene la misma edad, es todavía muy chico para tenerlo”.
“Mi hijo no se atrevía a meterse en la piscina y mi cuñado dijo que él le iba a enseñar. Lo pescó de un salto y lo metió al agua. Resultado: llanto de una hora y más terror al agua. Ahora sí que no mete ni el dedo gordo”.
“Mi hija reclama que en la casa de los primos siempre hay juguetes más entretenidos, se come más rico y los papás son más simpáticos porque los dejan hacer cosas que yo no dejo”…
Las relaciones familiares son muy buenas y hay que fomentar el cariño y la unión de los primos. Pero, como ocurre en todas las relaciones, siempre aparecen conflictos.
Los más típicos se producen por la comparación: ellos tienen, yo no; ellas pueden, yo no. Aquí hay que ser muy claros como papás: las comparaciones no son buenas porque cada familia es distinta.
Si no pueden tener un juguete por problemas de plata, habrá que explicarles a los niños que no pueden tener lo mismo, que hay gente pobre que no tiene nada y que ellos tienen suerte de tener un montón de cosas.
Otras veces la explicación será por el lado de que hay cosas que no calzan con la familia, que cada uno tiene su estilo de vida y que no nos gustan ciertas actitudes o permisos.
Lo importante es siempre dar una explicación simple y concreta y estar seguros: si uno está convencido, convence.
Respecto a esos miembros de la familia que opinan sobre todo y se meten a educar a los otros, hay que hablarles claro y, con cariño, pedirles que no se metan y nos dejen a nosotros con nuestros problemas.
Además, es bueno saber que la mejor forma de ayudar es con el ejemplo. Si la otra familia es alegre, obediente, ordenada, uno se pregunta por qué, se comienza a fijar y aprende.
Los mayores roces se producen, muchas veces, en los veraneos familiares. Establecer reglas claras y tener paciencia son las claves para la armonía familiar.
Fragmento de un artículo publicado originalmente por Encuentra.com